Capítulo 1

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El despertador comienza a soñar con su irritable chirrido anunciándome que son las seis de la mañana. Con algo de pereza estiro el brazo para apagar la molesta alarma. Esa alarma significaba un sinfín de cosas y todas las odiaba: era el fin de las vacaciones, era el inicio del último año de preparatoria y debía levantarme para alistarme e ir a la escuela.

Me obligué a mí misma a salir de la comodidad de mis cobijas y me arrastré hasta el baño. Había dejado mi ropa lista desde una noche antes, así que solo tenía que bañarme y vestirme. Mi madre me obligaría a desayunar, pero la verdad no tenía ganas de probar bocado. El inicio de cursos siempre me revolvía el estómago. A pesar de ser la mejor de mi generación odiaba la escuela.

Estaba saliendo de la casa cuando recibí un mensaje de una de mis mejores amigas, Sarah.

"¿Necesitas que pase por ti?"

Mientras caminaba por la acera en dirección a la escuela contesté su mensaje.

"Necesito caminar. ¿Mañana?"

"Promételo."

"Prometido."

Guardé mi celular en mi mochila y continué con mi camino. Vivía a tan solo cinco cuadras de la escuela. Horror total. Pero sería más terrible si viviera enfrente, así que no me quejo. Sarah casi siempre pasaba por mí. Pero necesitaba dar este paso yo sola.

Era el último año de la preparatoria y tenía planes. Si quería que las cosas fueran diferentes, yo debía a comenzar a hacer las diferencias. Paso número uno: dejar de depender y refugiarme en mis amigas. Tal vez el ir a la escuela sola y cambiando era algo tonto, pero me ayudaba a mi autoconfianza. Si viniera en el auto con Sarah ella vendría dándome palabras de ánimo, pero estando sola tenía que confiar en mi misma y alentarme yo sola.

Al llegar a la escuela, lo primero que vi me hizo ponerme pálida. Las porristas y el equipo de Soccer estaban en la entrada. Unos cuantos chicos jugaban con la pelota, se reían y otros platicaban con las porristas, un par de chicas practicaba acrobacias en el pasto sintético. Arrugué la nariz al ver las diminutas faldas con las que iban las chicas. ¡Era invierno! Me estremecí de solo imaginar el frío que debían de estar pasando y me aferré a mi suéter.

Vamos Caroline, tú puedes, no es momento de acobardarse. Cerré los ojos con fuerza y aspiré intentando juntar un valor que no tenía. No me notaran, mi cabello ahora es liso y no rizado y sin forma como en años anteriores y sin mis enormes lentes, probablemente no me notarían. Podía incluso fingir que era una chica nueva, una chica del montón tal vez. Tragué saliva. Eres invisible Caroline. No te van a notar. Asentí y comencé a avanzar hasta la entrada de la escuela.

Todo estaba saliendo bien, nadie me había visto, por primera vez iba a entrar la escuela sin que...

—Oh. Mi. Dios—ay, no—. Caroline Hastings, casi no te reconozco—evité girarme para no encontrarme con la líder de las porristas. Una de las chicas más populares de la escuela. Bridgett Kenmere—, pero fue tu perfume barato el que me hizo reconocerte—por favor, no. Ella me tomó del hombro con dureza y me giro para verla. Su perfume Channel No. 5 me ahogó y sus rubios cabellos casi me golpeaban la cara—. Mírame cuando me hablo. ¿Dónde quedaron tus lentes de Harry Potter? —Preguntó con una sonrisa burlona y su sequito de porristas se acercó a nosotras entre risas— ¿Y el poodle muerto que tenías por cabello? —las carcajadas no se hicieron esperar y ahora parte del equipo de Soccer también nos veía y se reía—. ¿Te rapaste y ahora llevas peluca? —tomó un mechón de cabello y tiró de este con fuerza.

Cerré los ojos y a pesar de sentir las lágrimas quemando mi garganta evite llorar. No iba a llorar. No el primer día. El primer día siempre era reflejo de lo que sería el resto del año, así que me negué a llorar.

Chica, no eres invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora