Diecisiete

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El pequeño de Jihoon estaba preocupado, su ceño se fruncía a cada imagen que veía desde la pantalla de aquella nube. Jeonghan había cumplido en todos los sentidos su misión, protegió de aquella bala a Seungcheol y la fecha para que Jeonghan volviera al cielo se acercaba, y sin embargo, seguía bastante angustiado.

Desvió la mirada de la pantalla y con seriedad pensó. Debía hacer algo si quería permanecer en buenas condiciones a su ángel, y también, a Seungcheol, quien antes vivía en profunda soledad.

Sus padres murieron cuando este tenía la edad de catorce años, un catastrófico accidente automovilístico creó una tristeza cualquiera como la de un hijo a sus queridos padres. Ante eso, Seungcheol permaneció solo, hasta que llegó Jeonghan.

— ¿Qué haremos, abuelo? —Preguntó Mark, un ángel joven e inteligente.

— ¡No me digas así, pequeñajo! —Gritó Jihoon— Respétame, no quiero repetirlo.

—Lo siento.

El hombrecillo suspiró, miró a su acompañante y se dirigió hacia un gigantesco armario de color blanco. No iba a permitir más tristeza.

Seungcheol se encontraba mirando a un Jeonghan con la boca repleta de papas fritas mientras que miraba su programa de televisión favorito. Últimamente no podía sacar la vista del ángel y tenía clara la razón.

Donghae no había vuelto a hablar con Seungcheol y Jun se la pasaba de viajes con un sujeto chino que conoció, aquel que se encontraba en la fiesta presente en lo sucedido.

Seungcheol gracias a eso, se sentía un poco más tranquilo.

Jeonghan se levantó con cuidado del sofá y se dirigió a la cocina, aquella que quedaba a la vista de la sala de estar. Seungcheol no despego un ojo.

—Ten cuidado —advirtió Seungcheol.

Jeonghan estiró uno de sus brazos para alcanzar un tarro de papas fritas con sabor a pizza de un mueble pegado a la pared; lo que causo que su camiseta se alzara levemente dejando a la vista un poco de su pálida piel.

Seungcheol tenía sus mejillas un poco sonrojadas, deseaba tocarlo. Sonrió un poco al darse cuenta de que su ángel no logró alcanzar su alimento preferido. Se levantó y se dirigió hacia Jeonghan.

—Ten —le extendió las papas fritas. Jeonghan las tomó con una sonrisa— sabes que no alcanzas, es alto para ti.

Y era cierto, los muebles eran altos y aunque Jeonghan no fuera bajo, no los alcanzaba del todo.

Seungcheol apoyó su mentón en la cabeza de Jeonghan mientras que la espalda de este se encontraba muy junta al fuerte pecho de Seungcheol.

— ¿Quieres? —Preguntó Jeonghan mientras comía con entusiasmo.

Seungcheol negó.

Inclinó su cabeza hacia el costado aspirando el agradable aroma de Jeonghan, el mismo que ya tenía casi todas las cosas de su casa.

Sus manos se deslizaron lentamente hasta llegar a la estrecha cintura del ángel y comenzar a acariciarla con suavidad.

Seungcheol frunció el ceño al escuchar los golpeteos de la puerta. Se separó de mala gana de su ángel y caminó hasta el portal abriéndolo claramente disgustado con la persona que entró sin permiso a la morada.

— ¿Qué haces aquí? —Preguntó Seungcheol al ver como Jisoo se sentaba en el sofá.

— ¿Cómo se encuentra Jeonghan? —Preguntó.

—Estoy bien, Jisoo.

Jeonghan entró en la sala de estar con una pequeña sonrisa en sus labios y en sus manos aquel tarro de papas fritas con sabor a pizza que tanto le gustaba.

Se sentó en el sofá individual.

— ¡No sabes lo preocupado que me dejaste! —Exclamó Jisoo ignorando la mirada seria de Seungcheol.

El más alto tomó asiento en el reposabrazos del sillón donde se encontraba Jeonghan.

Jisoo los observó atento, nunca había visto a su primo tan posesivo y sonriendo leve pero con ternura; podría odiar su extraña manera de ser pero no quería ahogar la felicidad que Seungcheol estaba sintiendo con Jeonghan. Quizá podría conocer un poco más a Donghae, no se veía mala persona.

—Bien, —sonrió Jisoo— solo vine a ver a Jeonghan, me preocupaba que estuviera siendo cuidado por ti. —miró a Seungcheol.

—Lo cuidé muy bien.

—Lo sé —Jisoo se levantó del sofá— se nota que Jeonghan está mucho mejor, ¿verdad?

Jeonghan asintió.

—Nos vemos, primo —se acercó a la puerta— por cierto, espero que no te moleste que conozca un poco más a Donghae —guiño el ojo y luego se marchó.

Seungcheol miró a Jeonghan alegre, tenía una sonrisa de oreja a oreja.

— ¿Qué sucede? —rió Jeonghan.

Seungcheol tomó el mentón de Jeonghan suavemente y lo besó, un beso con cariño y lento.

La aureola de Jeonghan apareció de la nada y se tiñó de un color rosa pálido.

Seungcheol se separó, sonrió y miró el collar junto con el colgante que descansaba en el fino cuello de Jeonghan. 

¿Cómo haría para tenerlo siempre consigo?

Tengo Un Ángel En Casa / JeongcheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora