El arte de la Oratoria

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-Y así, los nuevos modelos de protesis, pueden soportar grandes presiones. A continuación las fuentes consultadas. -Lluc soltó el aire restante en sus pulmones mientras le daba al intro para pasar las diapositivas. Un listado de referencias apareció en la pantalla del ordenador, con un pequeño smiley en la parte inferior que daba las gracias por su atención.
-Mmmm creo que el emoji debería ir en una diapositiva a parte. Así también conseguirías más espacio para el texto, ¿qué mierda de tamaño es eso? ¿14? -interrogó Marta levantando una ceja.
-En verdad es 12.
-Bua, peor me lo pones -la rubia rodó sus ojos color almendra, haciendo una mueca de exasperación- ese es tamaño para un trabajo escrito, no para un powerpoint.
-Vale, vale, lo que la señorita diga, total usted es la experta mundial ¿no?
-Oh, pues no he dicho nada-protestó Marta, haciéndose la indignada- pero, para algo has pedido mi opinión ¿no?
-Si, si... perdóname, es que estoy muy nervioso. Entrego mañana el trabajo y le he echado muchas horas... -Lluc se restregó las manos, como siempre un poco sudadas por los nervios- pero... por lo demás... ¿qué te parece? -miró de reojo a Marta, notando como sus mejillas se ponían coloradas, hasta probablemente combinar a la perfección con su melena pelirroja.
-Bien, es interesante y está muy bien organizado. Además, te quejas mucho siempre, pero luego sacas notazas, ¡eres un crak!
Lluc sonrió agradecido y observó a Marta desperezarse en el puff donde estaba sentada. La chica estiró brazos y piernas, desperezándose cual gato, y aún que apartó la mirada rápidamente, Lluc no pudo evitar adivinar el color de la ropa interior.
-No tienes porque desviar la mirada, ni mucho menos ponerte colorado. ¡Será que no me has visto veces ya! -Le desafió entre risas Marta, que cruzó las piernas lentamente, imitando la famosa escena de esa película, cuyo título Lluc no conseguía nunca recordar.
-Ya, ya...pero no sé, es por educación.
-Eres un encanto.
-Y tu muy buena amiga. Gracias por ayudarme a preparar la expo, no se que haría sin ti. Te debo un helado o algo.
-Mmm se me ocurren otras formas de compensarme. Al fin y al cabo, eres muy bueno con... la oratoria.
-Sip... se me dan bien las lenguas -Lluc, que ya empezaba a ver por dónde iban los tiros, notó como la rojez aligeraba, empezándose a concentrar la sangre en otras partes de su cuerpo. Se recolocó los pantalones para dejar lugar a su pene, que empezaba a reclamar más espacio conforme la erección íba creciendo. Cuando Marta se levantó decidida hacia su cama, notó otro pulso en sus partes, listas para entrar en acción en cuanto la ropa se quitara de en medio. Pero íban a tener que esperar un poco más.

Marta se tumbó en la cama boca arriba, se sacó de golpe el vestido de flores que llevaba, y con dos sacudidas hizo que sus chanclas cayeron al suelo. Dios bendiga la ropa de verano, que fácil era deshacerse de ella. Lluc cayó de rodillas en el suelo al pie de la cama, sin poder apartar la vista de las curvas de Marta, resaltadas por el efecto push up del sujetador. Los pechos elevados y prietos, una dulce tentación a la que sucumbió rápido. Los envolvió con sus manos y los apretó suavemente, disfrutando de su tacto, tan suaves y firmes a la vez. Recorrió con sus labios el borde del encaje rosado, mientras oía suspirar a Marta. Resiguió con la lengua la unión entre ambos senos mientras sus manos recorrían el torso dirección a las caderas. Fue a besar los pezones a través de la tela y al encontrárselos ya erectos, listos para su boca, notó otro palpito en su pene, ya duro también.
-Por favor, no pares -suspiró Marta con voz entrecortada. I Lluc se dio cuenta que se había quedado anonadado, enfrascando en la visión de los pechos de la rubia. Realmente, le eran hipnóticos, la forma en que subían y bajaban con cada respiración y el relieve de los pezones que delataba su excitación.
-Si, perdona, no te haré esperar más, no vaya a ser que acabes suplicándome a voz en grito.
-Pero serás idiota -Marta le lanzó un cojín a la cara- anda toma, para que no te destroces las rodillas.
Lluc siguió el consejo de su amiga y ya bien colocado, se dispuso a descender por el estómago, colmando el ombligo y el bajo vientre de besos. Se detuvo al llegar al monte de venus y antes de deshacerse de las bragas, se acercó a los genitales de Marta y dejó escapar una bocanada de aire, notando como ella se estremecía por el súbito cambio de temperatura. Se rió entre dientes mientras la desnudaba, atento a cualquier señal de malestar de ella y tomándose el silencio como una respuesta, se acercó al pubis de la chica y empezó a presionar suavemente los labios mayores por el exterior. Marta se recolocó con cuidado, para que pudiera tocarla mejor y Lluc aprovechó para empezar a deslizar un dedo entre los labios menores, sin llegar a tocar todavía el clítoris o la entrada de la vagina. Llevó la mano libre de vuelta hacia los senos de Marta y empezó a jugar con un pezón. Cuando los gemidos de ella fueron más intensos, introdujo un par de dedos en la vagina, ya lubricada des de hacía rato, y acercó la boca a su pubis, besando primero las ingles y el exterior.
-Más por favor, cómeme -suplicó Marta entre gemidos y Lluc no pudo seguir controlándose.
Se abalanzó contra el clítoris de la rubia y empezó a lamerlo por fuera, a través de los labios menores, para después succionarlo con delicadeza mientras empezaba a frotarlo por dentro con los dedos. Una mano aterrizó en su cabeza y la forma en que Marta se aferró a su pelo, entre suspiros entrecortados, le puso a mil. Notaba la erección apretando contra los pantalones, el pene duro y fuerte. Sacó los dedos unos instantes y antes de que Marta pudiera protestar, introdujo la lengua en su cοño, explorándo la obertura, recorriendo cada recoveco rugoso y húmedo, penetrándola hasta dejarla completamente excitada. Las manos sobando sin parar los pechos, amasándolos grandes como eran, mientras las de ella lo agarraban por el pelo y lo empujaban contra su vagina, animándolo a ahondar más. Sacó entonces la lengua de la vagina, dejando que sus dedos tomaran el relevo, para subir por fin al ansiado clítoris. Lamió la vulva una sola vez de arriba a bajo, lentamente y haciendo presión con la lengua, para después abalanzarse sobre el pequeño botón que la coronaba.
-Oh dios mío si, que bien que lo haces.
Lluc empezó a lamer de izquierda a derecha el clítoris, como sabía que a ella le gustaba y cuando Marta empezó a arquearse y menear las caderas introdujo un tercer dedo en su interior, penetrándola un par de veces, para luego quedarse dentro, masageando la parte interna del clítoris. Los gemidos de ella aumentaron y Lluc decidió que era momento de la traca final. Empezó a hacer movimientos circulares sobre su clítoris, sin parar, mientras con los dedos seguía penetrándola. Sin prisa pero sin pausa, la fue llevando al borde del precipicio, apenas deteniéndose segundos para respirar.
-Oh dios mío si, no pares, oh dios mío.
La lengua un poco más rápido, los dedos más al fondo.
-Si Lluc si, así, así.
Marta levantó las caderas enganchándose a su boca, desesperada por más.
-Sigue, oh dios, sigue. Me tienes muy cerca.
Cuatro dedos ya dentro, mientras la lengua hacia cada vez más presión. La vulva de Marta chorreaba flujo, los pezones erectos y los gemidos cada vez más guturales. El propio pene de Lluc se sentía apunto de explotar también de lo excitado que estaba. Se moría por estar dentro de ella pero no pensaba parar. Aumento el ritmo de los dedos, masturbando sin piedad a la chica, mientras notaba como el clítoris se estremecía cada vez más contra su lengua. Hasta que al final pasó y Marta explotó contra su boca, gritando su nombre.
-Oh Lluc, si, oh dios si! Lluc!

-Mmmm definitivamente eres muy bueno con todo lo oral -suspiró Marta, completamente satisfecha. Lluc sonrió contento, mientras contemplaba con lujuria su cuerpo desnudo desde los pies de la cama- y también eres un muy buen amigo. Me encanta la relación con privilegios que tenemos.
-A mi también -le respondió mientras empezaba a masagearse el pene, aún duro como una piedra, más si cabe después de verla correrse.
-Vaya, vaya, ¿qué tienes ahí? -los ojos de Marta se clavaron en su erección con hambre felina- ven, deja que te ayude con eso -ronroneó mientras palmeaba el colchón.
Lluc sonrió de oreja a oreja mientras se desnudaba y se metía en la cama. A Marta también se le daba muy bien la oratoria.

Sábanas enredadas -Relatos eróticos-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora