4. Ausencia de Memoria

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Si recordar lo que había pasado había sido difícil, decidir qué hacer con esos fragmentos de recuerdos era una tarea casi imposible

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Si recordar lo que había pasado había sido difícil, decidir qué hacer con esos fragmentos de recuerdos era una tarea casi imposible.

Estaba en blanco, con la mente carente de ideas razonables que pudieran considerarse mínimamente aceptables. Lo cierto era que quería correr de allí lo más rápido posible y tratar de evitar todo lo relacionado a la noche anterior, pero ni siquiera estaba segura de que sus piernas funcionasen en ese momento.

Estaba consternada, avergonzada y un poco asustada. Los recuerdos que se le venían a la mente no eran lo que cualquier persona podría llamar "decentes" y lo que era peor: no había sido consciente de todo eso hasta ahora. Su rostro no tardó en volverse rojo al darse cuenta que, aún después de varios segundos, seguía mirándolos fijamente y que ellos, al igual que ella, no parecían dispuestos a apartar la mirada.

— ¡Aurora! —gritó Lydia sin importarle que se encontraba en una biblioteca y habían reglas que respetar.

La pelinegra se volteó sobresaltada justo en el momento en el que un gran "sh" se extendía por el lugar.

Aurora llevó su mano a sus labios, empezando a mordisquear sus uñas con un notable nerviosismo. Siempre había odiado tener ese maldito hábito, pero en ese momento no tenía cabeza para pensar en sus manías. Su mente solo divagaba por los recuerdos de aquellos ojos cafés mirándola con deseo, sus manos recorriendo su piel, sus labios sobre su cuello...

Se obligó a detenerse allí. Ni siquiera sabía si estaba correcto pensar en ello y que su cuerpo tenga una reacción tan natural ante la idea.

— ¿Qué demonios te pasa? —preguntó Lydia en un murmullo, inclinándose sobre su amiga.

Auri presionó sus labios y fijó una mirada llena de culpabilidad en su amiga. Lydia no pudo disimular su expresión de confusión. La chica soltó un chasquido con su lengua y frunció los labios.

— Acabas de ahuyentar a los bombones... —soltó con gran pesar— Están guapos, pero tampoco tenías que violarlos con la mirada.

Aurora volteó hacia los estantes donde habían estado los chicos solo para encontrarse con un pasillo vacío. Lydia tenía razón, se habían ido, pero eso, por alguna razón, no la tranquilizaba en lo absoluto.

Suspiró y fijó su mirada en su amiga de nuevo.

Estaba a punto de soltarle todo, era su amiga y si había alguien que la entendiese sin duda sería la castaña; pero no podía. Había algo que la retenía y no estaba muy segura de lo que era, pero era más fuerte que la confianza que tenía en la chica. Necesitaba tantear el territorio primero e indagar qué era lo que realmente había pasado la noche anterior.

— Lydia —empezó— ¿recuerdas algo de lo que pasó ayer?

La chica entrecerró sus ojos, pensativa. Su mirada se elevó como si buscara la respuesta en el aire por unos largos e insoportables segundos hasta que, finalmente, volvieron a conectar con la mirada.

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