Capítulo 8

13 1 2
                                    

Esta historia terminó

No existe

Lo que un día construimos se ha esfumado

Pareciera que es más fácil dejarnos

Pero eres un fantasma
Conmigo caminando

Natalia Lafourcade -Lo que construímos

Sonia había venido al mundo el 5 de mayo de 1995, en Villanueva, Zacatecas. Su fecha de nacimiento estaba marcada por el aniversario No. 132 de la batalla de Puebla, una escaramuza histórica que llena de orgullo al país del nopal por haber vencido al ejército más poderoso del mundo (en ese entonces), los franceses. Sonia nació en un día feriado, por lo que nadie trabaja ni iba a la escuela. Lo que nadie sabía (y los que lo sabía preferían ignorarlo) es que ganamos la batalla contra los franceses, pero perdimos la guerra. Puebla fue tomada por los franceses en 1863 y liberada por Juárez en 1867. Lo que llevó a meditar a la niña de unos ocho años que Sonia era cuando se enteró: ¿Hay gente que se conforma con ganar batallas sin importarles el perder la guerra?, ¿o es que cuando no esperas recibir nada valoras mucho más lo que recibes, aunque sea muy poco? Como la pequeña Robles tenía el tiempo libre se puso a investigar un poco sobre el día de su nacimiento, que resultó ser también el 174 aniversario de la muerte de Napoleón Bonaparte en la isla de Santa Helena.

Esta fecha, históricamente bélica para el país dónde nació, fue uno de los factores que ayudaron a la abuela Victoria y El abuelo Jeremías, que no creían en las coincidencias ni en las casualidades, a que llegaran a la conclusión de que esa muchacha tenía la guerra diluida en la sangre.

Y así era. Toda su méndiga vida estuvo marcada por una lucha constante, primero por encajar entre los otros niños, pues no le interesaba hacerlo con las niñas, después con su madre, que quería forzarla a ser "una niña decente", luego con la sociedad, que no aceptaba a una joven futbolista, de a caballo y además muy inteligente. Pero había tres personas en el planeta con las que no tenía que luchar y eso era un alivio grandísimo: Su prima Rachel, su primo Otis y su mejor amigo Alekséi.

Así que en 2011, cuando su familia llegó a su casa a mitades de julio (una semana después de la limpieza), no había nadie más feliz que Sonia Robles Martínez.

Al llegar a la casa de sus ancestros, lo primero que hicieron los hermanos al bajar de su Tahome fue correr a abrazar a su prima favorita: La veían cada venida de obispo pero la querían más que si amanecieran juntos todos los días. Luego de saltar de alegría como retrasados mentales (o chicos de tres años en lugar de dieciséis), fueron a ofrecerse amablemente como mulas de carga para meter las maletas a la casa.

Otis estaba ligeramente más alto que la vez anterior, se hallaba en ese periodo incómodo en que los chicos tienen voz de pito y nariz de pinocho, mientras que Rachel, de la misma estatura y complexión que Sonia, había empezado a arreglarse y a salir con chicos, por lo que medio mundo le cuestionó a Sonia si no lo había hecho ella también.

—No —respondía ella, con cara de póquer—, no he salido con ningún chico.

«Pero sí con muchísimas chicas —agregaba su conciencia—, más que los chicos con los que aquí mis ojos ha salido»

Por un momento Sonia se sintió terriblemente mal por darse cuenta de que los años cobran su deuda a todo el mundo, y sintió hondamente el hecho de que ya ninguno estaba en épocas de bailar cumbia en los charcos bajo la lluvia. Luego de que todos estuvieron instalados en la casa a todo el mundo se le antojó una actividad. A Abraham le dieron unas ganas locas de ir a los corrales para ver cómo le iba al ganado y Víctor, su hermano recién llegado, se le pegó cómo chicle; Enedina se escapó con el pretexto de llegar a la misa de las 7:00 en la parroquia, Lucía se fue a comprar comestibles a la tienda más grande que se encontró (La bodega Ahorrera, la campeona de los precios bajos), pero no precisamente la más barata alegando que no había que ser encajosos con sus anfitriones; Rachel llevó sus 7,000 maletas al cuarto de Sonia, dónde se quedaba siempre, mientras que Otis se llevó su pequeña maletita (Sarcásticamente hablando, ya que parecía haberse traído todo el closet) al cuarto de César.

El Peón Negro (Trebejos Negros Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora