Arte |Ootori Kyoya|

Prólogo

-Bien. Aclarado todo esto, ¿señorita Ryuzen, acepta? -El director me miraba expectante, y aunque tardé un poco en contestar, al final le di mi respuesta.

-Acepto. Tan sólo espero que las cosas aquí sean entretenidas como usted afirma -acomodé el estuche de violín que llevaba en mi espalda- pero no crea que usaré ese horrible vestido como uniforme. Si eso es todo iré a buscar donde tocar.

-Lamentablemente las dos primeras salas de música están en mantenimiento, sólo queda la tercer sala.

Sólo asentí aunque la sonrisa del director me dio mala espina.

Estaba caminando sin prisa ni rumbo por los pasillos de esta innecesariamente gigantesca escuela.
Aún no cabía en mí mente el hecho de que el director me hiciera venir aquí apenas mi vuelo llegó sólo para que me inscriba como estudiante.

-¡Genial! Ahora no sé dónde estoy.

Suspiré. Ya no había nadie en los pasillos así que sólo me quedaba vagar por ahí hasta encontrar la dichosa sala. Así estuve unos quince minutos más, hasta que pude leer un pequeño letrero en el que puede leer "Tercera sala de música."
Sin pensarlo demasiado abrí la puerta sintiendo un leve viento proveniente de no-se-donde que agitó mi vestido y me obligó a cerrar los ojos. Cuando pude abrirlos nuevamente, frente a mi había un grupo de seis chicos y una chica que llevaba uniforme masculino.

-¿Qué trae por aquí a esta bella señorita? - me dijo un chico rubio mientras tomaba mi mano como como un caballero y la besaba  acercándose demasiado.
Yo quité mi mano y pasé de él. Eso había sido raro. Miré a todos hasta que decidí acercarme al chico con lentes, él, junto con la chica y el grandulón, parecían los más normales.

-Ugh, me dejó su baba -susurré.

-¿Están ocupando está sala? -antes de que me contestara, pude escuchar un  "Parece que has perdido tu encanto, señor" de parte de los gemelos y con un claro tono burlón.

-Así es. Esta es la sala del Host Club, él es Tamaki Suou el presidente -dijo señalando al rubio de antes, quien estaba deprimido en una esquina- Y yo soy Ootori Kyoya.

-Un gusto, yo soy...

-Ryuzen Tsukiri, 17 años, prodigio del arte y la más joven ganadora del premio a mejor novela -completó para mi sorpresa el chico de lentes. Algo me decía que tenía un plan, pero mi curiosidad me superó.

Lo miré levantando una ceja. Supe que estar por cerca de los host sería definitivamente entretenido. Sentí las miradas de los demás miembros, al parecer nuestra pequeña charla les llamó la atención.

-Es un honor que el tercer hijo de los Ootori conozca mi trabajo, sin embargo no puedo evitar pensar en esto como algún tipo de acoso. Se supone que no debería conocer mi nombre real.

Eso fue lo que respondí. Había escrito esa novela como un pseudónimo y nadie además de mi editor sabía como me llamaba en realidad.

-Para nada -esa falsa sonrisa me puso en alerta- pero sería una lástima que todos se enteraran de quien es.

- Ya sé adónde quieres llegar Ootori Kyoya, pero ya me di cuenta de que "él" es una chica... ¿Qué es lo que ofreces?

Los otros Host se veían sorprendidos porque descubrí su secreto, ¡pero vamos¡ no hacía falta ser un genio para descubrirlo.

-Seamos socios. Si puedes incrementar las ganancias del club considerablemente, recibirás una parte.

Al parecer ese no era su plan original, pero vaya que sabía manipular su situación. Era astuto. De eso no cabía duda. Miré una revista que tenía en sus manos, tenía fotografias de ellos, aunque bastante malas; seguramente mercancía.

-Mientras estar aquí sea entretenido no quiero ganancias -Mi respuesta al parecer fue inesperada, pero favorable para él. Lo noté en su expresión- Bien, stalker-san, a partir de hoy seré parte de su club.

-Es mi imaginación o es igual de perversa que el Rey de las Sombras -escuché decir al unísono a los gemelos.

¿Saben lo que se siente hacer un trato con un demonio?

Yo no lo sabía hasta que firmé un contrato que aseguraba el silencio mutuo con Ootori Kyoya.

Un trato. Una firma. Ese fue el inicio.