Las habladurías populares de Alangtrier aseguran que es un mal augurio realizar cualquier tipo de celebración en noches de tormenta, que tal sacrilegio atrae a la muerte. Se rumorea también que el clamor de los fallecidos se transforma en el aullar de los vientos veloces que recorren las calles del centro y que se esparcen luego por las afueras, antes de abandonar el mundo. Algunos creen incluso que cada rayo y que cada trueno representa a un alma que es robada de la tierra por un enviado sin rostro del más allá.
Como en todos lados, aquí se dicen muchas cosas, pero pocas son reales.
He aprendido que está en la naturaleza humana el buscar un chivo expiatorio, un algo o un alguien que cargue sobre sus hombros con las desgracias mortales, con el dolor y con la injusticia creada por la sociedad misma. Se han inventado nombres y razas de seres aterradores y de guardianes que irradian luz para combatirlos. Se escribieron libros y leyendas sobre guerras milenarias entre los representantes del bien y los del mal; textos que venden como testimonio real, a pesar de ser pura ficción.
A lo largo de la historia, se han proclamado mitos como verdades y charlatanerías como religiones. El hombre asegura tener las respuestas espirituales a todo lo que ocurre, cuando en realidad se ahoga en su propia ignorancia. Y, si algo tienen en común las falacias mortales que se han creado alrededor del mundo, es el extravagante despliegue de imaginación.
¿Almas que se tornan viento? ¡Dónde se ha visto! ¿Que cada rayo es un enviado sin rostro? ¡Pero cuántos se creen que hay en el mundo! No podemos estar en todos lados a la vez. ¿Es que las personas son tan egocéntricas que piensan que solo llueve en su reino? ¡Ilusos! Tan ignorantes son que incluso han llevado a los Ents al borde de la extinción porque creen que sus profecías solo pronostican catástrofes. ¡Ridiculeces! ¡Delirios!
Debo reconocer que, al menos, entre las falacias nacidas desde la incomprensión mortal, existe una verdad irrefutable: los demonios asomamos casi siempre durante noches de fuertes tormentas como las de hoy, atraídos por el bullicio y por la algarabía de los festejos. Celosos ante el regocijo hipócrita en medio de un escenario mortuorio. Nada nos excita tanto como la inmoralidad, como lo profano.
Si esta afirmación humana tiene sus orígenes en el conocimiento real o si es una mera casualidad, una coincidencia impredecible, no lo sé, pero debo admitir que es un acierto. La vanidad atrae a los malditos.
En lo personal, desde los orígenes de mi longeva existencia, he considerado al hombre como a un animal más en el montón. Como a una mascota domesticable que pronto se marchita. Me he apropiado del rol de observador, de un titiritero que en escasas ocasiones se divierte con las marionetas y monta una función.
Soy testigo y lo seguiré siendo por mucho tiempo. Sin embargo, el paso de los milenios por momentos se torna tedioso y debo buscar entretenimiento en las criaturas mortales. No permito que mi influencia sea notoria o exagerada, pero deleito mis ojos con el sufrir ajeno, en especial cuando yo soy el causante del dolor.
Me absorbe un placer incalculable cuando veo a los mortales subyugados ante la miseria de sus propios errores. Los odio, pero amo su sufrimiento. Admiro el valor de aquellos que ponen su propio egocentrismo por encima de la moral, en un pedestal más alto que lo correcto. Me excitan las carcajadas presuntuosas de aquellos que saben que, mientras disfrutan de una buena copa de vino y derrochan sus posesiones, otras personas mueren de hambre no muy lejos de allí. Y no les importa en lo más mínimo.
Hoy, como es costumbre entre ellos, festejan con hipocresía los humanos que poseen más Vert que Frimt. Celebran aquellos que han renunciado a su pureza. Construyen sus espaciosas viviendas sobre los cadáveres de quienes no tienen donde dormir y acumulan riquezas que jamás llegarán a utilizar.
Disfrutan de su finita vida a costa del sufrimiento ajeno, no por ser los causantes, sino por no sentir la inclinación de hacer un acto de bondad.
Deliciosos. Arrogantes. Miserables. Entretenidos.
Los humanos son los seres más cobardes que mi milenaria existencia haya tenido la desdicha de observar. Su estupidez me sorprende y me cautiva a partes iguales. Esta es, posiblemente, la única raza a la que nunca antes he tomado con seriedad. He jugado con ellos en el pasado, sin mayores expectativas que huir del tedio por algunas semanas. Sin embargo, desde que he posado mis ojos en Dorian Gray que preveo décadas completas de diversión.
Él será el títere perfecto para mi nuevo espectáculo. Su alma ha despertado mi curiosidad.
Es una certeza irrevocable que los humanos que nacen y crecen rodeados de oscuridad, que tienen tendencia a la corrupción. Algunos, quizás, en mayor medida que otros. El Frimt de Dorian, a pesar de ello, hace lo imposible por construir barreras invisibles que bloquean su maldad latente. Sospecho que su Vert, reprimido y ahogado, muere por salir a la luz y que estallará al ser liberado. No será difícil influenciarlo. Depravar su realidad me brindará diversión y alimento.
Me alegra haberlo encontrado antes de que mis hermanos lo hicieran.
Es hora de jugar.
Es hora de cenar.
Dorian Gray, voy por ti.
¡Bienvenidos! La canción que sale en multimedia me acompañó durante la escritura de toda la bilogía y representa muy bien a nuestro narrador. Se las
Frimt y Vert son dos palabras creadas para la novela, ya irán aprendiendo qué son a medida que avance la historia.
ESTÁS LEYENDO
Corromper a Dorian Gray (CDLH #1) (Completa)
Fantasy☆ ¿Qué ocurre cuando el hombre más atractivo del continente vende su alma a cambio de eterna belleza? ☆ Dorian Gray vive una vida monótona, rodeado de lujos y de placeres. No tiene ambiciones particulares, hasta que un misterioso ser le hace notar...