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   Una cabeza cayó rodando desde la guillotina, mientras en la zona norte del castillo aún quemaban los cuerpos de los guerreros ya muertos, los prisioneros marchaban hacia sus celdas despojados de sus vestimentas. Las nubes grises invadían el cielo y en el horizonte se podía observar como una gran tormenta comenzaban a acechar el reino de Andros. Mientras la fría brisa acariciaba su rostro, Sven, el joven rey, contemplaba el paisaje desde la muralla. Sven pensaba en que aunque ya habían ganado muchas batallas, los invasores estaban cada vez más cerca de conseguir la victoria. Las bajas eran cada vez mayores y la peste estaba presente en el reino. A medida que pasaban los meses, a Sven se le notaba con un aspecto cada vez más sombrío. A pesar de su corta edad, el era un muchacho muy inteligente y sabía cómo gobernar, pero también sabía que si la guerra continuaba de esa forma, pronto los cuervos se alimentarían de su cadáver.
   El rey, luego de un suspiro, comenzó a caminar hacia sus aposentos. Al entrar en la recámara hizo caso omiso a la presencia de su esposa e hija. Ninguna se sorprendió de este comportamiento ya habitual del rey, siempre fue un hombre muy callado, vivía sumido en sus pensamientos y rara vez demostraba afecto. Al entrar se dirigió directamente hacia donde se encontraba vino, luego de servirse en su copa de plata, poso su mirada en las danzantes llamas de la chimenea. La calidez del fuego se le hacía más que reconfortante. Se percató de que ya estaba anocheciendo, así que se desvistió y se metió en la cama. Su mujer apago la chimenea para luego prender algunas velas.
   La noche se hizo presente y la habitación quedó iluminada por el parpadeo de las velas. El rey no podía dormir, sentía que las sábanas lo sofocaban y comenzó a sentirse muy incomodo. En su cabeza sólo resonaban los gritos de la guerra y en su mente se dibujaba un mapa con las posibles estrategias que podía utilizar en las batalla aprovechando la geografía del lugar. Decidió levantarse e ir a la biblioteca. Se incorporó de la cama, tomó una de las velas y comenzó a caminar por los laberínticos pasillos del castillo.
   El chirrido de la vieja puerta de madera irrumpió con el silencio funerario de la biblioteca, con los pies descalzos aún, empezó a caminar entre los corredores de las polvorientas estanterías en busca de algún libro que pudiera entretenerlo y lo ayudara a despejar su mente. Paseo su dedo por los libros a medida que caminaba. El destino lo hizo parar y tomo un libro rojo, grande y viejo, tenía el lomo arruinado por el tiempo. Dejo la vela en una mesa y se dispuso a leerlo, en la tapa se podía observar el título, "Los 72 demonios de Salomón" y más abajo "La llave menor de Salomón". Sven empezó a leer en la penumbra, sus ojos no se despegaban del libro, parecía que estaba en trance. Se quedó estupefacto con la historia de los 72 demonios. Allí contaba que el rey Salomón, uno de los Reyes más sabios de la historia, descubrió la forma de invocar a demonios y encerrarlos en vasijas selladas para que no se pudieran escapar, luego se decía que este rey utilizaba a los demonios para su propio beneficio. Al terminar la lectura se quedó atónito, se acomodó en la silla y con la espalda adolorida, se quedó mirando la oscuridad. Luego de unos minutos bajo la vista y observo la segunda parte del libro, "La llave menor de Salomón", a medida que iba leyendo el joven rey trataba de asimilar lo que sus ojos veían, esa no era una historia, lo que en realidad estaba leyendo era una explicación muy detallada sobre cómo invocar diversos demonios. Una idea se apoderó de él, ni siquiera sabía si funcionaría, pero tampoco sabía si sería lo correcto. Entre dudas e indecisiones se puso de pie y fue a buscar los materiales necesarios, volvió a la biblioteca y siguió los pasos con mucho cuidado. Sólo faltaba que dejase caer una gota de su propia sangre en el centro del pentagrama. De repente comenzó a tener frío, se le erizaron los pelos de la nuca y empezó a tener escalofríos, tenía miedo. Sven vio como la luz de la vela se reflejó en la pequeña gota de sangre mientras esta caía.
   Un viento arremolinado, que parecía provenir de la nada misma, invadió el lugar. La vela que a duras penas lograba iluminar parte de la biblioteca se apago. El rey aterrorizado, se alejó del lugar donde estaba dibujado el pentagrama, por más que se esforzará en ver algo no lo conseguía, la biblioteca quedó completamente oscura. A pesar de todo eso el rey comenzó a sentirse raro, se sentía observado, podía sentir la mirada de alguien clavada en él. No sabía que hacer, estaba completamente paralizado. Comenzó a escuchar susurros, sentia como entraban por sus oídos y se quedaban rebotando en su mente. El pánico era incontrolable, pero de repente el viento cesó, la vela se prendió nuevamente. Cuando sus ojos de acostumbraron a la luz, pudo vislumbrar algo completamente horrible. Un ser indescriptible se encontraba en el centro del pentagrama, el ente estaba de espaldas al rey. El joven se puso de pie y se acercó lentamente, quería decir algo pero por algún razón ninguna palabra lograba salir de su boca. Luego de dar un par de pasos, se detuvo y se quedó mirando al engendro, Sven estaba pasmado. Repentinamente el ser inenarrable se giro sobre si mismo y expulsó un grito horripilante que provocó que al rey se le helará la sangre.
–¿Que es lo que quieres? –El demonio parecía realmente enojado.
–Mi nombre es Sven, y a partir de ahora serás mi prisionero y haras lo que yo te pida, cuando yo lo ordene. Ahora dime, ¿Cual es tu nombre?.
  El demonio se quedó analizando la situación, rápidamente estiro sus brazos para tratar de agarrar al rey, Sven no se movió, sabía que el pentagrama mantenía encerrado al demonio.
–Te he dicho que me digas tú nombre.
   La Mancha negra se movió bruscamente –Mi nombre es... Astaroth –A Sven se le hacía curioso escuchar hablar a un demonio, parecía que detrás de cada cosa que decía había un pequeño susurro, casi imperceptible, que repetía lo que el ente decía.– Soy el archiduque del occidente de los infierno, tesorero infernal, veo el pasado, el presente y el porvenir, detecto los deseos secretos y concedo protección a los grandes. Soy el antiguo ocupante del trono de los Ángeles, trono que me fue injustamente arrebatado.

El rey de los malditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora