Una noche, mis vecinos llegaron a mi puerta a preguntar si había visto a su gato perdido.
Contesté que no, pero como vi a la familia cansada los invité a pasar.
Los niños notaron que la jaula de mis queridos canarios estaba en la basura, y les expliqué, con mucha tristeza, que las pequeñas aves habían muerto la noche anterior.
–Y de forma espantosa... –agregué con amargura.
–Justo cuando desapareció el gato –dijo el padre de los niños con un suspiro.
La charla siguió amena, lo disfrutaba a pesar de la reciente pérdida de mis lindos canarios, hasta que noté a los niños inquietos y les indiqué con una sonrisa que podían ir a la cocina por algo de beber.
Escuché a los pequeños correr hacia allá y después acercarse al refrigerador.
Entonces caí en la cuenta de lo que tenía ahí guardado...
Me llevé las manos a los oídos en anticipación y los gritos de esos pobres niños pudieron escucharse por toda la cuadra.
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La Soledad y las Horas
TerrorLa soledad, acompañada de sus siervos la tristeza, la desesperación, el miedo, la culpa y la fantasía, suele salir en heladas madrugadas a contar sus historias marchitas a aquellos dispuestos a escuchar.