¿Negociación?

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Dos dedos desmembrados que como dagas se clavaban a la pared lloraban las lágrimas sangrientas que él deseaba liberar al escuchar como la voz de sus pesadillas lo apresaba. Despreciaba el poder hipnótico que tenía sobre sí, aborrecía el tono conocedor con el que las palabras salían de la boca desconocida, el cómo hablaba de él como si conociera cada una de sus acciones pero no entendiese su motivo, su necesidad.

El sonido del goteo de aquellos dos miembros antinaturales, pertenecientes al mundo de las pesadillas no caían al suelo tal como lo hacían las numerosas otras heridas del ser horrendamente delgado y demacrado. Su sangre negra chocaba contra los pétalos de todas las flores que había destrozado con sus manos.

De cada una de ellas salía un sollozo conocido, un sollozo que intentaba reconfortarle, de todas y cada una ese sonido había hecho eco en lo profundo de su subconsciente a excepción de una, una sola maldición floral que había enmudecido, una que no podía recordar. Tan solo sintió dolor, un dolor que, ahora que la ira lo había abandonado y de rodillas se enfrentaba a su enemigo en un intento de no desfallecer en un ovillo, se hacía presente en su repugnante anatomía.

―Todas ellas... Son tus juguetes ¿no?

Silencio, no hubo una sola reacción en su pose de falsa sumisión y arrepentimiento. La voz guardó silencio por sendos minutos antes de proseguir. Los pasos sobre los charcos del pringoso líquido cubierto de pétalos hicieron eco por todo el corredor. Podía escucharlos pero la voz no hacía eco, lo atacaba directamente con el poder de liderazgo que solo podía compararse con la palabra de un dios.

―Cada una de ellas... No las dejaste huir. Sus almas se pudrieron y alimentaron lo que acabas de destruir. ¿Realmente puedes decir que las amas cuando has arruinado todo lo suyo? ¿Aun cuando has corrompido sus almas más allá de la salvación?

Reproches blasfemos de un infiel que no comprendía lo que pensaba. Su boca de abrió pareciendo regurgitar palabras sin significado alguno, no en los idiomas conocidos, no en los prohibidos, ni siquiera en su propia mente tenían una traducción directa al lenguaje de los hombres.

Su cabeza se elevó buscando encarar a la voz que no venía de ninguna dirección. Avanzó sin dirección alguna, sus sentidos estaban nublados. Su mano herida se arrastraba por el suelo dejando un rastro de rasguños y sangre mientras la lluvia seguía azotando la tierra. Por un momento se pudo escuchar un sollozo de su parte.

El dolor era demasiado poderoso. Dirigió su mano a su pecho, sus huesos se aplastaron en su palma pero el ardor desesperante de sus costillas volviéndose pequeños dientes que masticaban el interior de su cuerpo no se comparaba a lo que sentía en su interior, un sentimiento que en el fondo de su ser reconocía conocer desde hace mucho tiempo, un sentimiento que solo podía acallar en el fondo del pozo de sus deseos donde sus preocupaciones morían y podía ser genuinamente...

―No eras feliz. Intentabas ignorarlo todo desde el principio

Un tajo era lo apropiado ante aquella insolencia. ¿Cómo se atrevía a juzgar la propia forma de su vida? No quería tolerarlo, era demasiado, el dolor aumentaba. Quería llorar con todas sus fuerzas pero lo único que salía era sangre de las heridas que poblaban su cuerpo. Las lágrimas que debían salir de los ojos que no poseía solo se sumaban al abismo que estrangulaba su corazón.

Era demasiado, debía salir de allí. No era posible encararlo. Debía volver a su vida, necesitaba volver al "sueño" por el que tanto era criticado por aquel espectro de la destrucción. Si, era un horrible ser putrefacto del abismo, solo deseaba que lo perdiese todo. No debía olvidar eso mientras huía.

―Es muy tarde.

Otra vez ese desesperante tono. No, no debía escucharlo.

―No me iré.

¿Qué era lo que quería? Tenía razón, ese demonio había paralizado sus piernas temblorosas quienes por momentos dudaban en sostener su peso. Un suspiro salió de la voz quien pareció hacerse más fuerte, como si estuviese acercándose.

― ¿Quieres conocer el verdadero amor? ― ¿Fue eso un susurro?

No podía dejarse engañar por semejante engendro del profundo abismo, no. Él sabía lo que era el amor, el amor de tocar el corazón de tu amante en total intimidad, en clavar tus dientes sobre aquella suave piel y sentir como toda su calidez, como todo el contenido de su cuerpo y alma era para él y solo para él. Un matrimonio de carne y sangre donde sus almendras virginales le juraban fidelidad para el resto de su vida.

Pero al mismo tiempo el mero espejismo de aquella palabra salida de los labios de un ser tan profano le daban un rayo de esperanza. ¿Y si de verdad le mostraba el verdadero amor?

No, eso es imposible, solo podía ser una trampa, quería destruirlo pero ya no podía huir, estaba en el infierno que aquel maldito sádico había preparado para él pero lo había estado llamando por tanto tiempo, debía tener una razón para tan insistentemente sacarle de su utopía y esa razón era causar su hecatombe final, la muerte de su alma a menos que como varias de sus más queridas adoraciones, sagradas guardianas de sus recuerdos más dulces, escondiese el elixir más dulce dentro de sí.

―Ven conmigo...

Ahora sonó suplicante.

―No quiero morir... Por favor... Ya no lo aguanto más... Haré lo que quieras... Solo quiero volver a casa... Déjame ir a casa... ―resonó directamente de sus recuerdos en la voz de una de las partes de la amante perfecta que había abandonado en su Edén.

Sí, eso era lo que necesitaba: el alma del sádico torturador en el fondo debía ser la más preciosa gema que estaba esperando para ser llevada a su lecho. Fue con ficho pensamiento en su mente que sumisamente comenzó su andar en medio de aquel enorme espacio oscuro.

―Si... Por aquí... Finalmente lo comprendes...

Esa felicidad le resultaba tan deliciosa, le reconfortaba. Era esa voz a quien comenzaba a reconocer cada vez más femenina quien lo llevaría a la gloria. Era yendo a las profundidades del infierno del cual había escapado por tanto tiempo que encontraría aquello que había estado buscando desde hace incontables noches. Cientos, miles, millones de veces había sentido al sol quemar su pálida piel marcando el fin de su búsqueda de su búsqueda por las siguientes once horas en las cuales el frío gélido de la noche le indicaba que podía continuar, que las más fragantes flores habían salido en espera de que sus afiladas manos las cortasen de sus asperezas y defectos para hacerlas suyas.

―Finalmente te veré con mis ojos... En el fondo me hace tan feliz que lo entendieras...

Una felicidad tan profunda como para alzarlo del pozo de desesperación donde se encontraba lo dominó. Sus pasos se hicieron ansiosos una vez más. Sus rastros monstruosos de pringoso apestoso líquido negro esparcieron el mismo por todas partes, acercándose con desesperación cual hambriento perro de caza le hubiese dominado, sacando la puntiaguda lengua de su vientre con lujuria.

―Bienvenido... te he extrañado...

Lo vio.

Realmente lo vio.

La primera imagen que podía ver con los ojos de su alma estaba allí.

¿Por qué?

¡¿Por qué tenía que ser tan horrible?!

Hambriento DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora