Gotas de pringoso líquido carmín caen en medio de la oscuridad, derramándose sobre el suelo y formando un pequeño cuerpo de agua que refleja la tenue luz de la plateada luna que asciende como astro principal de aquella especial velada. Un baila que acababa de terminar con un confidente suspiro en el oído de la persona que mira al orbe celestial con perdida fascinación.
A su lado, reposando contra su regazo un cuerpo pequeño, infantil, pintado de rojo cuyos cabellos eran acariciados por una alargada y delgada mano, con cada roce mechones de cabello caían cortados, su cuero cabelludo era despedazado a base de numerosos cortes que se sumaban a los anteriores, no obstante, cierto era que ninguno de estos, por muy horrendos que fuesen, por mucho que su cráneo fuese expuesto, ninguna de esta podía eclipsar o tan siquiera disimular una profunda herida en la garganta, tan profunda, tan imponente que en lo más profundo de esta unos pequeños huesos blancos eran visibles.
Ninguna de sus heridas eran rectas, en todos los casos la piel se había abierto, estirado y desgarrado. El ser, su fiel acompañante en muerte levantó su pequeño cuerpo desde los brazos, hundiendo sus dedos en su tierna piel, haciendo que más liquido cayese al suelo como una horrenda y apestosa fuente interminable.
No pensaba, no razonaba, no sabía ni desconocía. Solo le constaba una cosa y aquello era que aquel joven e inerte cuerpo se notaba apetitoso. Acercó la cabeza de esta a su redondo estomago, lacerado en el medio por un corte limpio pero no sangrante que se deformó al mostrar una enorme hilera de puntiagudos dientes amarillos que apuntaban a aquel cadáver.
La herida se abrió más, aquel pozo oscuro seguía expandiéndose hasta que obtuvo el diámetro de la cabeza de su víctima y con un bestial, indolente y despiadado movimiento se escuchó el sonido de huesos romperse así como el sonido de gorgoteante sangre salía del cuerpo, como si fuese exprimida.
"Crac, crac..." Más y más sonidos de huesos rompiéndose lenta y tortuosamente mientras los dientes del abdomen de aquel ser se unían. Observando con inexistentes ojos a su compañera de baile, a su víctima, a su joven amada. Como todo amor aquel pronto hubo que terminar súbitamente, soltando aquellos esqueléticos dedos pintados de escarlata del ahora solitario cadáver, dejándola caer al suelo.
La inútil, desdichada y ahora decapitada infante yació, pintando el hormigón y la arena de aquel callejón con su propio color. Mientras tanto, su examante, vestido tan solo por la oscuridad se levantó y caminó hacia las grandes sombras de donde había venido, sin nada más que hacer, sin ningún otro objetivo en su ser entró por un agujero artificial a las pestilentes profundidades, dejando con sus largos brazos un rastro de sangre hasta su sitio de salida, donde desaparecería por una nueva noche.
La noche estrellada, dominada por la luna como astro principal para él se volvió un firmamento sin estrellas, una total oscuridad que obligaba a su instinto a ser su único guía, ya acostumbrado a la invision se dejó poseer por la certeza de que llegaba a su hogar, pasando por desecho humano de todo tipo y algún antiguo compañero de baile que desconocía su presencia, con su mirada fija al suelo en su estado cadavérico, sin atreverse a mirarlo llenos de vergüenza.
Sus pasos, con rastros puntiagudos, pasearon por el suelo, por las insanas aguas, por los desechos inidentificables hasta que llegó a su hogar, a su luz al final del túnel, el lugar donde sería amado. Donde recibiría el único tipo de cariño que conoce y que ha conocido desde tiempos inmemorables.
Su paso continuó por un jardín de manos, brazos y pies, plantados en el suelo, como si intentasen alcanzar algo, abrazando los pies de este quienes en algunos casos los rosaban, abriendo nuevas heridas o rasguños en estos. Aquello no importaba, ellos aun lo amaban, estuviesen con piel podrida, negra, con pus regurgitante de heridas en su escasa anatomía o fuesen de sus compañeros más antiguos y leales, acariciándolo con sus dedos hechos de huesos negros, desmoronándose a su paso.
Y finalmente, en su lecho, esperándolo con preciosa quietud estaban sus amores, hermosos rostros que reposaban sin impuros y sangrantes cuerpos en una madriguera donde podía sentirse en paz, donde podía ignorar el hecho inconfundible e ineludible de que no estaba satisfecho, era incapaz de estarlo, no podía pensar por un momento en por fin calmar sus ansias.
Y en el centro de este, su primer amor, su primera adoración, esperándolo, con cabellos rojos de su más confidente querida, con un pecho de quien fue la más difícil de conseguir, con los brazos de quien intentó acariciar su horrible rostro, con las piernas de aquella quien logró ir más lejos de él, llegando al extremo de casi parecer inalcanzable antes de sucumbir a sus encantos.
Y finalmente, observando sus ojos huecos, recordando su más adorable querida, de cómo sus ojos acuosos lo observaron antes de llegar al final. Finalmente se llevó su mano a la profunda herida de su vientre, abriéndola, derramando sangre en su sacro lecho hasta sacar un par de esferas, tomándolas con cuidado en las palmas de sus manos y plasmando aquellos preciosos ojos azules en el cuerpo colectivo el cual los aceptó, quedando casi completo, muy cercado a lo humano pero a la vez tan cercano a lo horrible, a lo inmundo, a lo indeseable.
Finalmente, posando largo cuerpo en el lecho producido, en el altar construido en nombre del amor, en su adoración, en la búsqueda de toda su vida. Reposó su cabeza en el regazo de su compañera casi perfecta mientras que a lo largo de su cuerpo otras cabezas se rosaban contra su cuerpo con un cuidado y amor insospechado para mucho mientras que sus pies eran acariciados por las manos que rugían del suelo cuales flores que con aquellos pétalos lo amaban.
Convertido en el centro de adoración que siempre buscó sintió a sus ansias no solo retroceder sino también desaparecer lentamente, hasta su centro. Su cuerpo re relajó, sus largos y afilados dedos se hundieron en algunas de las caras que lo observaban fijamente.
Y finalmente durmió, durmió sumiéndose en lo profundo de su psique, del paraíso en el cual se encontraba, admiraba y deseo con todas sus fuerzas. En contraposición, en los brazos de Morfeo, en el mundo onírico en el que ahora residía solo escuchaba gritos, veía por primera vez los rostros desgarradores de la muerte en todas sus formas y tamaños.
Temblaba, después de sentir por uncentecima vez lo que era el amor sintió por primera vez lo que era el miedo. El más profundo terror dominó su alma, el miedo dio paso a la furia, la furia llevó al odio. Odió tanto, odió con tanta fuerza como nunca lo había hecho, dejando que incluso en el mundo onírico cada vez más lucido, sin sentir nada, se vio rodeado por la oscuridad.
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Hambriento Deseo
HorrorEl amor es una de las emociones más misteriosas que se conocen. Todos hablan de ella pero aún así son muy pocos los que pueden describirla y para colmo quienes lo hacen se contradicen entre sí. Se dice que existe en todos los seres, no importa que t...