Fobia #1

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Pareja; 0027.
Temática; Comedia.
Palabras; 1071

Don't touch.

Érase una vez...

No.

Nunca fue.

Pero bueno.

X con eso.

Todo empezó un día la mar de extraño, todo el reino de Vongola estaba sumido en una inquietante espectación por el nacimiento del hijo de los gobernantes.

Lambo y Reborn eran, ¿no?

Bueno, nadie lo recuerda, no estamos aquí para eso.

Que estaban reunidos, el palacio estaba a reventar de gente, animales y ninfos.

Porque se escaparon todos del manicomio y el zoo, pero como el rey Lambo era ingenuo como su predecesora, Nana, pues no le importó y fue feliz.

Reborn no lo fue, pero para estar peleando con resaca mejor se quedaba calladito, así se sentía y se veía más guapo ese día.

El gran salón de fiestas estaba a rebosar de criaturas, en el centro y sobre el caro piso (a quien amaría a futuro) se encontraba el príncipe, el niñato bebé que habían adoptado.

Porque incluso con magia los hombres no tienen bebés, no mamen.

Pues bueno, a lo que iba.

Que ahí estaba la criatura.

Tenía pelusa castaña en la cabeza, ojos miel, piel de bebé y estaba chilloneando como no se hacen una idea.

Porque así la gente se imagina a Tsuna bebé rodeado de vacas, ninfos y seres humanos. Incluso una adolescente cercana a los 18 lloraría, no sean mamones.

Pobre Tsu...

—¿Deberíamos hacer algo? —indagó el hado padrino mayor, Lussuria, a sus compañeros— Se le ve medio tristón, ¿no?

—Nah, son imaginaciones tuyas —Bel sonrió, porque él era otro hado—. Yo le veo muy feliz, capaz y hasta acaban gustándole los burros y todo.

—Eso ha sonado zoofilico por todos lados —opinó Fran, que no era un hado, sólo una manzana en la vida—. Pero bueno, ¿qué me esperaba yo del príncipe destronado de las hadas? Claramente algo de coherencia es demasiado.

—¡Oye!

—Ya, ya, no peleen, niños —Squalo, que sí era hado, rodó los ojos—. Vamos a alejar la cuna de las cabras antes de que se coman uno de sus ojos, así que andando.

Y así los tres hados y la manzana se pusieron manos a la obra mientras los regentes discutían acaloradamente algo sobre un divorcio porque al rey Lambo le molaban las novelas estas que pasan de dos a tres y al rey Reborn le gustaba la gente sumisa.

Ni ellos sabían pa' qué se amaban, Tsunayoshi no sería el que les dijera la razón tampoco.

Fue entonces, mientras alejaban a las vacas y cabras del crío, que sucedió.

Un aire frío envolvió el lugar, mandando a dormir a los osos y algunos ninfos y vagos, Squalo el hado se estremeció de manera inconsciente y la cuna cayó.

Bebé Tsu se llevó un golpe en la cabeza, uno de muchos.

Y habló... No Tsuna, el invitado no deseado.

—¡¿Por qué cojones no me han invitado, hijos de puta?!

Un furioso... ¿Qué demonios era? Nadie lo sabía, pero se llamaba Giotto, estaba fuera del agua y tenía esta diveza que no se la quitaba ni el pantalón de payaso que cargaba porque se vistió sin ver.

Como sea.

Era hermano del hado Squalo y la rubia de Belphegor.

Fran le sonrió a su cu, porque todos amarían a un cu como Ieyasu, porque molaba más que chocolate con fresas o BB26 en sus mejores años.

—Ieyasu, comes demasiado —suspiró Lambo—. ¡Demasiado, joder! ¡¿No estabas a dieta?!

—¡Es lunes!

—¡¿Y?!

—¡La dieta es cuando eres pobre!

No tenía sentido.

Nada lo tenía, la vida era gris y Tsuna seguía berreando en el suelo, Reborn tuvo el corazón de cargar a su hijo porque #PadreTsundere.

Como sea.

—¿El punto?

—¡Lo wa maldecir, cabrones!

Y eso hizo después de una larga disputa.

Al final quedó en casi nada, pero le maldijo y Tsuna no sería capaz de ser feliz con una pareja normal porque una diva rubia no quería.

Es así como el príncipe este creció odiando al mundo hasta llegar a tener quince, que fue cuando pasó lo que estamos aquí para ver.

Porque sí, niños, lo de recién fue parte del relleno de Naruto.

¿Dónde estaba? ¡Ah, sí!

La cosa esta, cuando un misterioso gato rojo apareció ante el príncipe y le maulló reiteradas veces.

Pero el príncipe era tan caído de la mata que le decían "Tsu, eres un caído de la mata" y el niño, muy listo él, iba y preguntaba "¿cuál mata?".

Así se le quiere.

Tsuna dejó de limpiar compulsivamente a su amante el suelo y miró al felino con disgusto, se cagaba en todo lo cagable.

Odiaba los animales, en serio.

Aunque su padrino era la cabra que intentó comerse su ojo derecho y su madrina era la rubia que lo maldijo.

¿Cuál era su maldición? Ni él lo sabía, pero nadie podía tocarle sin que su cuerpo reaccionara mal.

Claro que era manejable, uno se acaba acostumbrando cuando vive con los gérmenes del suelo, pero bueno.

Sus amigos aún se llevaban semerendos empujones, así que a la verga con todo.

—¿A ti quién te dejó pasar, animal? —espetó disgustado— Es que si ha sido el cabrón de Mukuro me va a escuchar, le encanta joderm...

—He pasado yo solito y sin ayuda.

Tsunayoshi sonrió.

Dejó de lado la esponja, se quitó los guantes y se levantó del suelo.

Los ojos del gato rojo siguieron sus movimientos con atención, pero ignoraba en qué momento aquel chico había pasado de él.

Tsuna corría hacia la puerta de su habitación con el susto en toda la cara, pero muy masculino.

—¡MAMÁ SE METIÓ UN PEJEGATO! —exclamó masculinamente— ¡MUKURO HIJO DE FRESA SI ESTA VERGA ES COSA TUYA QUE SEPAS QIDJANFNANX!

El gato le miró inexpresivo (porque los gatos no tienen expresiones) sin moverse, habiendo captado los gritos y la magistral voltereta que el príncipe dio.

Tsuna se había tropezado feamente con unos cables en el piso, alguna vez fueron el cargador de algo y unos auriculares. Ahora eran el archienemigo del castaño.

Miró asustado hacia el pejegato que hablaba y notó que el mismo extendía un cartel.

3/10.

Será...

—¿Acabaste?

—¿Puedo gritar un poco más?

—Güeno.

—Vale, muy considerado, gracias —sonrió y tomó aire—. ¡REEEEEBOOOOORN, KYOYA Y MUKURO ME ESTÁN TOCANDO!

Y así Tsuna invocó a su padre.

Pffffff.

Y Enma que estaba allí nada más para decirle que la cena estaba hecha y que le tenían la cura a su fobia.

Los gatos que hablan y tocar algo más que no fuera el bonito suelo.

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