Dieciséis

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Jeonghan despertó por culpa del sol que se colaba por la ventana, sentía su figura pesada y un cuerpo en sus piernas. Bajó la mirada, encontrándose con Seungcheol en profundo sueño sosteniéndole la mano derecha a la altura de sus labios.

Seungcheol despertó al sentir el movimiento de Jeonghan.

—Jeonghan —se incorporó— ¿cómo te sientes? —Jeonghan asintió mientras que se sentaba en la cama— te quitaron la bala. Te traje aquí para más comodidad pero vendrá un doctor a revisarte de vez en cuando.

—Me duele la cabeza —Jeonghan se llevó una mano hacia la zona nombrada para sobarla.

Y de pronto, Seungcheol recordó que, Jeonghan iba a sentir el dolor que los humanos sentían cuando la fecha de su desaparición se acercara.

No quería perderlo.

Se acercó aún más a Jeonghan para quedar sentado a su lado y el siguiente acto fue atraerlo hacia su cuerpo en un delicado abrazo para no lastimarlo, acariciando su cabeza con suavidad.

— ¿No me pasó nada? —Preguntó Jeonghan.

—No —Respondió Seungcheol— no puede pasarte nada, entonces, ¿qué pasaría con Santa?

Jeonghan sonrió y asintió con su cabeza.

Los días pasaron y Jeonghan se sentía mucho mejor gracias a los cuidados de Seungcheol; sin duda era un hombre atento y preocupado. El accidente no pasó a mayores y la bala fue extraída con rapidez y facilidad del hombro del ángel, obviando que debía descansar y seguir las instrucciones del médico, y de eso, se encargaría Seungcheol.

Jeonghan no pensó que estar acostado en la cama por tanto tiempo le resultaría tan aburrido; se sentía mejor y solo quería ir a sentarse al sofá a comer sus preciadas papas fritas, y eso haría.

Se levantó del lecho y se acomodó las suaves pantuflas que Seungcheol le había obsequiado.

Bajó las escaleras con cuidado, sintiendo un agradable olor a pollo frito en el camino, solo como Seungcheol sabia cocinarlo.

— ¡Jeonghan! —Exclamó Seungcheol haciendo brincar del susto al adverso— te dije que no te levantaras.

— ¿Puedo acompañarte? —Preguntó Jeonghan mientras que caminaba lentamente hacía una de las sillas de la cocina.

Seungcheol se acercó al momento de ver al ángel sentarse, se inclinó un poco y lo miró con un poco de seriedad.

—Bien —asintió con su cabeza— pero quiero que me digas todo lo que sientas, no importa si es el más pequeño dolor, ¿entendiste? —finalizó mientras que le entregaba una bolsa de papas fritas.

Jeonghan le sonrió con ternura y asintió con energía.

—Seungcheol —Comenzó Jeonghan. A lo que este lo miró— ¿Me quieres?

El nombrado miró a su ángel asombrado, y muy pronto, sentía sus mejillas calientes clara señal de que estaba sonrojándose. Sintió los tibios, delgados y suaves dedos de Jeonghan sobre sus mejillas, acariciándolas con lentitud.

—Si —Dijo con seriedad Seungcheol— te quiero, te quiero mucho.

Jeonghan sonrió mostrando sus dientes de una manera encantadora.

El reloj marcaba las nueve de la noche y Jeonghan yacía dormido sobre el sofá, siendo observado atentamente por Seungcheol; lo miraba con una sonrisa tierna mientras que acariciaba los rebeldes cabellos que amenazaban con caer en cualquier momento para esconder el bonito rostro del ángel.

De repente, mientras sus ojos no se despegaban de la cara de Jeonghan, sus pensamientos no dejaron espacio para nada más. No quería que Jeonghan se fuera, si, al principio lo deseaba con todas sus fuerzas, pero, quien diría que se terminaría enamorando de un ángel.

Pasó sus manos por su cara mientras que sus ojos poco a poco se cristalizaban.

No quería volver a sentirse solo.

No quería volver al silencio melancólico que se sentía en todas las habitaciones de su casa.

— ¿Por qué tienes que irte? —Se preguntó a sí mismo con voz baja y suave, admirando al ángel que tenía en frente de su rostro— ¿Es un castigo?

Sus labios tocaron por unos segundos los de Jeonghan.

—Jeonghan… No me dejes solo.

—Septiembre 04—

Tengo Un Ángel En Casa / JeongcheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora