Mi patética vida comenzó con un accidente, no uno bueno como el de las películas románticas, fue un accidente automovilístico.
Cuando por fin tuve lugar redactando artículos en una revista de asesoría fiscal, conocí a Frank, mi querido camarógrafo.
Frank me acompañaba a las conferencias o a las charlas del presidente o consejeros, a cualquier otra cuestión que necesitara de nuestra presencia.
A mis veinte años había escrito más de cien cartas anónimas felicitando la maravillosa fotografía de ese chico y bueno, era el momento de entregarle una carta personalmente.
El sobre blanco tenía mi nombre y abajo, en la esquina inferior derecha, justo donde cubría mi dedo pulgar cuando lo sujetaba. Ahí estaban escritas sus iniciales “N.F.” sí, Nadege Frank.
Hoy por fin le diría todo lo que siento por él, saldría del anonimato y entonces le haría frente al futuro con o sin Frank. Pero el destino jamás estuvo a mi favor.
Escucho el rechinar de unas llantas contra el asfalto y veo a un Mercedes Benz que va a impactar contra mí…y me paralizo, no puedo moverme y me quedo pasmada justo en medio de la calle mientras los transeúntes me observan. Trato de avanzar pero un Smart blanco sale volando contra el Mercedes y alguien se abalanza sobre mí.
— ¿Te encuentras bien? —Pregunta, pero no logro responder.
Su voz aterciopelada y su perfil tan masculino me tienen anonadada, incluso más que el accidente que se está viviendo en la carretera.
—Oye, reacciona—me dio unas palmaditas en las mejillas y mi cabeza calló hacia un costado—. Reacciona, por Dios que voy tarde a una importante reunión…mira, ¿ves estos billetes verdes?, corre a comprar algo y recupérate—me dio un beso en la frente y me depositó contra la fría y dura acera.
Cuando reaccioné me levanté del suelo y los billetes volaron con el viento.
La junta, la junta sería hoy y debía asistir para cubrir a los que faltarían en su turno…pero el accidente, debía ofrecer disculpas a los agraviados y hacerme cargo de sus gastos médicos pero no había tiempo.
Corrí en busca de un taxi pero no pasaban por el tremendo accidente, así que tuve que correr con todo y tacones para llegar a tiempo. En fin, llegué con una maraña de cabello sobre mi cabeza, como si dos gatos rabiosos hubiesen peleado ahí arriba; mi traje estaba con manchas de tierra y lodo y mis zapatos se encontraban en un estado aun peor.
—Daphne, te esperan en la sala de juntas—me dijo mi asistente en cuanto pasé por mi cubículo.
—Gracias, subo enseguida—antes de subir las escaleras ella me detuvo y me llevó hacia los baños.
Abrió su bolso y sacó un cepillo, me dio un pantalón de mezclilla y una blusa blanca algo ajustada. Comenzó a cepillar mi cabello mientras yo me cambiaba la ropa, los zapatos podrían esperar, pero el resto de mi no, si tenía que ascender por ese elevador para ver a todos mis superiores lo haría bien y demostraría que no por ser joven debo ser incapaz de hacer bien mi trabajo.
—Daphne, date la vuelta—me escaneó de arriba abajo y asintió en muestra de aceptación—. Luces fenomenal, ve por ellos.
Y así lo hice, subí por el elevador y abrí la puerta haciendo mi entrada triunfal, todos se giraron hacia la entrada y entré más que avergonzada a tomar mi lugar.
—Después de esta breve interrupción patrocinada por Daphne Miller, les presentamos al nuevo director General de la revista “The way”, Nathan Fara.
Mi revista, mi amada revista que tanto había protegido y por la que me costó una vida el entrar a trabajar aquí tenía nuevo dueño.
Seguramente sería un ex juez o quizá un doctor en derecho graduado en Harvard, de esos ancianos que llegan a imponer su mandato sobre los simples mortales, mientras nosotros nos burlamos de su obvia calvicie.
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Crimen a la moda
RomanceLa historia de la joven abogada Daphne Miller comienza con un desastroso accidente automovilístico provocado por sus tonteos con un chico llamado Frank, el camarógrafo que la ayuda en sus reportajes. Después de una serie de eventos igual de desastro...