Snowball

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—Una vez que termine esto, te deberé un favor.

Luce soltó una carcajada —Me deberás dinero amigo.

—Esta es la última bolsa— dije mientras la colocaba en la camioneta de Luce.

—Bien— contesto y después soplo el mechón que estorbaba su rostro.

—Ahora solo falta un pino.

Ella alzo una ceja.

—Se que he pedido mucho, pero, ¿podrías ayudarme?

Ella rodó sus ojos —Más te vale dejar una gran propina en el bar.

Entramos a la camioneta —No creo poder ir al bar en un tiempo, estoy quebrado.

Ella rió —¿Quebrado? ¡Son los adornos de mi casa!

Sonreí al recordar que casi le pedía de rodillas que me prestara el polo norte de su casa.

—Que más te vale devolver como los encontraste.

—Lo prometo— puse mi mano en mi corazón. Subimos a la camioneta prestada y arranque el motor para ir al gimnasio de la escuela.

La melodía de la canción en la radio inundaba el auto, hasta que Luce decidió apagar la calefacción y bajar su ventana.

Afuera estaba helado, pero ella extrañamente disfrutaba el aire, no importaba que su nariz ya estuviera roja, Luce no perdió la oportunidad de sacar una buena porción de su cabeza y sus brazos. La canción de los Beegees me hizo recordar que ya estaba en el presente, mi corazón roto no podía estar así toda mi vida, ¿cierto?

Aleje mi mirada de la de repente confusa imagen de Luce.

Respire profundamente y mire la escuela a lo lejos. Me estacioné cerca del gimnasio y baje de la camioneta.

—¡Señor Lerman!

Mi cerebro lucho tanto para mantener mi boca cerrada y que una maldición no saliera de esta.

—Buenas tardes, señora Canterbury.

Ella miró el contenido de la camioneta.

—Son los adornos, traje una amiga para que me ayude, no será un problema, espero.

Ella asintió sonriendo— Seguro, prosigan.

Luce bajo de la camioneta y tomo una bolsa.

—¿Me vas a ayudar?

Fui con Luce y tome otra bolsa. Caminamos juntos a la entrada del gimnasio. Era sábado así que no había ningún mocoso preguntón.

Colocamos ambas bolsas cerca de las gradas, Luce comenzó a sacar los focos de Navidad.

—Agh, juro que los deje ordenados.

Frustrada intentó quitar los nudos.

—Déjame ayudarte— le dije tomando del otro extremo.

Juntos empezamos a tirar de los focos, notaba como refunfuñaba cada vez que le daba un tirón, sonreí ante tal imagen.

—No veo que hagas algo Lerman.

Reí porque sabía que la observaba. Empecé delicadamente a quitar los nudos. Al terminar nuestro arduo trabajo, empezamos a colgarlos en el escenario.

—Veamos como brillan estos bebés— dijo entusiasmada, corrió tras bambalinas y conecto el cable. Todas las luces prendieron, haciendo que el lugar se viera más navideño.

—No cabe duda, si sabes decorar Sra. Claus.

—Ahora el árbol.

Camino hacia la salida del gimnasio, yo la seguí, juntos bajamos el árbol de la parte de atrás con cuidado, procurando no tener un accidente.

Eterno NY (PSEMC2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora