Intro

6.4K 697 507
                                    


20 de Abril

Su corazón da un vuelco cuando al fin llegan a los pies del que indudablemente debe ser el nuevo hogar de la persona, maletas en ambas manos, a la que ha acompañado durante todo el largo trayecto. Sacude la cabeza enérgicamente. No es preciso decirlo así.

No es como si tuviera corazón, en primer lugar. Sonríe al recordarlo y se lleva la mano al pecho: allí, donde hace muchos años latía algo —tantos, que ya ha olvidado la sensación—, ya no existe nada. Su verdadero corazón debe estar hecho polvo, bajo una lápida que reza un epitafio muy simple. Sus padres, al elegirlo, claramente no le habían consultado y por eso tenía un aspecto tan poco personal.

Aquí yace Kim DongYoung, amado hijo, sobrino y nieto

Que la gracia de Dios lo tenga en su reino

Solo recuerda su edad al momento en que el tifus atacó: cortos dieciocho años. La data de muerte, tal como comprobó la última vez en visitar el cementerio, ya no figura en la lápida. Lamentablemente tampoco es capaz de recordarlo: difícil es cuando ya lleva decenas de años vagando de un lado a otro, sin rumbo fijo, muy distante de lo que su familia ha consignado como esperanza inútil.

Aún el cielo y el infierno parecen burdos cuentos de hadas.

—¡Al fin!

Despertando de sus ensoñaciones, le ve girar el pomo de la puerta de entrada con una pequeña sonrisa en labios. Hace ingreso tras de él, sin importar que la puerta fuera a dar justo en su cuerpo porque, tal como está acostumbrado, la consistencia gaseosa de su cuerpo fue una facilitadora a la hora de atravesar limpiamente la superficie de gruesa madera.

Una vez dentro, sin embargo, no es capaz de contenerse.

—¡¿Pero qué-?!

Al comenzar sus destrozos se ríe a carcajadas como un niño pequeño, mientras juguetea con los diferentes artefactos que pueblan la minúscula casa: empuja la mesa circular del comedor hasta hacerla chocar con la pared; alcanza la lámpara colgante que se ubica justo por encima de la sala de estar y se amarra a ella, haciéndola crujir; lanza los pocos libros de lomo rojo hacia el techo, incapaz de lanzárselos a la persona que mira todo el caos reinante con la mandíbula prácticamente tocando el suelo.

—¡Ja, deberías ver tu cara!

Sabe que el chico no es capaz de escucharle, ni de verle directamente, pero nota la forma en que sus pupilas siguen claramente el caos que está dejando a su paso. Eso, en vez de detenerle, le insta a continuar. Siendo el único pasatiempo tras una eternidad sin sentido alguno, y después de haber pasado por todos los países del mundo en más de una ocasión, asustar a las personas con fenómenos a los que llaman "paranormales" se ha vuelto su actividad predilecta. Ríe una vez más, esperando un grito desgarrador por parte de su nueva víctima.

—Oye... basta ya.

Es su turno de ahogar un grito. Perplejo, mira la manera en que el delgadísimo hombre se estira como si hubiera recién despertado, a lo que prosigue un largo bostezo.

—No sé quién o qué seas, fantasma, aparición, duende; no me importa. Llevo más de un día sin dormir por los preparativos de la mudanza y lo único que quiero hacer es estar tranquilo, ¿sí? Así que espero que no me molestes y tengamos una convivencia pacífica, que de acá no me muevo.

Parpadea en la mayor de las sorpresas, y quiere responderle prácticamente a gritos: que su nombre es Kim DongYoung, que no es un maldito duende —preferiría ser llamado fantasma, si no es mucha molestia—, y que más le vale asustarse pues en sus décadas asustando a diversas personas jamás le ha tocado alguien tan reacio a colaborar.

Cae pronto en cuenta de que hacer cualquiera de esas cosas es imposible, y lanza otro de los libros que quedan en el estante, el que va a caer a sus pies.

—Tomaré eso como un sí —gruñe cuando el chico sonríe, dejando a la vista dientes blancos, como perlas—. Y por cierto, mi nombre es Lee TaeYong.

—Kim DongYoung, mucho gusto —bufa.

Es inútil. TaeYong se da la media vuelta, y lo acompaña hacia la puerta del fondo, que debe corresponder a su habitación. Justo antes de que se interne en ella, le ve voltear otra vez.

Sabe que es imposible que le esté mirando, como también sabe que es imposible sentir nada ya a nivel físico y, sin embargo, cree sentir escalofríos en la espalda mientras aquellas pupilas le devuelven la mirada fijamente.

Como si estuviera siendo visto por primera vez, después de una eternidad siendo ignorado.

—...Te llamaré duendecito.

Grita. Cuando patea la puerta que TaeYong cierra tras de sí, solo una carcajada se deja oír en toda la estancia y eso mismo le impide entrar a dicha habitación: no quiere, por ningún motivo, ver su burlesco rostro nunca más en la vida. No, a menos que sea para verle llorar en el más profundo de los horrores.

No pasan ni dos segundos, y ya tiene tomada una decisión que ayude a aminorar la vergüenza que siente tras un fracaso como fantasma.

Y es que esto es la guerra. 

Poltergeist // DoTae - NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora