Motivos de una bestia

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  > Eren Jaeger

Cuatro semanas después...

Hoy es jueves y estoy trabajando con Annie. Mi turno no termina hasta la medianoche, ya que trabajo medio tiempo y solo trabajo 4 días de la semana, Hitch hizo mi turno más horas que otros. Realmente no me puedo quejar, ya que realmente vale la pena trabajar tan tarde en la noche. Buen dinero entrando todas las semanas.

También puedo decir que estoy manejándome bastante bien estas últimas semanas. He sido capaz de mantener a Levi y toda esa situación fuera de mi mente por completo... siempre y cuando mantengo mi mente ocupada y distraída. Pero todavía me pregunto y reflexiono sobre él cuando estoy acostado o duchándome. Todavía me odio a mí mismo por amarlo, pero... un pequeño paso a la vez, ¿verdad?

Hace un año y medio que había escrito una carta. Había sido mi cumpleaños número veinticuatro y me había encerrado en nuestra... mi habitación. Estaba aún más deprimido por el hecho de que me había dejado una semana antes de mi cumpleaños. Entonces... para dejar salir mis sentimientos sin hablar con nadie, había tomado una hoja en blanco y un bolígrafo negro. Una vez que había escrito la primera oración, todas las palabras salieron de mí en ese papel. Pronto retuvo todas las palabras, preguntas y sentimientos que no pude expresar en voz alta a él ni a nadie. Tuve el cuidado de esconder esa carta en algún lugar una vez que me mudé con Mikasa y Annie. Recientemente mi mente ha estado en esa carta y decidí que quería volver a leerla. Sin embargo, cuando revisé el lugar donde lo había escondido, descubrí que no estaba allí. ¡Demonios, todas las cartas que había escrito como una salida para mis emociones habían desaparecido! Todos las cincuenta y cinco  de ellas.

Mikasa no está en casa cuando trabajo, ella trabaja casi la misma cantidad de horas que yo y cuando llega a casa ya está agotada. No hay manera de que ella tenga tiempo para revisar mis cosas cuando solo tiene unas pocas horas para ducharse y comer antes de acostarse y levantarse temprano a la mañana siguiente. No tendría tiempo para cerrar con llave mi puerta, mover mi cama, quitar la tabla suelta, sacar la caja de metal del espacio confinado, cerrar con llave dos cerraduras diferentes en la caja, sacar las cartas y volver a colocar todo en su lugar como si nadie hubiera fisgoneado ahí. Eso sumado al tiempo adicional para averiguar exactamente dónde estaba esa caja. No. Joder.

Aunque... Annie podría hacerlo porque era tan astuta como Mikasa en lo que respecta a mis secretos.

— ¿Oye, Annie? —Llame. Llamando su atención mientras limpiaba todas las mesas y lavaba los platos.

— ¿Sí?, mi tan precioso rol de canela —Me sonrojé mientras ella se reía. Odiaba cuando me llamaba así. Me llamó su precios rol de canela porque podía y Annie hacía lo que quería cuando ella también quería. Eso y 'canela' habían sido su apodo para mí, ya que siempre lograba animarme en mis estados de ánimo más oscuros. — ¿Sí, señor? —Ella respondió en un tono divertido.

— ¿Sabes lo que les pasó a unas cartas en mi habitación? Porque he querido volver a leerlas y no puedo encontrarlas en ningún lado. —Miré a la rubia expectante. Esperando que mi teoría fuera errónea y que ella no los tuviera.

—Sí, sé que pasó con ellas. —Ella respondió. Tan estoica como siempre... como Mikasa.

—... Entonces... ¿sabes dónde están?... —Pregunté después de un largo período de silencio y miradas.

—Por supuesto que sí. Levi las tiene. —Dijo sin perder el ritmo y parecía tan divertida al ver como me sonrojo.

— ¿¡QUÉ!? —¿Qué estaba pensando ella?

— ¿Qué de que?

— ¿¡QUÉ SIGNIFICA ESO DE QUE  LEVI LAS TIENE!?

— ¿Qué piensas que quiero decir? —¿Hablaba en serio ahora?

— ¿Irrumpió en mi habitación... o algo así? —Annie suspiró divertida. No puedo ver lo que era tan gracioso en este momento.

—Por supuesto no.

— ¿Entonces por qué las tiene él?

—Las tomé. —¿Cómo estaba ella tan seria y divertida al mismo tiempo?

— ¿Qué? ¿Por qué? ¿Cómo? —Ella se rió entonces y no pude enojarme con ella... solo tuve miedo.

—Simple. Esperé hasta que estuvieras dormido... ¿recuerdas esa vez que te quedaste dormido en mi sofá? Sí, bueno, aproveché la oportunidad para cerrar con llave tu puerta, aparté tu cama, quité la tabla suelta, saqué la caja de metal de ese pequeño espacio, abrí  las dos cerraduras diferentes en la caja, saque las cincuenta y cuatro cartas y puse todo en su lugar correcto como si no se tocara nada, luego se las envié una a una por correo a Levi... más bien como se los entregué uno a uno al señor enano yo misma —...¿Uno a uno? ¿Entregó?

— ¡¿QUÉ RAYOS ANNIE?! —Ni siquiera parecía perturbada por mi arrebato.

— ¿Qué mierda?

— ¿¡POR QUÉ HICISTE ESO!?

—Merecía saber lo que te lastimó tanto, Eren. Necesitaba saber lo mal que te afectaban sus acciones y la única forma de hacerlo era darle esas cartas que contienen las palabras que expresan tu alma. —Cuando Annie se pone profunda, estás demasiado loco como para darte cuenta.

— ¿Me estás diciendo que se merecía la satisfacción de saber que me lastimó tanto?

—No, Eren. Puedo decirte de primera mano que al enano no se le satisfacía con cada carta. —¿Por qué tenía un destello malicioso en su ojo?

— ¿Qué ...?

—Desearía que estuvieras allí para verlo llorar silenciosamente, para verlo luchar por mantener sus pequeñas lágrimas que caían pesadamente sobre el mismo papel. —La miré atónito. —Ahhhhhhhhh —Annie suspiró.

—Realmente fue un espectáculo ¿eh? —Ni siquiera podía estar enojado, nunca más.

— ¡Qué! ¡Oh  Eren! ¡Deberías haber visto su cara! —Annie en este punto estaba riendo histéricamente. Escuchar su risa tan libremente solo me hizo reír mucho con ella. —... Mira, no quise hacerte ningún daño... pero tenía que saber lo que te hizo. —Annie todavía estaba riendo mientras decía esto.

—Pero... ¿qué nos da esto?

—Bueno, para empezar, tendrá que sentarse en casa, mirar y vivir con esa basura sabiendo que eligió a Petra por encima de ti. — ¿Petra?... ¿PETRA?

—En cuanto a ti, mi precioso rol de canela... puedes vivir sabiendo que Levi está sufriendo y odiando sus decisiones. —Annie terminó. Ella estaba sonriendo tan brillantemente... algo raro de ella. Le sonreí también.

Procedimos a limpiar el café, escuchando todo tipo de música hasta que sonó la campana. Señal de que un cliente ingresó al café. Cuando me volví para ver quién era, me congelé.

— ¿Eren?

— ¿Le-Levi?

No. Joder. Levi estaba, de pie allí. Pareciendo tan sorprendido y congelado como yo. ¡No! Imposible.

»Decisiones estúpidas |Riren|Where stories live. Discover now