Capitulo 6

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Pocos conocían la furia de Lilibeth.

Era algo digno de ver, cuando alguien la hacía enojar.

Cada quien tiene un límite, donde su paciencia siempre se agota.

Lilibeth, tiene mucha paciencia.

Pero al igual que todos, siempre se rebela el demonio que llevas por dentro.

Apresurada por llegar hasta  la salida. Acelero el paso, tragándose la rabia por dentro. Lilibeth, pasó junto a una mesa pequeña que sobre ella, estaba un fino jarrón chino. Lo vio y lo lanzo lejos de su camino. Este estallo en miles de fragmentos, al impactar con el suelo. ¡Estaba más furiosa! que cuando se enteró que sus plantas se marchitaban en invierno.

De inmediato, con un inmenso temor, el mayordomo del palacio real. Abrió las puertas para la menor de las hermanas Aldrich. Paso tan rápido, que al mayor domo, no le dio tiempo de despedirse como se debe. Su ―Que tenga un buen día, mi lady― se lo llevo el viento, como un murmullo.  En un parpadeo, el carruaje de Lilibeth, partía hacia el horizonte lejos del palacio.

―Mujeres.

Suspiro, el mayordomo. Cerrando nuevamente. Las puertas del palacio.

**

―Has espantado a mi acompañante en esta mañana, que era tan tranquila. Espero Daniel. Que tu excusa y tu disculpa sea lo suficientemente buena, como para que no te saque a patadas de aquí.

Michael. Se pasó la servilleta por los labios cuando termino de hablar.

―Sin mí, no ganarías las batallas. ¿Es buena esa excusa?

Cuando Michael, clavaba aquella mirada tan peligrosa. Era porque no estaba para bromas. Daniel se pasó una mano por los cabellos.

―Nunca me retractare de lo que diga. Aun si, lo que digo está mal, o es grosero. Tu más que nadie, debería de conocerme. Yo no me ando por las ramas, mi Marques. Todo lo que obtengo, es ganado por mi cuenta. Sin deberle nada a nadie. No necesito de educación, para aparentar ser algo que no soy. Me crie desde abajo, lo que tu gente llama. "Bastardos". Y con lo que aprendí desde abajo, seguiré siendo como fui  cuando estaba abajo. Así que, no me vengas con pedir disculpas y todas esas palabrerías, porque me las paso por el culo.

Siguió comiendo de su manzana.

―Ahora yo te diré, mi amigo. En tu barco tú eres el que manda y tú eres el que habla de esa manera. En tus tierras, eres tú el que ordena y el que desordena. Y en tu pobreza eres tu quien te crías, pero. En mi mundo y en mi palacio, soy yo, quien manda,  ordena, desordena y el que cría. Si aún no entiendes lo que digo, te lo dejare de esta forma. Tú estando en mi mundo, harás lo anterior a lo que explique, de modo que, Lilibeth Aldrich, está en ese mundo. Por lo tanto, tus excusas y comentarios yo personalmente me los paso por el culo. Es simple, iras a disculparte con ella, si te niegas.

Michael se inclinó en la silla. Aun viéndole a los ojos.

―Correrá sangre.

Una sonrisa sínica se mostró en el rostro de Daniel.

―¿Me adviertes?

Pregunto.

Michael negó con la cabeza.

― Te amenazo.

Levantándose, Michael. Desapareció del lugar.

Daniel se quedó ahí sentado, cómodamente. ―No puede ver un lindo trasero, porque se le alborota el orgullo― Se dijo.

Las Hermanas de Plata Saga Eternidad IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora