Capítulo 2

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Todo lo que había sucedido minutos atrás me había hecho salir del departamento luego de una ducha

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Todo lo que había sucedido minutos atrás me había hecho salir del departamento luego de una ducha. Debía de buscar un trabajo ahora ya, en lo que sea.

No debía de darme por vencida.

Jeans negros de tiro largo, una blusa blanca y unas zapatillas de lona blancas. Eso era lo que mi anatomía portaba para ir a buscar trabajo; como accesorio tenía una carpeta con varios curriculums.

Experiencias laborales tenía bastante, pero de muy poco tiempo de duración. Relataré algunas; daré comienzo con una que tan solo duró un mes y medio.

Como leyeron...

Un mes y medio me dediqué a preparar helados de máquina, era divertido, notar como eres la fuente de felicidad de los niños por unos minutos era verdaderamente hermoso. Todo iba de maravilla hasta que gracias a una tipeja me despidieron; se aprovechó de que me había sincerado con ella y robó toda la ganancia de un día, pidieron explicaciones. Fue ahí cuando salí al baile quedando como la "ladrona de la heladería Vaca loca".

Un segundo trabajo fue en temporada de invierno, cuando Londres está en su máximo esplendor. Nieve caía por aquí y por allá, turistas estaban asombrados de cosas que para mí y todo inglés era cotidiano. Una empresa llamada "Turist London" me contrató para ser guía, ya que me manejaba muy bien; no le dieron importancia a que me habían tildado de ladrona.

Gané bien, fue ahí cuando la renta no sufría daños, y hasta para tener algunos gustos me alcanzaban, pero todo lo bueno acaba, o al menos el invierno lo hizo y los turistas también. No puedo quejarme, cada invierno me llaman, ya que quedaron muy satisfechos con mi trabajo incluso aún guardo mi playera roja y mi gorra con el logo de la mini empresa.

Mi tercer trabajo fue de secretaria, ¡sí!, estuve al mandado de un empresario, iba por los cafés, por sus cosas a la tintorería, por sus portafolios. ¿De maravilla no?, pero la mala suerte me persigue, trató de sobrepasarse conmigo, eso no lo iba a soportar, claro que no.

Si hay algo que mis padres me enseñaron era que valía más que cualquier trabajo, lo que no sabía era que pronto esas palabras las ignoraría al adentrarme a un hermoso local.

Mi primer avistamiento fue una tienda de ropa que estaba recién inagurando, pero su respuesta al saber que estaba en busca de trabajo fue negativa. Era una mini empresa familiar y pues primas e hijas se dedicaban a la atención del cliente, de todas formas recibieron mis datos.

El segundo lugar fue una cafetería, mi emoción fue tal que una pequeña carcajada salió de mis labios. En la parte inferior de una ventana había un cartel que decía: "se necesita personal". Apresuré el paso apegando bien mi carpeta a mi pecho, pero fue cinco minutos de felicidad.

Todo acabó cuando un chico moreno salió dando las gracias a quien al parecer era un gerente, segundos después éste quitó el característico cartel.

Suspiré, desde ese negocio he caminado al menos unos quince minutos, iba perdida en mis pensamientos hasta que veo una cazona de gran tamaño, alcé mi vista, necesitaban personal.

Mujeres en especial.

Y ese era el hermoso local, de cual hablé hace momentos atrás, en la parte superior decía:

"P!nk, burdel y damas de compañía"

Pasé saliva por mi garganta, cerré mis ojos y tomé aire llenando mis pulmones, exhalé al mismo tiempo que abrí mis ojos. Se veía armonioso, bien cuidado, se notaba que incluso tenían licencia para ejercer.

—Mhm... ¿Buenas tardes? —Me incliné sobre mis pies mirando por sobre la pequeña mesa que estaba a pocos pasos de la entrada.

Tres minutos se hicieron presentes para que una chica de al menos unos 25 años me recibiera con una sonrisa

—Hola, cariño ¿vienes por compañía? —Se apoya sobre su brazo derecho pasando su dedo índice por sobre sus labios.

—Oh —Reí suave— Nono... Es que yo —Suspiré— Leí el anuncio

Me sentía fuera de lugar, ella era realmente una mujer. Se podía apreciar las curvas, sus senos estaban y notaban firmes, eso a simple vista, ya que la otra mitad de su cuerpo estaba oculto.

—¡Vaya!, nunca lo pensé, cariño. Ven sígueme, Marian en un segundo te atenderá... Da gracias a Dios de que no has venido más tarde.

—Bien yo te sigo —Mis pasos fueron tras de la chica mirando cada parte de la cazona.

Pinturas de bailarinas de los 60', 70' y 80' se hacían presentes. Marilyn Monroe estaba allí presente. En la misma planta de abajo al fondo del pasillo habían dos puertas altas de color rojo con dos círculos en la parte superior, eran como puertas de cine, de seguro allí se hacían los espectáculos.

—Marian hay una chica aquí afuera atendiendo el llamado de dama de compañía.

La mitad de su cuerpo estaba adentro del hermoso salón, ni si quiera me di cuenta cuando habíamos subido las escaleras.

—Dice que ingreses, buena suerte

—Gracias —Me acerqué a la puerta empujando la misma— Con permiso...

—Adelante, querida, pasa

Esa voz era dulce, como si una tía estuviera hablando, ¿cómo es que alguien dueña de éste local podría inspirar eso?

—Soy Michelle, y vengo por el puesto de dama de compañía

—¡Es lo que justo estábamos buscando!, solo tengo que saber algunas cuantas cosas, Mich.

Ya me gané un apodo, ¡eso es bueno!

—Claro, claro solo pregunte, soy un libro abierto

—Bien primero que todo... No me trates de usted, tutéame, segundo tu edad, linda, ¿cuántos años tienes?, lo pregunto porque no te expondré a gordos de 50 y 70 años si eres una jovencita

Bueno, no era taan malo después de todo, dios. ¿Michelle te estás escuchando?

—21, 21 años... Esa es mí edad

—Uy niña, créeme hay mucho chicos guapos que están en ese círculo, y tú no estás mal... Creo que serás codiciada. Otra pregunta, ¿eres virgen?

Ésta vez pasé saliva por mi garganta, tenía miedo de responder, sabía muy bien de que ésto era un prostíbulo, que quizás alguien me quisiera llevar con él para saciar su deseo carnal y yo no tengo experiencia.

—Sí, soy virgen

Nunca he sido muy buena cuando de chicos se habla, en la escuela fui la invisible, tenía uno que otro amigo, pero nada más que eso. Era la típica chica que solo la veían como amiga, que no tenía gracia y no notaban.

¿Quién lo diría?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora