Uno

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Dicen que quizá, los sueños que aparecen cuando cierras tus ojos al dormir pueden volverse realidad, que tal vez un día despiertes de aquel profundo dormir y te encontrarías con lo que soñaste en aquella madrugada. Claro que, no muchos creen eso, o tal vez, casi nadie. Aun así, nadie ha podido negar que los sueños sean fascinantes y misteriosos, donde las reglas que existen en la realidad  no son aplicadas —al menos en la mayoría de los sueños—. Podremos encontrar fantasía, terror, miedo, amor, amistad; incluso podemos soñar con aquello que te sucedió la semana pasada y no podías quitártelo de la cabeza.

Pero ahí se encontraba Seungcheol, con una sonrisa en su rostro mientras reposaba en su cómoda cama, tenía ambos brazos estirados a los costados de su cabeza y de su boca un fino hilo de saliva se escurría por su mentón. Tal y como se suponía, este chico estaba teniendo un sueño bastante placentero; pues, una enorme casa de chocolate contemplaba y tocaba con sus manos como si fuera una pieza de oro que era solamente suya y de nadie más. ¡Era como si estuviera caminando sobre tibios y suaves algodones de azúcar! Oh, espera, si estaba caminando sobre algodones de azúcar.

Rodeó la casa, aquella que se encontraba en medio de un bosque lleno de árboles muy verdes con sus respectivas frutas y una brisa agradable. Se detuvo cuando observó una estatua de chocolate blanco que por alguna razón no estaba para nada derretida.

Un ángel, una estatua de tamaño de un humano se encontraba con sus alas bien posicionadas y una pequeña sonrisa; no estaba del todo seguro si aquella estatua era hombre o mujer, pero era hermoso; miró aquella estatua detalladamente, no podía apartar la mirada de aquel ser tan bonito y bien hecho.

Despertó de golpe al oír el grito de una damisela en peligro dentro de su televisor, pues se había quedado dormido a mitad de una película de terror sobre su sofá. Bostezó y se sentó en el sofá acolchonado y apagó la televisión para luego refregarse la cara sintiendo un aroma bastante agradable y suave: vainilla.
Se levantó del sofá lentamente, chocando con su pequeña mesa de centro en el proceso. Se estiró, y al estar ya en sus cinco sentidos, miró el sofá de dos personas que tenía al lado derecho del televisor.

—Pero…

Sus ojos se abrieron con sorpresa, y asustado refregó con fuerza sus ojos y volvió a mirar: Una linda chica, descansaba en su sofá cómodamente, se veía en suma tranquilidad, como si aparecerse de ese modo fuera de lo más normal. Pegó el grito en el cielo y ella, despertó.

— ¡¿Quién demonios eres?! —Seungcheol dio un brinco en su sitio mientras veía como aquella chica se levantaba del sofá y lo miraba como si nada.

— ¡Hola! ¿Cómo estás?

Seungcheol arqueó una ceja confundido.

Pudo notar que, la chica realmente no era una chica, sino que un chico, lo supo con oír su voz, la cual aunque era demasiado suave, se podía distinguir en que bueno, era un muchacho quien tenía frente a él, uno con facciones demasiado finas, delgado, más bajo que Seungcheol, cabello largo y rubio atado a una cola baja, piel pálida y oh, era realmente hermoso pero, ¿Qué hacía allí?

— ¿Quién eres tú? —Seungcheol se acercó al chico cuidadosamente inclinado un poco, no apartaba la mirada del joven, y aunque quisiera, no podía hacerlo.

—Mi nombre es Jeonghan —sonrió el chico— ¿Tú eres Seungcheol?

El nombrado asintió.

— ¡Qué bien, no me he equivocado! —Exclamó Jeonghan alzando sus brazos con un poco de emoción.

— ¿Equivocado?

Si bien Seungcheol estaba confundido, desconcertado y de más, su miedo se había esfumado, y sabía que no era normal, pero claro, la sonrisa del chico y su actitud aniñada lo hizo olvidarse de su miedo por un momento; aún así era bastante misterioso.

Jeonghan sonrió de oreja a oreja.

— ¡Vengo a quedarme a tu lado!

Tengo Un Ángel En Casa / JeongcheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora