Entre poesía y mito

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Boreales eran tus ojos
como aquellos mares divinos,
y por ser, fui navegante,
enzalsando mis velas al peligro.
Para por poder buscarte
vendí mi alma al delirio,
intentando encontrarte
y tú, escondida en el río.
Seguí la ruta de tu sombra
sombreada de brio,
huyendo de mi entre los arboles
como cervatillo herido.
Yo no quiero cazarte,
dulce ninfa,
solo calcar tu belleza con tinto.
Hacer de tu pelo
enredados en mis dedos,
costumbrismo
de un juego de crios.
Ver la luna
difuminada en tus ojos,
y despertar de mi pluma
todos los versos marchitos.

Con todo
te escapaste
en un último grito,
siendo ya tus manos
rehén del olivo.

Lluvia sobre papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora