Desde la profundidad de la calle 20, apareció una señorita. Resaltaba el imponente rojo fuego de su vestido. Sus zapatos de tacones altos, acompañaban su andar resplandeciente. Sus piernas al moverse, parecían de porcelana; muy frágiles, pero imposible despreciarlas.
La dama de rojo giró por la calle 21 y se sentó en el banco, junto al hombre del sobretodo.
Él no le dirigió una sola palabra.La dama sacó de su pequeña cartera un cigarrillo, y cruzó las piernas.
—Acá estoy —dijo mientras buscaba una cerilla—. Lo pensé. No dudo... ya no más.
Aquél hombre que parecía una estatua infernal, una roca inamovible, extendió su mano derecha junto con un encendedor, y acercó la llama al cigarro.
—Gracias.
Ella le dio una pitada al cigarrillo, y espiró el humo blanco-grisáceo que se perdió en el aire.
Su mirada también se perdió.
Sus ojos se cristalizaron y las lágrimas se abrieron paso por sus mejillas. Sus finas manos temblorosas, eran moldeadas por las respuestas de sus impulsos nerviosos.
—De seguro que al encontrar el cuerpo, dirán que hay detrás una historia amorosa —ironizó ella mientras le dio otra pitada al cigarro—. ¡Buscarán a su hombre! Lo sé... así funciona. Al amanecer la prensa cubrirá una noticia con esa tapa, y se fomentarán las novelas de amor y asesinato...
El enigmático hombre se levantó y se ubicó frente a ella.
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La Calle 21: un encuentro con la muerte
ContoEn este breve relato, las víctimas son mujeres de alta clase, muy bellas. Pero lo curioso es que ellas no huyen del asesino, sino que lo buscan a él.