Sentimiento #2

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Palabras: 1007
Género: Drama
Pairing: AG
Sentimiento: Tristeza

Hold me down

Suspiró y se levantó con una sonrisa satisfactoria en su rostro.

«Tienes los ojos más bonitos del mundo, ¿lo sabías?»

Sus orbes brillaban con malicia, de un color casi escarlata, bajo la luz intermitente de la farola que alumbraba el lugar. Contemplaba con orgullo su obra de arte, como si hubiera pintado un gran cuadro en aquel callejón oscuro y solitario a mitad de la noche.

«Tus manos son tan suaves...»

Se llevó las manos a la cara segundos después, desesperado, y se miró en el espejo de la muñeca que estaba en el suelo, manchada de sangre.

No se reconocía a sí mismo. Ese no era él. No era su reflejo.

Su rostro, antes bello, del que antes se sentía orgulloso, estaba lleno de manchas escarlatas y dolor en su expresión. Sus cabellos dorados cual sol habían perdido su brillo, su luz, aquella vitalidad que hacía que su pelo fuera esplendoroso. Aquellos orbes suyos, tal oro, se ponían del color rojo cual carmín cuando él le dominaba, cuando poseía su cuerpo y le obligaba a hacer las peores cosas, todas aquellas que detestaba.

—¿Por qué haces esto? —preguntó, y percibió una risa a la que ya estaba acostumbrado.

—Tú lo pediste, ¿recuerdas?

Cerró los ojos ante la verdad innegable mientras una lágrima recorría su rostro, ahora falto de aquella satisfacción anterior que se daba cuando él le poseía.

—No quiero seguir haciendo esto —le dijo, y volvió a escuchar su reír.

—¿Acaso alguien te ha preguntado qué es lo que quieres? —a sus palabras burlescas le acompañaron un tirón de su cuerpo al suelo, haciesdo que se postrase ante él.

«Pareces un santo, en serio, ¿hay alguien más bueno que tú, Giotto?»

Sintió el dolor de sus rodillas que chocaban contra el cemento del suelo y sus dientes chirriaron al apretarse tanto para no soltar un grito.

Escuchó más risas que se burlaban de él.

«Te quiero, Giotto, más que a nada»

—Aquí tu opinión es lo que menos importa —rió, y su cabeza fue tirada hacia atrás con un fuerte agarre de su cabello—. Me vendiste tu voluntad, tu cuerpo y tu alma a cambio de salvarlo, chico, ahora sin reclamos.

¿De qué le servía eso si a él no le recordaba?

Ah, claro, el saber que estaba vivo, feliz... con otra persona. No le recordaba, no sabía ni quién era aquel que sacrificó todo por salvarlo.

No recordaba nada de su noviazgo, de aquellos besos con los que soñaba y extrañaba, con aquellas veces que ambos se amaban más que nada.

—¿Por qué no puedo ir simplemente al infierno? —harto estaba ya de esa vida, prefería quemarse por siempre a estar de esa manera tan lamentable.

Sin la razón por la cual hizo ese trato con aquel infame ser ni el propio control de su vida.Nada fue como lo planeó, el trato era devolver la vida a Alaude, pero él era astuto y removió las cosas para que su amado no recordase nada de su vida pasada a su resurrección.

—Nunca dijiste que Alaude no me recordaría —sollozaba—. ¡Nunca dijiste que moriría si me recordaba! ¡Esto no era lo que yo quería! ¿Por qué? ¿¡Por qué?!

Aún sentía la profunda tristeza que le embriagó cuando Alaude le preguntó quién era él.

Aún sentía su corazón hecho pedazos.

—Porque sería muy aburrido si te lo decía.

Eso no lo cuestionaba, a su costa se divertían demasiado. Él, y sus malditos secuaces.

—¡Eh, alto ahí!

Se levantó como un resorte al escuchar la repentina voz, y él desapareció con los demás mientras se acercaba un agente de policía.

Aunque era consciente de que, o bien se habían vuelto invisibles, o bien se habían metido en su interior.

Más probable, la segunda opción.

—Oh, Dios, ¿pero qué...? —se espantó al ver su obra hecha con sangre.

Con sangre procedente del cuerpo de una niña.

«Algún día, podríamos adoptar un niño. ¿O mejor una niña? ¿Que te gustaría más, Alaude?»

—Yo... ¡fui yo! ¡Por favor, arrésteme! ¡Noquéeme! ¡Lo que sea! —puso las manos en frente suya, juntas—. ¡Apresure!

El hombre quedó sin reacción al escucharlo, y se lamentó por él, cerrando los ojos y sintiendo la sensación de ahogo que siempre le invadía cuando eso ocurría...

«Nunca es tarde para arrepentirse, Giotto»

Cuando era demasiado tarde.

—Bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? —cuando los abrió, tenía el tinte maléfico, aquel tono sangre, que tanto atemorizaba a sus próximas víctimas y al mismo propietario del cuerpo.

Claro que este último poco podía hacer contra sus demonios

—¿Qué demonios...?

Intentó luchar por la vida de aquel hombre, como lo hacía con todas las vidas que terminaba por arrebatar. Pero él, ese maldito ser conocido comúnmente como diablo, le arrastraba hacia abajo, impidiéndole tomar posesión de su cuerpo otra vez.

«Puedes hacer lo que quieras, mientras lo sigas intentando»

No, no podía. No podía liberarse de él, y los demonios actuaban y hablaban en su nombre.

Y no le gustaba lo que hacían por él.

El grito del policía resonó quizá en medio mundo, pero nadie acudió en su ayuda cuando este cayó inerte al suelo.

—Adelante —le dijo el diablo, soltándole de su agarre—. Bebe.

Cuando Giotto tomó posesión de su cuerpo otra vez, su sollozo fue lo primero que se escuchó en el oscuro callejón, lo único que se escuchó en la oscuridad de aquel lugar.

«¿Sabes que me gustas un poco menos cuando lloras?»

Sonrió levemente, irónico, ante el recuerdo y se arrodilló junto al cuerpo del oficial que había tenido la mala fortuna de pasar por ahí.

Se acercó a su cuello, abriendo su boca y mostrando unos colmillos en su dentadura y, entre lágrimas, bebió la sangre de aquel hombre que ninguna culpa tenía de sus pecados.

Aunque quisiera dejar de existir, él no le permitiría hacerlo hasta que se cansara de su juego. En contra de su voluntad, eso era lo que necesitaba para que su cuerpo siguiera en pie.

Sangre.

Necesitaba siempre más, porque por eso era por lo que vivía...

Aunque deseara siempre morir.

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⏰ Última actualización: Nov 25, 2017 ⏰

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