Día 5: Dolor por más memorias que no existen (PM20)

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Tosio sonoramente cuando finalmente se armó de valor y movió con seguridad aquella enorme sábana gris que utilizaba para cubrir diversos objetos y evitar que se llenarán de polvo. Uno que se había acumulado encima de la tela y había ido a parar directamente a su nariz, haciéndola toser y estornudar repetidamente.

–Por dios —gruño por lo bajo mientras intentaba cubrirse la nariz utilizando su brazo—. ¿Hace cuánto que no entramos aquí?

Preguntó incrédula al aire mientras veía el montón de objetos inútiles que habían ido acumulando a lo largo del tiempo, varios de ellos ya se encontraban en un obvio y avanzado estado de oxidación, mientras que otros tantos sólo parecían tener si salvación si invertían una pequeña cantidad de dinero para mandar a arreglarlos.

—Aunque no creo que eso sea algo en lo que ellas quieran invertir su tiempo. —susurro para si misma tras pensárselo unos minutos.

Llevaba más de una hora ocupada limpiando aquel desván que llevaban más de un año evitando y en cual únicamente se habían encargado de aventar más y más cosas con el paso del tiempo. Hasta que finalmente se habían visto en la necesidad de una habitación extra y tras varios juegos perdidos de piedra, papel o tijeras, no le había quedado otra opción más que ser la voluntariamente a fuerzas de llevar a cabo la tarea de limpiar y tirar todo aquello que ya fuera clasificado como basura.
Es decir, todo en esa habitación.

–Ellas y su complejo de no tirar nada —se quejo mientras hacía fuerza para quitar una extraña lámina demasiado grande y que jamás en su vida había visto que la utilizarán para algo—. ¿Quién demonios puso esto aquí en primer lugar?

Tardó poco más de diez minutos para poder despegarla de la pared, ocasionando un horrible chirrido debido a la forma en que topaba tanto con techo y suelo, hasta que finalmente la parte superior se tambaleo y debido a su poca dureza —pues la lámina era delgada y ligera—, tuvo que hacer malabares hasta finalmente ser capaz de sacar aquella cosa del cuarto, soltando un suspiro que denotaba el trabajo que le costó llevar a cabo tal tarea.

—Al fin —se aplaudió a sí misma mientras se quitaba el exceso de polvo entre las manos—. Y supongo que esto sería to-...

Su voz se cortó de inmediato cuando regresó la vista a la casi vacía habitación, en la cual quedaba un único objeto que había estado ocultado tras la lámina que acababa de quitar.

— ¿Mi bicicleta?

Preguntó al vacío, con una combinación entre sorpresa y nostalgia al ver tan abandonado objeto acomodado contra la pared. Con una mirada llena de lamentación se acercó a ella, acarició el sucio mango y mirando con dolor el estado deplorable en que se encontraban las cadenas.
Recuerda entonces, han pasado casi dos años de cuando tuvo aquella espontánea y absurda idea de salir de casa tras una discusión con sus hermanas, ofendida por la forma en que la trataban por ser únicamente la más pequeña entre todas ellas. Ese día recuerda haber tomado la bicicleta y pedalear hasta los límites de Cerulean City con la decisión de irse para iniciar un viaje y convertirse en una reconocida maestra de pokémon de tipo agua, deteniéndose únicamente tras recordar las palabras de una preocupada Daisy, la hermana mayor que no se encontraba realmente de acuerdo en que ella realizara tal viaje.

Y fue en ese momento cuando se encontró con una encrucijada, irse de casa para ver qué le depararía el destino... O regresar al gimnasio.

No hizo falta pensarlo por mucho tiempo cuando las voces llenas de inseguridad de sus hermanas la bombardearon, quisiera o no probablemente Daisy tenía razón y lo mejor sería quedarse en casa, con ellas. Tomando también en cuenta que ella parecía la más interesada en que el gimnasio siguiera siendo un gimnasio... Y no un lugar que regala medallas si más de tres retadores ganan sus combates.

Y por eso dio la vuelta. Dándole la espalda a aquel futuro incierto que el destino con mucho cariño debía de haberle preparado.

–Me preguntó... —susurra con inseguridad, sin apartar la vista de objeto inanimado del cual aún se  encontraba tocando el mango—. ¿Que hubiera pasado si ese día me hubiera ido?

Es entonces cuando su mente hila una historia en cuestión de segundos. Probablemente se hubiera detenido en alguna parte del camino para probar suerte junto a algún río o arroyo cercano después de pedalear una gran distancia, terminando por pescar a una persona que terminaría por robarle la bicicleta y luego de alguna forma también la destruiría.

—Tonterías —suelta junto una risita, mientras niega con la cabeza, intentando ignorar aquella extraña sensación que se había instalado repentinamente en su pecho, como si de alguna forma pensar de aquella forma fuera algo doloroso—. Como si algo así pudiera pasar.

Continúa riendo mientras finalmente saca la bicicleta de aquel cuarto, tomando la lógica decisión de dársela a los hombres de la basura, después de todo, ella ya no la volvería a utilizarla.

Pokeshipping week 2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora