6. Falsas ilusiones

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Aurora masajeó el tabique de su nariz con frustración

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Aurora masajeó el tabique de su nariz con frustración. Su cabeza le dolía de manera casi insoportable y esa vez ya no era culpa de la resaca ni mucho menos, se trataba de las pocas horas en las que había podido conciliar el sueño. Odiaba tener exámenes la primera semana de clases, era un crimen.

—Vaya —Se limitó a decir Lydia, a su lado. Jess y Alondra también la miraban con algo parecido a la incredulidad y la sorpresa.

Soltó un resoplido y se estiró para coger entre sus manos el libro que se encontraba sobre la mesa. Lo abrió y se escondió detrás de él como si así pudiera evadir sus miradas.

—Es de locos —apuntó Jessica jugueteando con su lápiz.

—Lo sé.

—Pensé que ese tipo de cosas no pasaban en la vida real.

—Al parecer sí.

—Todo esto me hace recordar a una novela que mi mamá ve a las nueve —Lydia apoyó su rostro en su puño que a su vez estaba apoyado en la mesa.

Un silencio se apoderó de la habitación en la cual se encontraban las cuatro jóvenes. Se habían reunido para estudiar en uno de los pequeños salones de estudio la universidad, aunque todas eran conscientes de que harían de todo menos aquello.

—Me arrepiento de no haberlo golpeado cuando tuve la oportunidad de hacerlo —hablaba entre dientes, su fastidio era notorio.

Las tres chicas se miraron entre sí.

—¿Por qué no lo hiciste? —Se aventuró a preguntar Lolo.

—Es cierto —otorgó Lydia mientras analizaba cada expresión o palabra de la pelinegra—. Conociéndote, no hubieses dudado en voltearle la cara de una cachetada a cualquier desconocido que hubiese osado a tocarte.

Tenía razón. Lydia tenía tanta razón que le impresionaba cada vez más y más la reacción que tuvo con el chico. Quería echarle la culpa al desconcierto que le había causado el beso, pero ella sabía que no estaba siendo totalmente sincera. Había algo más que la había paralizado y obligado a seguirle el juego, pero no estaba segura de qué exactamente había sido. O tal vez sí y solo era terca en no quererlo aceptar.

La pelinegra bajó el libro clavando su mirada café en cada una de ellas. Sería increíble poderles dar una respuesta lógica, pero parecía haberse quedado sin ellas cuando a Trevor se refería.

—No lo sé.

Jessica dejó el lápiz en la mesa y se inclinó hacia la pelinegra, inquisitiva. — ¿Cómo puedes estar tan tranquila?

Si tan solo supieran, pensó.

Estaba de todo menos tranquila, pero fingía lo suficientemente bien para darles esa impresión. Sí, tal vez los exámenes tenían gran parte de culpa de las pocas horas que había tenido para dormir, pero algo acerca del beso con Trevor la inquietaba.

Doble Error.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora