Capítulo 3

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Capítulo 3

      Andrew observó la manera en cómo Keyra hacía una inclinación ante aquella presentación, mientras él le respondía. Para luego alejarse, después de que su tía política le llamase junto a sus primos.



— ¿Qué te ocurre, Adam?— le preguntó Jennifer con cierta picardía a su hermano Adam, que era tres años mayor que ella. Después de haberse alejado un poco de aquellas niñas que conocían aquel día. Ella apenas tenía seis años.

— ¿Ocurrido? ¿A qué te refieres?— expresó ocultando aquella impresión a ver a Keyra. Era algo que le ocurría por primera vez con alguien. Ella era una hermosa niña de hermosos ojos verdes claros y de cabellera castaña medio clara, que había llamado por completo su atención.

— Te ha llamado la atención aquella señorita... Y no me lo niegues. Ha sido obvio para mí...— le susurró mientras sonreía al ver a su hermano—. Prometo no decirle nada a mamá. No quiero que se muera de un disgusto...

— Jennifer...No juegues con esa broma tan pesada.

— Lo sé... Aunque yo vi que...

— ¡Jennifer!

— Está bien, no diré nada más...



     El atardecer pronto apareció, tras la brisa cálida y el ardiente sol. La familia Austen compartía únicamente con el matrimonio Wilson, así lo había decidido Theresa Austen, al ver la actitud tan prepotente de Lady Carrington y la forma como miraba a las dos pequeñas hijas de su difunta cuñada.



— Creo que ha llegado la hora de retirarnos.— le expresó Frederick a su esposa, después de ver su reloj de bolsillo.



     Adam desde lo lejos miró hacia donde se encontraba aquella familia, observando que realmente se irían. Aun así, no podía mentirse a sí mismo. Aquella niña lo había inquietado mucho. Una niña que iría creciendo un poco más en su ausencia, sin él poderse imaginar en lo hermosa que ella se transformaría.


  

       Tiempo después...



— ¿Y esa cara, primo?— le preguntó Andrew a su primo, al percatarse de su actitud.

— ¿Cuál cara?— dijo haciéndose el que no entendía su pregunta.



     Andrew sonrió al ver aquella actitud de él, le parecía tan cómica. Ignorando, al mismo tiempo, aquel futuro que les esperaba a ambos.



      Aquel antes y después que sería parte de sus vidas desde aquel preciso instante. Aun cuando para Andrew, esa sería la última vez en que vería a Keyra, siendo aquel adolescente que se convertía en hombre.



    Todo lo opuesto que le iría ocurriendo a Adam, hasta que él tuviese la edad suficiente para irse a estudiar también a Eton. Y compartieran juntos, aquel último año que probablemente le quedaría a Andrew en aquel lugar, antes de irse a estudiar a Cambridge.



      Y volviese realidad aquel sueño que corría por sus venas.



      Sólo quería salvar vidas. E impedir con eso que otro niño llorase la muerte de su madre, como había ocurrido con él siendo tan pequeño.



     Tiempo al tiempo, simplemente se decía a sí mismo, sin dejar de soñar con ese día.



     El tiempo siguió corriendo como el viento. Siguió atando cabos hasta que de pronto, pasaron diez años, en un abrir y un cerrar de ojos. Haciendo con ello, que tanto Adam como Andrew, se transformaran en los hombres que sus familias anhelaban.



— ¿Te preparas para regresar?— le preguntó Andrew a su primo, al verlo preparar sus maletas, al encontrarse en su propiedad.

— Sí...quiero visitar a mis abuelos...Y de cierta manera extraño Kempston.

— No me imagino a tu madre queriendo que regreses... Por lo que he observado por las conversaciones que ha tenido con mi tío, es que desea que le pidas la mano a Carlota Becker. La condesa de Whitstone.

— Lamentablemente, no puedo cumplir con su capricho. No podría comprometerme con alguien tan superficial, tan vanidosa y llena de prejuicios. Podrá ser la dama más hermosa de esta sociedad londinense. Pero no es lo que yo anhelo encontrar en mi vida.

— ¿Y pretendes encontrarlo en Kempston?— le preguntó con un tono gracioso, al cruzar los brazos.

— No importa donde lo encuentre. Solo sé que quiero regresar a casa...quiero visitar a mis abuelos. Quiero ver a mi hermana... Y...

— ¿Y? —alzó una ceja con interés ante aquella casi confesión.

— Olvídalo... No tiene importancia.

— Por tu actitud, no creo que no tenga importancia.— sonrío con cierta picardía.

— Ciertamente, sólo me encantaría volver a ver a alguien.

— ¿He de adivinar que hablas de la señorita Keyra Butler?... No has dejado de hablar de ella desde que lo recuerdo.

— Su prima y ella se preparan para ser presentadas. Tengo tiempo sin verlas, me gustaría...

— Asegurarte de que nadie más ponga los ojos en ella, sino tú, ¿o me equivoco?



Adam no respondió. Su silencio fue su clara respuesta.

Marchándose sin decir adiós (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora