Capítulo 2.- Allí donde el sol nunca llega

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Adele despertó al escuchar un murmullo de voces proveniente del salón de su casa. Abrió los ojos lentamente y se incorporó en la cama, desperezándose. Aún no había sonado su despertador, por lo que serían antes de las siete y media de la mañana. Se dirigió al pequeño espejo que tenía contra la pared y se sujetó el despeinado pelo negro en una trenza mal hecha. Le gustaba cómo le quedaban las trenzas, pues el peinado iba cambiando de color: tenía mechas de muchos colores distintos. Así, su pelo empezaba siendo negro muy oscuro y acaba en rosa, azul, verde, morado, rojo e incluso dorado. 

Tras eso, abrió la puerta de su habitación para irse a desayunar, y entonces, se le cayó el alma a los pies. Sentado en el sofá, su padre hablaba, tratando de no perder la calma, con dos policías de aspecto peligroso. Adele sabía qué significaba eso. Antes de que los dos policías fuesen a por ella, la chica cerró su puerta con el pestillo y mientras los dos hombres aporreaban la puerta avisándole de que tenía que abrirla, iba poniendo todos los muebles posibles contra ella: su mesa de estudio, su silla e incluso pudo mover su cama, que no pesaba mucho.

-¡Adele Anderson! ¡Somos la Policía Virtual, tenemos pruebas para demostrar que usted juega a  videojuegos! ¡Abra la puerta ahora mismo!- gritaban. 

-¡Y una mierda!- mientras decía eso, la chica se ponía una chaqueta y unas deportivas.

-¡Vamos a tener que derribar la puerta!- avisaron.

-¡Suerte!- gritó por último Adele. 

'Tengo que escapar' pensó. Miró hacia la ventana. Vivían en un pequeño apartamento en Queens, en un tercer piso. Abrió dicha ventana y salió al balcón. Si saltaba, puede que no se muriese, pero se rompería algo de seguro, seguramente una pierna. 'Si me rompo una pierna, no podré escapar' pensó Adele. Miró hacia la izquierda; había una ventana que pertenecía a su casa, así que eso sería inútil. A la derecha, había otro balcón parecido al suyo, de los vecinos. '¿Podré saltar esa distancia?' Lo único que le interesaba era escapar de ahí y no ser llevada a Goussainville; en ese momento no podía pensar en otra cosa. Cogió dos fuertes bocanadas de aire y se preparó para saltar. Estaba rezando para que su salto fuese lo suficientemente fuerte como para llegar al balcón vecino. Se puso de pie sobre la valla del suyo propio, cogiendo equilibrio apoyándose en la pared. A esas horas no había apenas gente en la calle, por lo que no se dieron cuenta de la chica que estaba a punto de saltar de un balcón a otro. Con el corazón en un puño, Adele contó hasta tres con los ojos cerrados y luego se impulsó lo más fuerte que pudo. No consiguió su objetivo, pero sí algo parecido: estaba colgando de una mano, agarrada a la valla negra. Se agarró con la otra mano y se propulsó hacia arriba. Con cierta dificultad, pegó un salto al suelo firme del balcón y tomó un respiro. Nunca había estado tan asustada en toda su vida: la Policía Virtual persiguiéndole, tener que saltar de un balcón a otro a tres pisos de altura y un posible arresto a la cárcel de menores más temida del mundo.

Adele comenzó a aporrear con fuerza la ventana para que le abriesen, y en ese momento la Policía Virtual trataba de derribar la puerta de su habitación. La señora Crane corrió extrañada las cortinas y abrió la ventana; tenía cara de dormida y no de muy buen humor.

-¿Adele? ¿¡Qué demonios haces en mi balcón!?- preguntó.

-Señora Crane, de verdad que no tengo tiempo para explicaciones- contestó Adele, nerviosa. Tampoco quería irrumpir en su casa como si nada, pero era urgente para ella.

-¿Y qué se supone que debo hacer?- inquirió, más extrañada aún. Sí que lo debía estar: aparece su vecina de la nada en su balcón, en pijama, con zapatillas deportivas y una cara del más absoluto terror. 

-¡Nada!- y la chica salió corriendo hacia el interior de su casa.

Atravesó rápidamente un pequeño salón a oscuras y tanteó el pestillo de la puerta. Cuando lo encontró, abrió la puerta muy nerviosa y salió disparada escaleras abajo, hasta llegar al portal. Justo en ese momento, los Policías derribaron la puerta de su habitación y se dieron cuenta de que no estaba.

El juego de la muerte (Pausada temporalmente) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora