Me costó creer que sería posible encontrar buenos sentimientos en las personas del mundo de ahora. De apoco, iban desapareciendo de mi. El mundo de ahora te obliga a sacar la peor parte de ti, que se escondía en el fondo de ti, o en otras personas...
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Las pesadillas no han desaparecido. A pesar de no recordarlas completamente, despierto entre el
mar de sabanas exaltada en algún momento de la noche, sudada y con mi respiración acelerada.
En esas noches, luego de darle varias acaricias a Ghost y a acurrucarlo junto a mi, puedo conciliar el sueño a duras penas. Pero cuando las pesadillas son como un recuerdo vivo y real, se me hace una misión imposible caer dormida de nuevo.
Hoy fue una de esas noches. Exactamente por eso llevo grandes bolsas bajo mis ojos, las cuales son cada vez más visibles.
—Cariño, no te ves nada bien hoy —observo por segundos a Maggie y ladeo una sonrisa para tranquilizarla.
—No te preocupes, mala noche —me encogo de hombros mientras junto las sobras del desayuno y las boto al basurero. Traslado los últimos platos hasta dejarlos en sus manos, donde ella termina de lavarlos. Cuando termino de llevar todo, tomo un paño para secar lo que ella ha limpiado.
—Eso espero, aunque ya te he visto esas ojeras —su ceño se frunce e intento sonreír para calmarla. Ella me devuelve la sonrisa, pero sus ojos me siguen mirando como si supieran que algo me ocurre. Sus ojos me penetran con tanta fuerza, como si en su interior formulara un millón de preguntas sobre mi, y deseara preguntarmelas a toda costa. Sin embargo toma distancia y prudencia, y no toma referenfia de ello. Cosa que agradezco completamente.
—Espero que a los demás les este yendo bien —cambio de tema y ella entiende completamente.
—Yo igual. Aunque la verdad, no creo que hoy tengan tanto problema.
Asiento en acuerdo. Hace un par de horas gran parte de los habitantes de la comunidad cruzaron los muros para ir a repasar el plan en conjunto, como una prueba.
Termino de guardar los utencilios y me pongo en camino a la iglesia, el lugar con más probabilidad de que este el Padre Gabriel.
Observo la entrada, y debato si realmente debo tocar la puerta. Mis dientes capturan mi labio inferior con indecisión. Recuerdo el abundante mar de malas sensaciones que me despierta cada noche, la agobiante sensación en mi pecho. Y casi con desesperación, avanzo los últimos pasos que me separan de esta.
Al tocar la puerta suavemente con mis nudillos, luego de unos segundos me abre la puerta con una pequeña sonrisa.
—Que sorpresa, Eileen. Ven, pasa —se hace a un lado, dandome el espacio para entrar. Intento sonreír, pero se que probablemente eso resulto como una mueca y entro al lugar, sentandome en una silla. El toma asiento frente a mi —. Dime, ¿En que puedo ayudarte?
Muerdo mi mejilla interior y por un momento me arrepiento de haber tocado la puerta de la iglesia. —He tenido problemas para dormir —comienzo en un murmuro y suelto un largo suspiro antes de continuar —. Tengo pesadillas. Pesadillas que comenzaron cuando mi hermano se fue. Y exactamente de eso se tratan. Sueño con diferentes escenarios de su posible muerte. La mayoría de las veces es despedazado por los caminantes mientras grita mi nombre. Todo es tan real... al despertar ya no puedo dormir. Por ello mis ojeras, que cada día se hacen más abundantes.