A través de la tela del bolsillo del saco y de la del pantalón y la del slip, sentí que la palma de su mano me quemaba. La foto también, me moría por verla, pero no era el momento. Sin embargo, la tomé de la cintura y apoye la boca sobre su pelo y empecé a reírme bajito, de los nervios
Cómo ella lo había hecho en el Valiant, en la playa oscura aquella noche. De apoquito, empezamos a sacudirnos con la misma carcajada silenciosa. Está vez, una risa compartida. De afuera, se vería cómo que estábamos llorando.
La vida le estaba ofreciendo a Mi la venganza más perfecta.
Resultó muy teatral, muy afectivo, porque la gente que no podía derramar una lágrima por mi madre se conmovió con nosotros dos y hubo un memonto de congoja general. Al ratito, mi padre se nos unió al abrazo y ahí yo pegué algún viraje con mis emociones y, de verdad, me puse a llorar. Poco después del golpe militar, mi familia conoció la desesperación. La noticia me cayó como una bomba. El novio de milagros era militar de la JP y de un día para otro tuvieron que huir del país. No tenían pasaporte, así que tomaron riego de irse en micro y luego cruzar el río por Paso de los Libres.
Mis tíos envejecieron diez años, en diez días.
Un año más tarde enviaron la foto del casamiento. Fue en la playa del Río, en la noche del año nuevo. Ella tenía una túnica blanca y un collar de flores y sus ojos únicos, y una sonrisa triste. Estaba descalza. En cuanto lo novio, tuve uno de esos pensamientos oscuros, tan propios de mi madre: (vale poco y nada. Siempre hay un roto para...)
Yo me casé con todas de la ley. Con fiesta en el Jockey Club y con mariela. Me gustaba y la quería, las dos cosas a la vez y por separado. Pero no logré enamorarme. Era una mujer apacible y a la vez valiente, y también tenía ojos claros, los invitados decían al retirarse que sería una fiesta inolvidable. Pero yo envidiaba- no la tristeza, tampoco el exilio- la libertad de aquellos dos: casarse a la orilla del mar en un ritual desbordante y caótico, sin lista de invitados, sin lista de regalos.
En un momento de la fiesta, nos fotografiamos con los padres de Milagros y la otra tía, la diseñadora de la bikini. Después yo salí al balcón a fumar y mi tío se acercó.
-Lo que daríamos por tenerla aquí, en esta fiesta. Pero imposible, ¿viste? Es muy peligroso.
Me repito todo el tiempo que lo importante es que esté bien. Y mirá que cabeza que tiene que está haciendo allá su segunda carrera...
- psicología, ¿No?-Si, y en portugués... la verdad es que está hija es un orgullo...
Me confesó en ese balcón que cuando supo que Milagros y el novio ya tenían planes de casamiento (ante el golpe de militar ) como el ya estaba caminando muy mal, me iba a proponer a mí como padrino. Que yo la llevará al altar. Recuerdo que tuve un pensamiento horrible: (menos mal que se exilió). No hubiera soportado llevarla a pasos lentos, sonriendo y con la marcha nupcial, hasta los brazos de otro.
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ojos belgas...
Short Storyla autora de esta historia de amor imposible es la señora Ana María Bovo