Mi Cachorro.

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-¡Yuji, vuelve aquí!-.

-Nee papá Kurama, quiero jugar un poco más-. Hizo un divertido puchero tratando de doblegar a su padre. Era casi imposible pero lo intentaría.

-Ya es tarde. Es hora de dormir, llama a tus hermanos. De seguro deben estar entrenando-.

La pequeña de ojos azules asintió y salió corriendo. Para tener 8 años corría a una velocidad digna de ser elogiada. Después de todo uno de sus hobbi era correr de aquí para allá. Era extraño verla sentada en algún lado. Sólo lo hacía si había alguna historia interesante que escuchar.

-Esta vez no pude ganar, la próxima... lo haré-. Murmuraba.

Al llegar al campo de entrenamiento se encontró con sus 6 hermanos dándolo todo en el campo. Pensaba que era acertado que vivieran en una isla, de esa forma podían entrenar sin límites.

-Yuji-Chan ¿Qué haces aquí?-. Detuvo su entrenamiento un niño de apenas 12 años para dirigirse con una sonrisa a su pequeña hermana.

Él era Kioshi Uzumaki, tenía el pelo rubio sedoso, ojos negros, tez blanca y marcas similares a bigotes en sus mejillas.

De los varones, era el único capaz de reír de los más nimio. Podía encontrarle gracia hasta al aleteo de una mariposa, amaba jugarle bromas a los demás o pintar el rostro de su padre cuando esté dormía profundamente.

Claro que después debía correr por su vida pero de todas formas, el precio era justo por verlo con bigotes, una sola ceja o diversos dibujos en la cara dependiendo de su imaginación en el momento.

-Papá Kurama dice que es hora de dormir-.

-Kioshi, acompaña a Yuji y dile a nuestro padre que iremos en unos momentos-. Comentó, sin dejar de dar patadas al aire, una joven de 14 años.

Saiko Uzumaki. Tenía el pelo rubio atado en una coleta alta. Sus ojos eran celestes claro. Era seria como tío Gaara o su padre, las bromas no iban con ella. Prefería gastar su tiempo entrenando o leyendo antes que realizar algo sin sentido como lo eran las bromas.

Clavó dos Kunais de tres puntas en sus respectivos blancos situados a más de 100 metros. Las armas fueron regalo de su papá en su cumpleaños número 10. Una fecha que jamás olvidaría.

-¡No es justo! ¡Yo también quiero entrenar!-. Hizo un cómico puchero mientras se quejaba de que siempre le hacían lo mismo.

-No grites. ¿Siempre debes ser tan escandaloso?-. Raijin hizo un gesto de molestia al romper con rabia un árbol de al menos 200 años.

A sus 15 años era amante del silencio y la tranquilidad, el único ruido que disfrutaba era el de sus contrincantes cuando rogaban piedad o el de sus huesos al romperse. Su padre así lo había enseñado y estaba de acuerdo. Tenía el cabello rojo al igual que los ojos.

De todos, era el único que tenía los colmillos pronunciados. Cada persona que venció lo llamó "Demonio" por su apariencia y sadismo. Le agradaba aquel sobrenombre, le agradaba que le tuvieran miedo.

-¡Cuida los árboles maldito Sádico!-. Gritó una pelirroja.

Misaki Uzumaki de 17 años. Tenía el pelo suelto que le llegaba hasta por debajo de la cintura. Sus ojos eran grices-violetas.

Sus padres siempre dijeron que era un clon viviente de su abuela, el día que se lo contaron fue uno de los mejores de toda su vida pues solía idolatrar a la familia de su papá.

Amaba la Naturaleza. Tenía una rara habilidad sensora que le permitía saber el estado emocional de alguien. Por ello siempre trataba de hacer sentir mejor a los que no lo estaban. En su hermano sádico sólo sentía rabia y odio. Lo entendía, todos la sentian desde aquel día.

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