MI PERFECTO EXTRAÑO

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Cap. 1

Caminó sin ver, por la solitaria calle en medio de la más oscura y fría noche; conocía ese camino de memoria, podría llegar a aquel lugar aunque estuviera ciega; era su lugar favorito a las afueras de la ciudad; siempre que sus penas se hacían solo un poco más pesadas de lo normal, solía ir hasta allí; se paraba en la parte derecha del histórico puente de piedra y contemplaba el reflejo de la luna, sola o acompañada por las estrellas; cuando el llanto la acuciaba, sencillamente lo derramaba sin miedo o vergüenza sobre las oscuras aguas. Pero esa noche, el lugar parecía tan triste como ella misma, una neblina espesa hacía la oscuridad más lóbrega, pero ahí estaba ella, Madison Arms, una de las secretarias de la cloaca, como solían decirle al sótano donde quedaban las oficinas de archivo, del enorme edificio perteneciente a la firma de prestigiosos abogados Scott & Finley; desde luego no era su trabajo soñado, pero era lo que había y por supuesto era mucho más de lo que otras chicas podían conseguir. No se diría que era completamente feliz, pero tampoco se sentía completamente desdichada, intentaba mantener sus pies firmes en el centro, y aguantar las envestidas de las borrascas que no dejaban de llegar; ya hasta las tenía identificadas con nombres tal como los huracanes, según su categoría.

Y ahí estaba el puente de piedra, en la avenida Frankford en Holmesburg sobre el angosto riachuelo Pennypack Creek; la historia era tan antigua como el mismo puente; el lugar había formado parte de la ruta del rey, era de piedra solida con una barandilla de protección agregada mucho después; la piedra vieja estaba fría, dura y fría, atada a su pasado histórico de casi 400 años. Y así mismo se sentía Madison esa noche, atada; atada de su vida, de su trabajo, de sus inexistentes amigos, de su complicada familia, y ahora, en ese momento, también se sentía atada por su virginidad.

Se detuvo en el lugar acostumbrado y se recostó sobre la baranda de protección del puente, esa noche en especial, sí que tenía motivos para llorar, las borrascas del día habían sido especialmente violentas hasta el punto de casi lograr hacerla colapsar; finalmente, había logrado escapar ilesa pero los últimos acontecimientos la obligaban a buscar una salida a sus problemas más urgentes y por más que lo pensaba, solo encontraba una salida, debía perderla para poder seguir adelante sin problemas y seguir ayudando a su familia, que dependía completamente de ella.

Las lágrimas salieron libres de sus ojos, si alguien la viera llorando, se daría cuenta que su llanto era muy diferente al de la mayoría de las personas, ella lloraba satisfecha, por explicarlo de alguna manera; el llanto sacaba de dentro suyo, la frustración y la impotencia y le daba un respiro para continuar su lucha. Sus gemidos aunque quedos, eran perfectamente audibles en todo el puente; de repente una voz se escuchó cerca de ella.

- lamento su tristeza – ella se sobresaltó y volvió el rostro para encontrarse con un hombre alto, y a simple vista, muy guapo; que al igual que ella estaba cubierto con un gran abrigo de paño; dio dos pasos atrás e intentó salir corriendo de allí – ¡no por favor! No se vaya, espere; no pretendo incomodarla; de todas maneras el que debería alejarse debo ser yo, que interrumpí su momento de soledad – le ofreció un pañuelo y ella lo tomó luego de unos segundos de vacilación

- no... no tiene que irse, en el puente hay lugar para los dos, asumo que está aquí por algún motivo en especial, no soy egoísta – secó su rostro e intentó devolverle el pañuelo

- consérvelo, creo que aún lo necesita; entiendo que busca este lugar para estar sola, pero a mi parecer la soledad no es muy buena amiga – ella pensó que debía sacarlo de su error, era la segunda vez que mencionaba a la soledad como la razón de sus problemas

- ¡oh no! Se equivoca señor, no vengo aquí por huir de la soledad ni para estar con ella; vengo aquí por libertad, solo por eso; de vez en cuando busco este lugar y lo que representa para mi

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