Contigo y sólo contigo

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El frío invierno azotaba con crueldad las calles de Tokio, que ya por esa época se encontraban vestidas por la blanca nieve que no cesaba de caer. Las temperaturas bajaban más con el paso de los días, así como las capas de ropa aumentaban en las personas, y Kenma no era la excepción.

Ya con 25 años, Kozume vivía en un pequeño pero acogedor departamento casi en el límite de la gran ciudad, trabajaba como ingeniero informático en una gran compañía de videojuegos y tenía un pequeño erizo llamado Kazuo. Aunque, ese pequeño animalito también era de Kuroo.

Tetsurō y Kenma comenzaron a salir desde el segundo año de universidad del menor. Por ese entonces, ambos arrendaban departamentos que quedaban cerca de sus respectivas escuelas como entre ellos mismos; siendo esa cercanía la que les permitió profundizar su relación, llegando a vivir juntos un año después de iniciada su relación. No obstante, no siempre duran lo que a uno le gustaría.

Fue casi seis meses después de que ambos se decidieron por tener una mascota que la relación cambió. Las pocas discusiones que solían tener se incrementaron de golpe, así como los malentendidos. Eran diminutos detalles que hacían que la convivencia con el otro fuera imposible, pero todo empeoró con la promoción de Kuroo.

Especializado en relaciones y comunicación, Tetsurō había logrado un buen comienzo cuando fue contratado por su compañía. Confiaban en él y estaban más que satisfechos con su desempeño. Logros que se vieron reflejados en el ascenso que le dieron en su segundo año de trabajo. Para cualquiera, era una maravillosa oportunidad para ampliar sus horizontes, sin embargo, para Kuroo era un difícil paso para dar.

–Serán sólo 18 meses –le explicaba Tetsurō como por quinta vez a un malhumorado Kenma.

–Ya sé eso –refunfuñó mirando la pantalla de su celular.

–Kenma, ya dame eso –con la poca paciencia que le quedaba en esos momentos, arrebató el molesto aparato que su novio tenía–. Y mírame, por favor.

Algo desganado, giró su rostro hasta enfrentarlo. Sabía que lo que estaba ocurriendo era tan difícil para Tetsurō como para él y también sabía que ambos estaban cansados por cómo su vida se había transformado en tan poco tiempo.

–Me iré a casa de mis padres hasta hallar un departamento –anunció.

–Espera, ¿qué? ¿De qué hablas? Esta es tu casa... nuestra casa, Kenma.

–Lo sé. Pero también sé que has notado que ahora no hacemos nada más que pelearnos y estoy cansado.

– ¿Estás terminando conmigo?

La pregunta del mayor lo sobresalto un poco por lo directo, y si alguien era así con sus temas era Kuroo. Prefería decir las cosas de una y dejar los rodeos de lado, ya que estos sólo entorpecían las conversaciones.

– ¿Es eso? –insistió.

–Sólo creo que estos meses los podremos tomar como un descanso para ambos. Es el respiro que necesitamos, Kuro.

Tetsurō suavizó la mirada que tenía en su novio y se acercó para abrazarlo. Llevó la cabeza del menor hasta su pecho y le regalo pequeñas caricias a su ahora negra cabellera.

–Espera por mí, ¿sí?

Kenma se dejó envolver por la agradable calidad que su novio le ofrecía, asintió ante la pregunta del mayor y le devolvió el abrazo.

–Y tú por mí.

–Siempre.

Esa fue la última noche que compartieron y disfrutaron de la compañía del otro. Al día siguiente, Kozume partió a la casa de sus padres, pero antes de irse, Kuroo lo detuvo.

Haikyuu. Drabbles y OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora