1# Carta.

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Apretó con fuerza su mandíbula y sus manos, tratando de— con todas sus fuerzas—que las lágrimas no se caigan sobre sus mejillas, debido a la tristeza que sentía en ese momento, luego de una escena totalmente horripilante para él.

—Terminamos—le había dicho su antigua pareja sonriendo. Observándolo como si fuera un simple insecto el cual pisar—. Me das asco.

«¿Pero qué le daba asco?» se preguntó observando el espejo. No era guapo, ni tampoco se le podía considerar feo, solo era una persona normal: tenía el cabello color castaño oscuro, ojos cafés, nariz pequeña y labios del mismo tamaño. Aunque admitía con toda su alma que le hacía sentir mal el no ser especial como su novio quería que sea, ¿pero qué podría hacer?. No sería capaz de teñirse el cabello rubio como lo tenía su ex pareja, de hacer más ejercicio o alguna otra cosa más para que aquella la quiera de nuevo como en tiempos anteriores. Aunque a decir verdad, no sería capaz de perdonarla por tal humillación.

Se secó las lágrimas que iban cayendo con la palma de la mano, diciéndose una y otra vez que Joseph no se merecía aquellas gotas de dolor, del maldito dolor proveniente de su jodido corazón roto.

¿Pero qué había ocurrido exactamente?, él no lo sabía. Todo parecía tan normal como siempre: ellos habían quedado para una cita  como toda pareja homosexual feliz—sí, tenía bastante clara su sexualidad—. Habían almorzado en un bar como la bella rutina del sábado, visto una película de las románticas como a ellos le gustaban e incluso habían tenido bastantes escenas de besos. Pero... Siempre hay un triste final vergonzante. ¿Cierto?

Joseph—de cabellos rubios, ojos verdes y su antigua pareja— lo había acompañado hasta la estación de trenes donde era el único camino que los separaban. Bajaron las escaleras, caminaron juntos de las manos y de repente, él lo había soltado con rapidez. Como si en un click, el cuerpo del rubio hubiera reaccionado ante el tacto del castaño.

Y al final, todo había terminado.

Y sus lágrimas, seguían allí. Cayendo sin cesar desde que había corrido hacia el baño, escondiéndose y escapándose de todas las miradas de lástima que le daban. Aunque tenía suerte. Nadie había entrado al baño de hombres desde que empujó la puerta y se encerró allí, solitario, ahogado en su propia tristeza.

—Basta—se observó con determinación en el espejo, callándose así mismo—, no debes llorar.

Y como un viento cálido de verano donde todos quieren sentir aquella brisa luminosa que te da esperanzas, que te resigna de todos tus problemas haciéndote escapar de tu propia realidad elevándote a lo más alto... Thomas vio algo blanco detrás del desgastado y sucio espejo. Estiró su mano temblorosa, tomó con sus delicadas manos aquel papel que se trataba de un sobre y tiró de él, sacándolo de allí, de su miseria y su escondite.

 Tragó en seco. ¿Quién había puesto eso allí?, ¿por qué estaba puesto allí?, ¿qué era?. Obviamente no le correspondía, eso sería una simple coincidencia del mismísimo destino, pero... ¿Qué pasaría si alguien la hubiera puesto ahí por él?

Rompió el borde, y sacó de aquel sobre amarillento un papel un poco desgastado, con una bella y prolija caligrafía que lo hizo pestañear. Observó a su alrededor comprobando su privacidad y comenzó a leer aquel pequeño papel, el cual era bastante parecido a una carta. Cerró los ojos con fuerza para poder ver mejor y comenzó a leerla:

«Hola, amigo:

                         Bueno, la verdad no sé si podría llamarte "amigo", ya que tú no me conoces, y yo tampoco a ti. O tal vez sí, tal vez somos vecinos, compañeros o incluso primos. Aunque espero que no sea así.

Si te ha llegado esta carta, en verdad, eres algo así como un elegido. ¿Y sabes para qué?, bueno... En principal, no pienses que esto es una broma, porque no lo es. Yo he escrito esta carta para hacer un juego, ¿adivinas cuál?. Espero que sí, y también rezo para que aceptes jugar a un Juego de letras. ¿Quieres saber de qué se trata?, bien comencemos con algo básico, las reglas.

Aunque no hay muchas reglas, solo coloqué eso para que parezca un juego de verdad. Y no, no soy un violador ni un pedófilo. Y espero que tú tampoco lo seas...»

Thomas rió y luego se detuvo. Se había reído. ¿Luego de lo que había pasado, esta cosa lo había hecho reír?. Parecía una novela, una de las cómicas que te hacían doler la barriga. La carta parecía bastante interesante, y tenía ganas de estar con algo que lo haga sonreír de vez en cuando, por lo que siguió leyendo:

«Y si eres uno de ellos, por favor ve a la prisión o la cárcel, no quiero jugar con alguien malvado. ¡Y no te rías! Porque es verdad, los hombres malos deben estar en la cárcel. Bien, a lo que iba... Lo único que debes saber de este juego es la meta, ¿quieres saberla?, sigue leyendo.

La meta es simple, muy simple la verdad... Creo que debería haber hecho el juego mucho más difícil... Pero si lo hacía difícil nadie jugaría. ¡Por Dios!, ¿te estoy retrasando verdad?»

Thomas asintió como un idiota, como si la carta le estuviera hablando.

«Está bien, está bien. La meta es... Como he dicho antes simple: Conocernos.

Ya estoy cansado de las redes sociales, de las charlas sin fín y los chismeríos por igual. ¡Esto es estúpido! Lo sé, debes estar muy aburrido para leerla, pero te lo agradezco, porque sé que no soy el único que está así. Bien, ahora... Esta carta está escrita el día 28 de Marzo de 2014, y no me importa cuanto tiempo tardes en contestar. Si la carta no está donde yo la he puesto, es porque alguien la ha leído y ese eres tú. ¿Quieres responderme?, fine. Dentro del sobre donde encontraste esta carta hay una lápiz. Y si preguntas por qué coloqué un lápiz es porque quiero que me respondas en este papel. Si aceptas jugar, solo pon "SI" y si no quieres, tan solo déjala como estaba en el mismo lugar.

Yo vendré todos los días a revisarla. Y cuando me respondas, no coloques tu nombre, solo coloca lo que te he dicho y espera mi respuesta, si no vengo hoy, será mañana, y si no es mañana, será pasado mañana, pero... Recuerda que siempre responderé porque es mi juego.

                                                                                                                                       Saludos, Mr. J.»

Y sin pensarlo dos veces, aún con una sonrisa pegada en el rostro, buscó aquel lápiz que se hallaba dentro del sobre. Lo tomó y entre un largo suspiro preguntándose el porqué hacia aquello, con su extraña pero legible letra escribió un gran:

                                                                       SI

Juego de letras (Yaoi-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora