El juego en el que caíste

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Encanto superficial, inteligencia sinigual, gran confianza en sí mismo, falta de remordimiento, manipulador y mitómano; eso es un psicópata. Alguien que juega con las apariencias y que no tiene miedo de usar a cualquiera en sus juegos para conseguir lo que quiere. Aquella definición la tenían más que presente en sus mentes, y aun así no pudieron evitar caer en su trampa.

– ¿Qué es esto? –se preguntó Kenma al ver un pequeño sobre encima de su escritorio de trabajo. –Qué forma de empezar el día –se quejó.

Se terminó por aproximar a su zona de trabajo, dejando caer su anatomía en la cómoda silla. Iba a tomar la carta hasta que una llamada de su secretaria lo distrajo.

–Diga.

–Doctor Kozume, su paciente de las 10:30 ha llegado –le informó la voz femenina.

Suspiró ante lo dicho y acomodó su escritorio, guardando la carta en el primer cajón del mismo. –Hazlo pasar –pidió, mientras arreglaba su cabello en una cola baja y ajustaba sus gafas para luego dirigirse al sofá y esperar a su paciente ahí.

Así es, aquel tímido chico que se le dificultaban las amistades y prefería los videojuegos, era hoy un doctor, pero no cualquiera, sino un psicólogo. Su interés por esta área era debido a él mismo. Desde que tiene memoria, siempre supo que la ayuda que le brindaban no era la adecuada en realidad. Nunca quedó conforme con los consejos de sus terapeutas ni tampoco funcionaban de la forma en que debían. Sin embargo, no fue una decisión o fácil o instantánea, de hecho, su primera opción de carrera era la Informática. Eso era lo más lógico para aquel tímido adolescente pero la vida tiene sus vueltas. Al momento de aplicar a la universidad, cambió de parecer. Fue radical, pero para Kenma se sentía correcto, y hasta el día de hoy prefiere la psicología antes que la informática. Aunque, eso no implica que no siga jugando en las distintas consolas que compra cada año.

–Recuerda, no tiene nada de malo que te equivoques de vez en cuando –se despidió Kenma de su último paciente del día.

Exhausto, se dirigió al sofá que suelen quedarse sus pacientes durante las sesiones. Había sido un día largo, tratar con adolescentes introvertidos requería de mucha energía, paciencia y comprensión. Sobre todo, porque Kenma no quería que ninguno de ellos pasara la suerte que él mismo pasó cuando más joven.

Se dejó estar en el cómodo sofá, mientras masajeaba el puente de su nariz al dejar las gafas de lado. Prácticamente estaba listo para partir a casa y divertirse con su gato, Kumo, y así pasar el resto del día. Sin embargo, el molesto ruido del teléfono tenía otros planes para él.

– ¿Qué ocurre? –se extrañó al recibir una llamada a esas horas.

–Lo llaman de la línea dos, suena urgente.

–De acuerdo, gracias –cortó la línea para irse a la dos–. Kozume al habla.

–Oh, doctor Kozume, queríamos saber a qué hora se presentaría en la oficina del juez.

– ¿Oficina del juez? –dudó– Disculpe, creo que se está confundiendo.

– ¿Es usted el doctor Kozume Kenma, licenciado de la Universidad de Tokio de la generación del año 2013?

–Sí, soy yo, pero –

–Estaremos esperándolo hasta las 18:30 horas, por favor, no falte –le interrumpió.

–Pero, ¿de qué está...? ¿Hola?

La llamada había sido cortada, Kozume no entendía a qué se estaba refiriendo la voz del otro lado de la línea. Seguía sin encontrarle sentido hasta que–. ¡La carta! –recordó. Con prisa, se dirigió hasta el primer cajón de su escritorio para abrirlo. Sacó el sobre con impaciencia y fijó su vista en el sello que éste tenía.

Haikyuu. Drabbles y OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora