Matsue Suitoro

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La cálida luz del día se colaba por las persianas de la habitación de hotel, mientras un joven de negra cabellera reposaba sobre el mullido colchón. Sus mejillas estaban algo sonrosadas y una tierna sonrisa acompañaba los adornos de su rostro.

–Te veré en el festival, entonces– se despidió una voz por el otro lado de la línea antes de terminar la llamada.

Con la misma sonrisa que había mantenido durante esa conversación, dejó el aparatado cerca de su anatomía y, simplemente, se dejó caer en la cama. Estaba emocionado como no lo estaba en años: Kuroo vendría a verlo.

Si bien, siguieron siendo amigos desde que dejaron la escuela, la distancia de sus nuevos hogares y las distintas universidades a la que cada uno tomó rumbo, hacía que esa relación ya no fuese la de antes. No obstante, a pesar de todo eso, Kenma aún mantenía un sentimiento muy profundo dentro de él con respecto a su amigo.

Como cualquier joven adulto, el antiguo armador del Nekoma tuvo unos cuantos intereses amorosos, algunos que llegaron a ser –incluso– pareja del él. Sin embargo, esas relaciones no duraban más de un par de meses, en donde el azabache solía excusarse por su falta de tiempo para tener algo más que sólo amistad. Pero, en el fondo, Kenma sabía la verdadera razón, una en la que se dio cuenta sólo cuando su mejor amigo terminó la escuela.

Se maldijo más de una vez por no haberlo notado antes pero, ¿habría hecho algo al respecto? Si bien, quería decirle, de algún modo, su intención se vio eliminada al enterarse sobre el primer romance de su amigo con una compañera de carrera. Romance que, con el tiempo, llegó a ser una sólida relación, impidiéndole a Kenma a declararse. Pero, no todo está escrito. Después de dos años, Kuroo terminó con su novia, y 5 meses después le comunicó a Kenma que quería verlo, como en los viejos tiempos.

Estuvieron planeando por semanas en dónde encontrarse. Debido a que habían pasado 3 años desde que dejaron de verse como antes, ambos querían que fuera algo memorable. Después de un tiempo pensándolo, acordaron por el festival de otoño de Matsue. Si bien, ninguno vivía en esa ciudad, era la oportunidad perfecta para escaparse de las responsabilidades universitarias por unos días y disfrutar de alguna festividad.

Con sólo recordar sus planes con Kuroo, las mejillas del menor volvieron a tornase rosas a la vez que el nerviosismo se instauraba en la boca de su estómago. Estaba emocionado y no lo podía negar. Aún no estaba seguro en sí decirle sobre sus sentimientos, era un gran paso. Sin embargo, con volver a estar con su mejor amigo era más que suficiente.

Kuroo llegaría en la tarde, lo que le daba al menor el tiempo suficiente para mentalizarse e ir a buscar un encargo: su yukata. Kenma realmente deseaba que fuese un encuentro para recordar, y quería mostrarle a su antiguo capitán lo mucho que había cambiado en esos tres años de distancia. No sólo era el tema de su cabello azabache o el largo de éste, también estaba el tema de su ansiedad. Con la ausencia de Kuroo y las vivencias universitarias, Kenma logró superar –aunque sea un poco– la horrible ansiedad que lo agobiaba en el pasado.

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– ¿Qué le parece? –preguntó el dueño de la tienda–. Parece ser que el largo de la prenda es el adecuado, además, es un lindo diseño el que eligió para la tela.

–Está bien, me gusta –respondió, tímidamente, mientras se observaba en el espejo. Efectivamente, el largo de la yukata era el adecuado para su altura, pero, lo que más le gustaba era el diseño. Un par de gatos adornaban la tela que vestía y parecía que corrían por toda su extensión. Inevitablemente, una sonrisa se adueñó de su rostro al pensar en la reacción de su amigo.

– ¡Excelente! –exclamó el hombre a su lado–. ¿Se lo llevará puesto?

–No quiero que se ensucie en el camino –se excusó con rapidez. Rió el vendedor ante la rápida respuesta que se le fue dada. Le dejó para que se cambiara, entregándole –además– una pequeña bolsa para que guardara la prenda.

Haikyuu. Drabbles y OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora