Capítulo 2

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El había ido al pueblo solo a despejar su mente por todo el trabajo acumulado de unas semanas.

Su intención era solo ir y relajarse en algún lugar cómodo. Pero cuando presencio la escena más vergonzosa que vio en su vida, detuvo abruptamente su caballo.

Lo primero que pensó sobre lo que vio fue ― ¿Qué tipo de cabello es ese?


(...)

Nunca en su vida había visto un cabello tan claro en una joven como aquella. Bañada en lodo y junto a los cerdos, el Marqués Michael, dedujo que esa chica era torpe. Pero lo que le desagrado no fue el hecho de que ella fuese torpe, fue el hecho de ver, como aquel hombre y aquella mujer le daban la espalda a la joven.

¿Qué clase de compañía era esa?

Sin embargo, Michael se dijo que no era de su incumbencia, que a él no le importaban jovencitas torpes con una pésima compañía, que no eran su asunto. Continúo su camino. No supo porque pero sus ojos siguieron a la mujer de cabello, ¿plateado?

Sí, era plateado.

En fin, él no era precisamente amable o compasivo pero, lo que le hicieron a la mujer fue cruel. Además que no fue un accidente. La mujer que les acompañaba lo hizo, porque Michael la vio hacerlo. Cuando sin darse cuenta llamo a la jovencita, pensó con irritación ―Bien hecho Michael, ahora tienes que meter tus narices en este asunto de tontos—. A pesar de eso, ahí estaba, tras un árbol esperando a que la muchacha se limpiara el excremento de cerdo.

Lilibeth se sentía observada. Estaba solo con su camisola, limpiándose en un lugar no muy profundo del río. Claramente cualquiera podría ver su desnudes. Pero de cierta forma, ella confió en Michael en su palabra de que  no la miraría mientras se limpiaba.

―Ja, como si algún hombre quisiera verla desnuda―no pudo evitar reír ella, por aquel pensamiento.

Su institutriz y su hermana con constancia o siempre, le recordaban que su cuerpo era vulgar; que a un hombre nunca le gustaría ese tipo de cuerpos. Ella tenía unos pechos grandes, siempre recordaba lo que ellas le decían, y se los ocultaba con una venda que Denis siempre le colocaba antes del corsé. Esto ayudaba a hacerlos más pequeños. Ellas le habían comentado que las mujeres con unas curvas como las suyas, eran muy molestas para los hombres. Y no se hable de su enorme trasero, era lo más grande que tenía en su cuerpo, cuando tenia oportunidad su hermana, le recordaba que su trasero rompería algún día una silla.

―Siempre debes ir bien tapada y cubierta― eso siempre se lo repetía a ella misma, cada mañana.

Cuando salió del río en busca de aquel hombre, lo encontró silbando, relajado en un árbol bajo la sombra, alzo la mirada para verla y luego siguió silbando mientras se encaminaba hacia el caballo. Lilibeth. Noto que él, no llevaba puesto su saco, como anteriormente lo había visto,  el saco del marqués apareció frente a ella cuando el hombre se lo ofreció.

―Vamos cúbrete— le dijo.

Vaya que lo necesitaba, su vestido mojado no ayudaba para detener el frió que sentía. Nuevamente el marqués de Tayrel, la tomo de la cintura y la sentó en el caballo. Lilibeth no se molestó en protestar, comprendió a la primera, que al hombre no le gustaba que le llevasen la contraria.

Se sentía muy bien atendida por él.

―En el fondo, era muy amable― pensó Lilibeth. Mientras lo veía con expresión seria manejar las riendas del pura sangre.

―Disculpe mi lord. No me he presentado, si desea que no lo haga o que no hable puede decírmelo— le dijo con amabilidad y temor de lo que él fuera a responder.

―Yo no controlo tu cuerpo, muchacha. Puedes mover tu mandíbula las veces que quieras.

A Lilibeth, le dio gracia, ―Soy hija de los duques de Aldrich. Mi hermana es Elizabeth Aldrich, tal vez la viste en el mercado conmigo y con el Marqués de Bradbury.

― ¿Hablas de los idiotas con quien estabas? — Preguntó él y Lilibeth frunció el ceño.

―Señor, no puede hablar así de ellos. Son mi familia, bueno la mujer es mi hermana, y el marqués es... un amigo.

―Una hermana no empuja a un frutero, panadero y joyero, para que su hermana pase la vergüenza de su vida, llenándose de excremento— su voz estaba cargada de molestia y era firme. —Y mucho menos es un amigo, aquel que ni siquiera te ayuda a ponerte de pie, jamás debes darle la espalda a tus amigos. Si ese marqués fuera uno de mis soldados, ya le hubiese cortado la cabeza.

Lilibeth, se alarmo y hablo a la defensiva: ―Craig, no es como usted dice, es valiente por supuesto. Como lo has dicho, me llene de excremento, ¿quién ayudaría ha alguien en esas condiciones?

― ¿Ya no quieres mi ayuda?

Lilibeth, comprendió que no había sido una buena defensa.

―Oh, no me refiero a eso. Solo sé que ellos son buenas personas, mi hermana nunca me haría eso, fue un accidente.

Michael giro los ojos. ―Eres débil, no sobrevivirías en la guerra. Esa mujer con la simple mirada ya te está ahorcando, el hombre piensa que tú eres aburrida y tonta. Llevar tanto tiempo batallas de guerra, me ha hecho un buen analizador, se perfectamente la clase de personas que son. Y aunque no lo preguntes te lo haré saber; son la clase de personas que se aprovechan de la clase de personas como tú.

― ¿Y qué clase de persona soy?

―Estúpidas— le respondió directo y sin vueltas.

Era la segunda vez que se lo decía. ¿Tan mala era?

―No soy solo estúpida. También se cocer, tejer, leer, escribir, cocinar, se de construcción,  de matemáticas y también de literatura. Me otorgaron una medalla por ayuda a la comunidad. Soy extremadamente amable y sé que para nada interesante.

― ¿Quién ha dicho que no lo eres?

―Bueno tú lo dijiste hace poco.

―Dije, lo que tu amorcito piensa de ti. No hable en plural.

― ¿Amorcito? —Preguntó sin entender.

―Estas enamorada de él.

A Lilibeth se le tiñeron las mejillas de rojo. ― ¿Por qué te sonrojas, si es algo más que obvio?

Lilibeth no hablo más. Eso hizo que el marqués de Tayrel, girara sus ojos nuevamente.

―Lo siento, no es de mi incumbencia tu vida privada.

Algo incomoda, Lilibeth, llego a su casa. Le dio las gracias al Marqués, antes de que este se fuera ella corrió y lo alcanzo.

―Si lo desea mi lord, está invitado a la cena de esta noche.

Michael, la vio alzando una de sus cejas rubias y respondió: ―Será un placer mi lady.

Satisfecha, Lilibeth lo dejo ir.

(...)


Que belleza tan extraña y única. Pensaba Michael,  Plateado. Era un cabello plateado y unos ojos azules. Hasta su nombre era hermoso.

El Marqués llego a su castillo, ordenando de inmediato que le llevasen al despacho la biografía de la familia Aldrich y del marqués Bradbury. Personalmente ordeno una biografía de su conocida en el mercado, Lilibeth Aldrich.


Autora: Karin15

Editado por : Meryl_Divine

Portada: VicLoo

Imagen: Chris Evans como (Michael Tayrel)




Las Hermanas de Plata Saga Eternidad IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora