Capítulo 18

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La euforia por las audiciones duró toda la semana y ni siquiera la infinidad de tarea y trabajos que dejaban los maestros podían menguar tal emoción. En los pasillos y en la cafetería no dejaban de oírse conversaciones sobre los jueces y las audiciones. En la hora libre todos practicaban las canciones que cantarían. Parecía ser la mejor semana de todo el año, pero para mí solo era la peor.

Edward y Mason se habían ido por un par de días y aun no sabía cuándo volverían y además, aquí estaba yo, técnicamente sola frente a mi más grande sueño que a la vez era mi más grande miedo. Quería cantar, pero me aterraba pararme en el escenario frente a un millón de personas. Lo único que agradecía es que Sarah y Melissa habían dejado de insistir en participar.

No me sentía lista y tal vez nunca lo estaría. Lo más probable es que mi lugar estaba en las sombras.

Jueves.

Un poco más y sería fin de semana y toda esta pesadilla terminaría.

Abrí mi casillero y suspiré con pesadez. Extrañaba escuchar a Ed llegar y que me recibiera con un "buenos días". Al pasar de los meses me había acostumbrado a que él estuviera tan metido en mi vida de manera que esta se comenzaba a marcar por un antes de Edward, solo deseaba y rogaba que no hubiera un después.

Dejé los libros que no iba a ocupar y tomé una pluma nueva. Estaba por acabarse la tinta de la que tenía. Cerré la puerta del casillero y me sobresalté al encontrarme con Andrew del otro lado.

—Maldición—gruñí.

— ¿Te asustaste?

Su sonrisa seductora, que a las chicas les parecía irresistible, a mí me daba asco. Puse los ojos en blanco y me di la vuelta para alejarme de él. No había hablado con Andrew desde el baile de primavera y, además, él tampoco se me había acercado. Ni siquiera sé si lo había intentado, ya que si pasaba por el mismo pasillo en el que íbamos Ed y yo, este solo lo fulminaba con la mirada y Andrew se daba media vuelta.

—Caroline, espera.

Intenté ignorar al capitán de soccer y caminar lo más rápido que mis piernas me daban para llegar al salón de clases, pero él me tomó por el codo con fuerza y me detuvo.

—Suéltame.

Apreté los dientes con fuerza mientras lo veía con furia.

—Oye, Caroline, sé que te sientes molesta, pero...

— ¿Molesta? ¡Estoy furiosa! —tiré de mi brazo y solo así me soltó—. No quiero volver a verte en lo que queda de vida.

—Caroline, por favor, déjame explicarte.

— ¿Explicar qué? —conforme más hablaba el tono de mi voz subía y no me importaba quien nos estuviera viendo o escuchando—. ¿Me vas a contar como ibas a hacerle para llevarme a la cama y ganar esa estúpida apuesta?

— ¡No! —apartó la mirada apenado y se rascó la nuca—. No, yo...

—Déjame en paz.

Volví a darme la vuelta, pero Andrew tomó mi mano para detenerme.

—Caroline, escúchame.

—No quiero.

Luché por apartarme, pero él tiró de mí con más fuerza. Comenzó a llevarme a rastras por el pasillo de la escuela hasta la bodega del conserje. Nos metió en aquel pequeño cuarto y cerró la puerta. Me acorraló contra la pared y yo solo sentía como mi corazón latía contra mi pecho. Nuestras respiraciones eran lo único que se oía y me estaba arrepintiendo de no haber tomado clases de defensa personal o algo así. La piel se me erizó por el miedo de que él pudiera lastimarme de alguna manera.

Chica, no eres invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora