Narra Ian
-Creo que... que no llegaremos-decía Lucy mientras intentaba con todas sus fuerzas no gritar del dolor.
-Claro que sí, verás que nacerán en un hospital, y no en un coche.
-Claro... ¡como tú no sufres lo que yo estoy sufriendo! Pero juro qhe esta será la última vez que paso por esto. ¡Ah!-exclanó al tener una contracción.
-¡Ni se te ocurra tenerlos aquí!-exclamé.
-¡Cállate! ¡Creo que me partiré en 2!
¡Esto no hay quien lo aguante!
-Lo siento hay un atasco casi no puedo avanzar-dijo Lara claramente nerviosa mientras sostenía el volante del coche.
-¿Cómo puede haber un atasco a estas horas?-exclamó Lucy.
No eran las 10 , ni las 12 de la noche. Eran las 5 de la tarde de un miercoles común. Sí cielo, ¿cómo es posible?
-Respira hondo y tranquilízate,verás que en poco tiempo estaremos allí. Salimos de este atasco y llegamos. No es nada-dije aprentando su mano con suavidad. Entendía que sintiera miedo, entendía su mal humor. Al menos intentaba entenderlo.
Faltaba poco más de 3 meses para la boda y con los nervios de eso y los niños pues era la guinda del pastel. Siendo padres primerizos y de 2 precisamente pues los nervios que tenía eran normal para todo el mundo, menos para mí.
Quería ser un buen padre y pensaba que una de las cosas para serlo es, no mostrarme nervioso aunque por dentro esté un manojo de nervios.
-Parece que ya está disminuyendo el atasco-dijo Lara.
Por cierto, yo me encontraba detrás con Lucy, los padres de ella nos seguían por detrás. Aunque claro está la señora Adams quiso venir pero Lucy dijo que conmigo era suficiente. Creo que eso no le gustó a su madre. Pero una embarazada se le debía de perdonar todo. Por ley sino, estás muerto.
Al fin pudimos llegar al hospital quienes nos recibieron unos enfermeros con una silla de ruedas. Yo, como aún ni me sostenía en pie tenía que acomodarme en mi silla de ruedas por lo que Lucy se fue con su madre que llegó detrás de nosotros.
Cuando ya estaba listo, con Lara nos dirigimos a la sala de partos.
-¿Quién va a entrar?-preguntó el médico.
Todos me miraron pero yo negué con la cabeza. Ver sufrir a Lucy, no lo aguantaría.
-Entraré yo-dijo su madre de Lucy.
La espera se hizo eterna. 1 hora,2 horas,3 horas... nada. 4 horas... vale que los partos a veces duran horas pero...¿tanto?
Y cuando ya estaba a punto de hacer un agujero con la silla de ruedas...
-¿Familiares de Lucinda Adams?-preguntó el médico. Su padre, Lara y yo nos encontramos con él.
-¿Y bien?-preguntó el señor Adams
-El parto ha ido bastante bien, la señorita Adams solo necesita descansar. Por cierto-dijo mirándome con una sonrisa-felicidades papá. Tienes a dos mellizos que van a dar mucha guerra.
Ni se te ocurra llorar.
-¿Podemos verlos doctor?-pregunté intentando no llorar.
-Lucinda la trasladarán a su habitación en breve y los bebés vendrán más tarde-dijo el doctor y se fue.
-Felicidades Ian-dijo el señor Adams estrechándome la mano a lo que le correspondí.
-Gracias-dije mientras fuí interrumpido por un fuerte abrazo de Lara.
-¡Ya soy tia!-exclamó.
Al cabo de unos 10 minutos llegó Lucy. Tenía un semblante relajado,radiante. Me puse a su lado y le cogí la mano.
-Hola mi pequeña guerrera-le dije.
-Hola-me dijo con un hijo de voz-dijo-ya están por fin.
-Sí por fin-dije besando su manos manos.
Al cabo de un rato, mientras Lucy descansaba pero despierta trajeron a los bebéa ¿y qué podría decir? Eran pequeños, frágiles, y muy bonitos, con una piel blanca y diminutos pies y manos. Se distinguían por su ropa uno rosado y otro azul. Era lo más bonito que había visto hace tiempo. Era lo que anhelaba. Una familia, a quien pudiera amar. Y por fin lo conseguí. Y no pude contener esa lágrima que cayó de mejilla que quise quitar al instante.
La enfermera le puso a los mellizos a Lucy en cada brazo.
-Que bonita estampa familiar-dijo la mamá de Lucy.
Sí eso es lo que somos. Por fin.
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Siempre fuiste tú
RomanceNunca pensé que me llegaría a pasar a mí. Tal vez era pura coincidencia, o tal vez fue caprichos del destino. Nunca se sabe. Puede que: "detrás de una cosa mala, hay una buena". Sí. Ese dicho estaba echo para mí. Solo sabia que de quien menos había...