hace falta que te diga...

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- Primero te digo algo...
Me miró fijo a los ojos y por primera vez no me dijo (primo). Por primera vez oí. En su voz, mi nombre.

- Rafael.... No somos nada.

Se puso el casco sin atárselo y arrancó. A mí me costó arrancar porque me quedé desconcertado.
Enseguida Vi el accidente. Clave los frenos y salí corriendo por la mitad de la calle hacia donde estaba ella, gritando su nombre. En un instante, se le había cruzado otra moto en una pirueta inexplicable y la había arrojado contra el cordón. Tenía un corte profundo en la cabeza y ya estaba inconsciente.
A las tres semanas aún seguía en coma y con pronóstico reservados en la clínica donde ella trabajaba. Por ser médico y familiar directo me dejaban entrar a terapia intensiva a cualquier hora. Y quedarme a su lado y hacer interconsultas, y opinar, intervenir en el tratamiento. Llame a un colega de Córdoba, un neurólogo muy afamado. Viajo para verla y se quedó dos días observándola, estudiandola. Después propuso una medida muy audaz en función de la gravedad del caso. Fue para mí una tremenda encrucijada, sacarle toda la medicación y desentubarla para ver cómo respondía.
Qué, perdido por perdido, quizá ganábamos.
Llevábamos así veintitrés días y veintitrés noches desesperantes. Mi padre y el de ella venían puntualmente a la hora en que dábamos el parte y los mellizos se me abalanzaban cada vez que yo trasponía la puerta Vaivén. Tuve la oportunidad, la triste oportunidad de abrazarlos mucho, muchas veces, La nena, sobre todo, se parecía bastante a Milagros.

A mí personalmente me sostenía la esperanza de los viejos. Mi tío me repetía que qué sería de él sin mí. Y también repetía que como su hija se llamaba milagros, quizás nos volvía a nacer tan inesperadamente como el día en que había llegado a nuestras vidas. Yo no lo podía consolar porque estaba desolado. Había imaginado tantas veces que con cualquier pretexto pasaría por su casa, y ahora me sobraban pretextos para ir a verla, No se me iba de la cabeza la última frase que me dijo (No somos nada). Un minuto antes. ¿una premiación acerca de su muerte? No me cuadraba la personalidad de milagros diciéndome una frase que era tan usada por la gente mayor en los velatorio de antes. Un lugar común: ~No somos nada. Rafael... No somos nada.~

Una nochecita después del parte médico, mi padre me dijo en la sala de espera:
- hijo, ¿por que no vas a dormir? Cualquier cosa yo te llamo, lo prometo.
le apreté fuerte la mano y le pedí que me jurara que me iba a llamar ante el menor...
- Hijo, yo sé bien lo que a vos....
En otro apretón supe que él sabía que ella era mi amor imposible.
Llegué a casa, me descalcé, me tiré en la cama y me dormí profundamente. La soñe en la playa, tirada al sol. Yo la despertaba bruscamente, pero no con la pelota sino tirándole arena en los ojos. Ella los abría y me miraba fijo. De pronto me senté en la cama porque en medio del sueño descubrí que en el fulgor verdoso de su mirada había un destello, una revelación. Me miró en el sueño como el semáforo. Y entendí.

~ Rafael... No somos nada.~

No somos parientes, Rafel.

No hay lazos de sangre, Rafael.

No habría incesto, Rafael.

Me tiré en la cama y me puse a reír con los puños en alto, como si todo estuviera perfecto y se presentará muy promisoria nuestra vida futura.
Pensé que cuando ella despertara, y su los mellizos estaban de acuerdo, adoptaríamos una de esas familias que ofrecen los jueces: tres, cuatro, cinco hermanitos juntos...

Me volví a dormir. Me despertó el teléfono. Era mi padre, con la voz quebrada.

- Hijo... Hijo, te llamo porqué...

-Por favor, decime! Le grité.

- Es milagros... Milagros...

-¡Decime papá!

-Hijo, ella abrió... No terminó la frase y se puso a llorar.

Lloraba yo también cuando me oí decir:

- Abrió los ojos belgas?


                              Fin! ...

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⏰ Última actualización: Oct 27, 2017 ⏰

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