Capítulo 1

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- ¡Hola Giulia! – dije a mi amiga italiana.

- Hola, preziosa. –Me respondió su dulce voz a través del teléfono.

- ¿Qué tal estáis Luca y tú?

- Mi hermano está bien, y yo estoy triste, ¡me tienes olvidada! ¡hace siete meses que no te veo!

- Por eso te llamo, de aquí dos meses…

- ¿¡Dos meses más sin vernos!? – dijo Giulia bastante histérica.

- Espera a que acabe… De aquí dos meses, ¡me caso con Alan!, pero quiero que de aquí dos semanas te vengas a París para ayudarme con los preparativos.

- ¡MAMMA MIA! ¡La mia miglore amica se casa! No te preocupes que en dos semanas estoy en Francia para ayudarte. ¡Te quiero!

-  ¡Te quiero! – dije mientras colgaba.

Giulia y yo nos conocimos cuando teníamos quince años. Mis padres me enviaron a Italia ese verano porque mis tías viven allí. Uno de esos días, yo estaba en una heladería intentando pedir un cucurucho de chocolate y nata, cuando apareció ella y le tradujo lo que yo quería al heladero. Al salir, le di las gracias y me invitó a dar una vuelta, para enseñarme el pueblecito. Acepté y así es como descubrí que a ella le encantaba aprender lenguas: sabía inglés, francés, español, un poco de alemán e italiano. Me fascinó que una chica tan joven supiera tantos idiomas, pues  por aquel entonces yo solo sabía español, porque soy de Barcelona, y el poco inglés que se aprende en el colegio.

En ese momento oí un ruido de llaves en la puerta de mi pisito parisino. Me levanté del sofá y fui corriendo hasta la entrada. En cuanto se abrió la puerta me tiré a los brazos de Alan.

- Hola, cariño – lo saludé mientras lo besaba. Él, con mis piernas en su cintura, cerró la puerta con el pie y me llevó hasta el sofá, donde nos dejamos caer. - ¿Cómo te ha ido el día?

- Te he echado de menos – me respondió mientras hacía pucheros. No pude evitar reír.- Por eso he decidido llevarte a cenar.

- No hace falta, sé que estás cansado – le dije volviéndolo a besar.

- No te preocupes – me sonrío él con su perfecta dentadura. – Anda, ve y cámbiate.

- En seguida vuelvo.

Me solté de nuestro abrazo y me levanté. Me dirigí a nuestra habitación y abrí mi armario. “A ver” pensé “¿dónde puse mi vestido negro?”. Empecé a rebuscar entre perchas y perchas de ropa pero no encontré el vestido. En ese momento caí en la cuenta que estaba en el cesto de la ropa sucia porque lo había usado dos días atrás, cuando vinieron papá y mamá a cenar, momento que aprovechamos para decirles que nos casábamos. “Tendré que usar otro…”

Entonces vi mi vestido rosa palo. Era un vestido que compré en mi última visita a Italia. Se suponía que debía ponérmelo la última noche allí, pero al final ni Giulia ni yo tuvimos ganas de salir de fiesta y nunca lo llegué a usar. El vestido, elegido con  ayuda de la italiana, era palabra de honor y muy vaporoso. Me llegaba hasta las rodillas y tenía mucho vuelo. A juego también me compré unos tacones dorados y un bolso de mano del mismo color.

Me puse todo el conjunto, me maquillé un poco y salí al comedor, donde me esperaba mi novio. Cuando oyó mis pasos, levantó la vista de su teléfono y sonrió. Me puso una mano en la cintura y me acercó a él, pegando su frente con la mía. Justo antes de besarnos sonreí y le dije:

- ¿No querrás estropearme el pintalabios, no? Tendrás que esperar – ambos sonreímos y Alan, divertido, negó con la cabeza.

- Con lo sexy que estás, tu pintalabios poco importa. – Intentó besarme otra vez, pero decidí no dejarle ganar y me aparté, riéndome.

- Vámonos, que se hace tarde – le guiñé un ojo y me dirigí a la puerta contoneándome provocativamente. Alan, con su perfecta sonrisa en los labios, me siguió.

- Salimos del piso y bajamos las tres plantas cogidos de la mano. Cuando llegamos a bajo, nos montamos en su coche, que por cierto, me encantaba. Era rojo y deportivo, ideal para Alan.

En aquel momento recordé la llamada que había hecho a Giulia y se lo comenté. Le encantó la idea de tener por aquí a mi mejor amiga, pues sabía que de esa manera no lo presionaría tanto para que me ayudara con los preparativos de la boda.

Cuando estaba comentándole lo mucho que echaba de menos a la italiana, llegamos a un pequeño restaurante en forma de masía. Allí fue donde nos conocimos y eso hacía que nos encantara ir. Entramos en el local y nos sentamos en nuestra mesa habitual.

- ¿Qué quieres cenar, preciosa? – me preguntó mi prometido.

- Mmm… Sorpréndeme.

- No me será difícil – se levantó y fue a pedir. Tardó un buen rato, pero cuando volvió, me cogió una mano, me hizo girar y me besó. - ¿Te has sorprendido? – me susurró en el oído.

Le sonreí, sonrojada y consciente de que todo el mundo nos miraba, e hice que se sentara. Eso debió de hacerle gracia porque empezó a reír a carcajadas.

- Me encanta cuando te pones tímida. – dijo mientras aparecían las camareras con nuestros platos.

Nos dispusimos a cenar, entre bromas, besos y risas. "¡No tengo ninguna duda, quiero casarme con él!"

Nota de autora

Holaa! Esta es mi primera novela y no sé como me saldrá el experimento pero espero que os guste. Me gustaría hacer unas pequeñas aclaraciones. Las palabras preziosa (preciosa), la mia miglore amica (mi mejor amiga), etc. están en italiano, por eso están en cursiva. Por otra parte, no sé italiano y lo que quiero poner lo busco en el diccionario, así que si encontráis errores, perdonárme. 

Muchísimas gracias por leer! Besos!!

Ti amo, piccolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora