Capítulo 8

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Capítulo 8

— ¿Podría expresarle algo, señorita Butler?

— Sí, por supuesto joven Carrington.

— Le suplico que, si mis palabras la llegan a ofender o les disgustan, me detenga— Keyra lo observó sin entender, mientras Adam respiraba profundamente—. Señorita Butler. Temo informarle que ya no puedo con este sentimiento que he estado ocultando por mucho tiempo. Usted es digna de que la admiren y aún más cuando es tan distinta a las señoritas de Kempston… Incluso de todo Londres. De toda Inglaterra.  

    Keyra sólo realizó un gesto cuando observó la extraña actitud de Adam. Estaba aún más nerviosa que él, sin hacérselo ver.

— Señorita, sólo quería declararles mis sentimientos sobre usted…Y saber si sus sentimientos son los mismos. Si correspondo a ellos…Y saber cómo encontrar la manera de decirle que la quiero…

— ¿Correspondidos?—dijo Keyra casi sin voz. No se esperaba aquello de parte de él—. Joven…Yo…

—Lo debí suponer…No…perdóneme mi atrevimiento… Me apresuré a pensar que al igual que yo usted también… Le pido que me perdone si le he ofendido.— expresó apenado.

— Joven Carrington…No he dicho eso. Me halaga saberlo, pero…

— ¿Pero? —preguntó él sin entender las razones de ella.

—No soy adecuada para usted— expresó ella al conocer cuáles eran los deseos de la madre de Adam. Aquella mujer deseaba para su hijo una esposa como la condesa Carlota—. Y eso hace que no pueda haber ningún futuro para nosotros… Y sería una tortura. Hágase la pregunta: ¿Vale la pena torturarse con un sueño que no puede hacerse realidad?…Y la respuesta es obvia. No. No vale la pena…Observe bien quien soy… 

—¿Y quién es usted?— preguntó, queriendo escucharlo de sus labios. Suponiéndose lo que la motivaba actuar así. Ella conocía sobre la decisión de su madre de que él se comprometiera con la condesa Carlota, al ser el próximo heredero del título de vizconde de Creed.

    Ella sólo pudo mirarlo, sin poder hablar, paralizada. Existen verdades que a veces duelen admitirlas. Y más cuando se está al frente de quien se ama. Si, ella lo amaba. Pero lo había callado en su silencio. Resignándose a que aquel instante nunca sucedería. Hasta ese momento.

—Dígamelo, por favor, se lo suplico. Dígame quién es usted. Y que me haría cambiar la decisión que ha tomado mi corazón…— dijo al mirarla fijamente.

—Soy exactamente lo que le dije que era... No soy más que una mala elección…No poseo fortuna alguna. Ni siquiera una dote para quien quiera pedir mi mano. Ni soy nacida de una cuna aristócrata como usted. ¡Míreme!... Sea consciente de mis palabras. Y no insista en esto. Por favor…  Le dolía aquello que estaba haciendo, pero sabía que lo hacía por el bien de ambos.

—Eso no me responde nada…  ¿Quién eres? — repitió él, no obstante ella se negó a responderle, marchándose de allí. Huyendo de aquel sentimiento que le hería. 

  
    Una de las razones de por qué se había negado a ir aquella mañana a la casa de Lord Wilson, había sido aquella. Estar en frente de Adam le recordaba lo inadecuada que ella era para él. Quería no sentir más lo que sentía desde que había vuelto a cruzarse en su camino. Y aquello la desvanecía y la destruía. Incluso más de lo que ella se lo esperaba. Y ahora cuando él había ido por ella, y había pedido hablar con ella. Sin imaginar lo que lo había motivado irla a visitar en realidad. Se sentía  aún peor. Sin saber que más hacer. 

   Keyra se sintió desanimada. No había esperado que él hiciera caso omiso de los deberes impuestos por su posición para enamorarse con una persona como ella. No quería pensar más en aquello. El corazón le dolía.

— ¿Qué pasa, Keyra? — se dijo a si misma al llegar a su habitación. 

   Keyra se sujetó del marco de la puerta, para no perder el equilibrio y caerse, cuando la cerró. Sentía poco firmes las piernas, sentía poco firme el corazón. En cualquier momento se echaría a llorar, ¿y por qué? ¿Por qué el hombre al que amaba, ella no podía corresponderle? ¿Por qué se había negado a aquello que su corazón le impulsaba a gritar? Ella lo amaba. Y si todo entre ellos hubiese sido diferente, ella hubiese aceptado sin pensarlo, sin negarse y sin huir de Adam.

   
     La sociedad Inglesa podría aceptar aquel matrimonio. Ella era hija de una buena familia, solo que nunca había sido heredera de las propiedades de su padre. Su tía se lo había dicho cuando ella era una niña. Y ni siquiera aquella mujer le permitió a su tío Frederick ver aquel testamento en nombre de sus sobrinas, al ser ella la tutora legal. La que estaría a cargo de sus dos sobrinas. Aun cuando a la final fue su tío quien se encargó de ellas. Sin embargo, era algo que no tenía importancia para Adam. Él no le importaba el estatus social de Keyra. Él la amaba. Y si era necesario obligar a su madre, para que aceptara a Keyra como su esposa, él estaba dispuesto a hacerlo. Y si no, estaba dispuesto a ver como su madre  les daba la espalda. Y vivir con eso.

Marchándose sin decir adiós (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora