Capítulo 4

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    Me mire en el espejo una última vez, desde que había tenido ese sueño, volvió a repetirse los siguientes dos días más, todo igual, todo lo mismo, era como una película que no me cansaba de ver.

    Y aunque el ver la sangre me causaba algo nada agradable, por lo menos apreciaba los ojos azules de aquel lobo por unos instantes.

   Hablando de ojos, los míos habían perdido el brillo por las dos noches sin dormir, pues cada vez que cerraba los ojos, volvía a suceder, ya no sé que me estaba pasando.

   Olvidándome de mi triste final, porque o sea, era mi final, ¡llevaba dos días sin dormir! Dos putos días, cuando yo tengo que dormir cada 5 segundos.

  Mi cuerpo había dejado de trabajar normalmente, si de por sí me cargaba una flojera de muerte, ahora sin dormir, parecía zombie.

   Comencé a chillar cuando algo se me entró en el ojo derecho de color azul, me mire en el espejo tratando de sacar el bendito mosquito que le dio por venir a mi ojo, y cuando lo saque, me tranquilice por completo, termine de ponerme el lente de contacto, y ya, estaba perfecta, ahora mis dos ojos, eran completamente azules.

   Porque si, esa era otra parte, sumándole el hecho de que, mi familia era de por sí, extraña, para completar, yo padecía de héterocromia. Ese raro padecimiento de tener un ojo de un color y otro de otro, en mi caso, mi ojo derecho era azul intenso, mientras el otro, era color miel, casi amarillo. Más extrañeses para acompañarme.

   En la escuela, tras sufrir Bullyn, decidí usar lentes de contacto y tapar aquel tema, que aunque a mí me gustaba, el resto lo veía como algo feo y de mal existir; la ignorancia de este mundo.

   Salí del baño y baje a la ultima planta, encontrándome con los hombres del servicio, cargando las cajas con nuestras pertenencias, hoy partíamos y aunque solo estuve cuatro meses en esta casa, ya me había aconstumbrando a ella.

   Tenía que hacer algo antes de irme, por lo que me dirigí a la calle, específicamente a 4 casas después de la mía, mire el césped bien podado y cientos de duendes perfectamente ubicados. Me dispuse a observar, percatándome de que no me podía ir mejor, pues no había nadie.

  Camine por los alrededores, siempre alguien deja alguna ventana de su casa abierta, ¿verdad? Es posible que sea solo yo, pero bueno. ¡Eureka! Canté cuando encontré la entrada perfecta, era la pequeña puerta por donde entran los perros, solo que esta era un poco más grande. Ojalá y yo entré por ahí.

  Entre primero el saco que llevaba en mi mano, ubicándolo lejos para que cuando yo entrara, no me impactará el olor y quedara muerta ahí mismo.

  No, no, no, no y no. Esto no me puede pasar a mi. Dios mío, maldita sea la hora en la que me comí todos esos tacos, ¿por qué me gusta tanto comer? Mi culo no entraba.

   Estás muy gorda.

No molestes que ya lo sé.

     Tengo que hacerlo, y yo no ser alguien físico, la cuenta de YouTube subiría horrores con todos tus vídeos.

   ¿Qué dices?

    Que eres bien pendeja para todo, das vergüenza.

    Estupida. Vamos, entra, ya casi. ¿Por qué tiene que ser tan grande? Ay madre de los dioses, ayúdame.

   ¿Eso es el sonido de un carro? Lo que me faltaba, ahora voy a ir presa.

   Y entra que entra, no, no quiere entrar, y lo triste del caso, ¡es que tampoco puedo salir! Ni para adelante y mucho menos para atrás. ¿Y ahora que hago?

La última profecía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora