Sólo es una fiesta

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–Que no iré. Deja de insistir, Kuro –con fuerza, el pequeño armador del Nekoma arrojó el aparato contra la muralla de su habitación. Estaba cansado de la insistencia de su capitán por ir a una estúpida fiesta de disfraces–. ¿Cuál es el punto? Es una fiesta como todas las demás, nada especial –se terminó de decir el adolescente y, como otras veces en las que no quería nada con el mundo, se hundió en la comodidad de su cama.

Como era normal en esas situaciones, Kenma se dejó llevar por la emoción de los videojuegos y el placer de devorar la comida chatarra que tenía en su hogar. Si bien, no era un gran fanático de las fiestas, siempre agradecía que sus padres sí lo fueran, lo que se reflejaba en la exagerada decoración y en la gran variedad de golosinas compradas, siendo esto último lo que más deleitaba al pequeño.

Las horas pasaban y el armador continuaba sumido en su pequeño mundo de pereza. Sus padres se habían ido a una fiesta de unos amigos, por lo que, el menor se encontraba solo. No era la primera vez que lo dejaban para irse a hacer sus cosas y tampoco le importaba mucho, es más, le gustaba tener todo el espacio para él solo. Le gustaba esa libertad y tranquilidad que conseguía estando de esa forma, siendo ideal para mantenerse en esa perfecta burbuja de aislamiento.

–Sólo un poco más y termino este nivel –la concentración se notaba en aquellos ojos rojos. La mirada le pesaba un poco pero aún no había acabado su juego–. Ya casi– se dio ánimos para continuar luchando contra el dragón del nivel 36 de su querido juego–. Ahora es cuando –pero justo cuando le iba a dar el golpe final a su enemigo, la luz se cortó, dejando el juego inconcluso y a un muy enojado Kenma–. Perfecto –ironizó.

No perdió más tiempo y dejó su submundo por unos momentos para dirigirse al lugar de los fusibles. Sólo era mover uno de los interruptores y la luz debía de volver al instante.

–Necesito una linterna –reparó al notar que le era difícil distinguir cuál de todos los interruptores era el correcto–. Iré por mi celular.

Al regresar a su habitación, buscó como pudo el pequeño aparato. Sabía que había quedado cerca de la ventana, después de haberse descargado con él. Después de remover unas cuantas prendas de ropa, logró sentir el teléfono–. Parece que aún funciona.

Efectivamente, el pequeño y maltratado objeto todavía funcionaba. Prendió la pantalla para buscar la aplicación necesaria pero, una gran cantidad de notificaciones llamó su atención. Algunos eran de sus padres, otros de Lev, Tora y muchos, bastantes, eran de Kuroo. De forma automática, se dirigió al chat de su amigo para saber qué tanto podría querer a esas horas. Muchos eran disculpas por haberlo presionado a ir a la fiesta, otros de que la noche era aburrida sin su compañía pero, después esos mismos mensajes habían perdido coherencia alguna.

–Pero qué... –el adolescente no lograba verle la lógica a la última parte escrita, mucho menos al mensaje de voz que había mandado su amigo. Sin dudarlo, presionó para reproducirlo y la voz de Kuroo no tardó en ser escuchada.

Kenma. No, no... no sé qué está pasando. Todo se fue a negro... no encuentro a los chicos y sólo he oído gritos desde entonces. Intenté llamar a la policía pero no funcionó.... Kenma, ayúdame. Se acerca, puedo sentirlo, me va a encontrar. Ken-

–¿Qué significa esto? –la sangre del armador se había helado y un sudor frío comenzó a descender por su espalda. Todo esto mezclado con la falta de aire que le estaba provocando un ataque de pánico.

Como pudo, fijó su mirada en un punto fijo, así como Kuro le había enseñado. Más de alguna vez le había funcionado y ahora no era la excepción. Cuando logró calmar su corazón, su mente comenzó a maquinar casi de inmediato. Debía ir por Kuroo y tenía que ser ahora.

Haikyuu. Drabbles y OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora