| | «C a p í t u l o 3» | |

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I

La tormenta se reanuda poco después del mediodía, casi con tanta intensidad como durante la noche anterior. Las fatales consecuencias que acarrea me colman de algo similar a la algarabía. Escucho a lo lejos el caer de árboles y gritos perdidos que hacen eco en el centro urbano del reino de Alangtrier. Visualizo cosechas arruinadas, ríos desbordados, naufragios en la costa, aludes en la cordillera, viviendas que se desmoronan y tragedias menores por doquier. Quisiera presenciarlo todo, pero contengo mi ansiedad y concentro mi atención en Dorian, en cada minúsculo movimiento de su persona y en absolutamente todas las ideas que cruzan por su mente.

Los artistas se han marchado ya, y él no logra comprender cuál es su impresión al respecto. Como seres humanos, los desprecia por su baja cuna y por su falta de modales. Pero sus obras, ¡oh, sus hermosas obras! Dorian desea poseerlas; de hecho, quisiera adueñarse de los hermanos, adquirirlos como parte de su colección personal para encerrarlos donde no tuviera que volver a verlos, en un taller que le brindara periódicamente creaciones realizadas tan solo para él.

La contradicción se expande. El joven no logra perdonarles el haber moldeado los obsequios que serán siempre un recordatorio de la fugacidad de su don, pero reconoce también el pulsante deseo de acaparar la belleza que ambos elementos reflejan en este preciso momento.

Siente particular interés por el menor, por Rufus Hallward. Quiere poner a prueba sus habilidades una vez más. Le hará un encargo cuando pueda, pero todavía no sabe qué pedirle. Debe ser algo excepcional, único y complejo que lleve al pequeño hasta los límites de su poder. Ya tendrá tiempo de preocuparse por ello en otro momento.

Dorian deja la idea en un rincón de su mente y vuelve a rememorar el desayuno. Repasa también la celebración de la noche anterior. Son demasiadas las cosas que atraviesan su cabeza en un caos desordenado.

El joven Gray va y viene por la mansión. Está inquieto. No sabe qué hacer con su día de descanso. Sus padres han suprimido todas las obligaciones de la jornada a modo de regalo, y el mal clima no le permite alejarse del edificio central. Está cansado de pensar. Quiere distraerse, pero no puede.

Está aburrido e irritado.

Se pasea por los corredores sin un objetivo claro. Sube y baja por las escaleras, entra y sale de su cuarto. Se asoma a la biblioteca, revisa los estantes y luego se marcha sin tomar ningún ejemplar. Observa su imagen en el espejo de mano cada varios minutos, como si esperara verse anciano en el momento menos imprevisto. Revisa su reloj de bolsillo también muy a menudo. Ni siquiera él mismo sabe qué es lo que espera.

Entre los vaivenes, noto que intenta evitar pasar frente al retrato, tiene miedo. Sin embargo, cuando se aproxima sin notarlo, le clava la mirada por un largo rato; analiza cada pincelada y suspira antes de marcharse.

Cada tanto, Dorian me llama, pero yo no contesto.

No es que no quiera hacerlo, me es imposible por el momento. Después de que cerremos nuestro pacto, lo acompañaré tangible de día y de noche, en sus instantes públicos y privados. Pero por ahora, solo puedo observar y, de vez en cuando, interferir un poco para divertirme.

Quedan varias horas antes de nuestro próximo encuentro.

Quedan varias horas antes de nuestro próximo encuentro

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Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora