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15 minutos después Sirius y Andrómeda iban en el Autobús Noctámbulo sentados en sus sillas mientras trataban de no caer y morir.

—¿Oye, Sirius?— habló Andormeda mientras comenzaba a abrir la mochila de Sirius— ¿Que tienes en la mochila?

—Nada— contestó bruscamente y prosiguió a quitarle la mochila de un tirón y a abrazarla con todas sus fuerzas.

—Ah, no. Ahora me dices o me entero yo sola— alzó una ceja y saco su varita— Accio mochila.

Y la mochila se le deslizó de los brazos a Sirius hasta llegar a los de su prima.

—Vamos a ver— abrió la mochila mientras Sirius se quedaba en su asiento con una cara de aparente y repentina palidez —. Bertie Bott's, plumas, pergaminos, ¿una snitch? —miro la pelotita que revoloteo en su dedos.

—Es de Potter — dijo Sirius encogiéndose de hombros, pero aunque pareciera un tanto tranquilo su palidez era cada vez peor —. El idiota la dejo en mi mochila el último día de clases.

—Como digas —Adromeda  siguió rebuscando en la mochila, para ver si encontraba algo interesante, pero nada más que basura se podía encontrar allí —. Que aburrida es tu vida, Sirius. Me decepcionas — sin embargo seguía registrando la mochila.

—¿Ahora una mochila define mi vida?

—No la mochila, lo que llevas en la mochila, querido primo —y por fin después de buscar por cada hueco de la mochila, encontró un pedazo de pergamino, completamente liso y escrito hasta la mitad, con una letra tan legible que por un momento dudo que fuera del chico que iba sentado a su lado. Sirius había empezado a sudar —¿Que es esto, Sirius? —Andrómeda en serio disfrutaba ver a su primo sufrir.

—No es nada —dijo tratando de arrebatarle el pergamino a Drómeda, que los esquivo rápidamente.

—¿Entonces porque no quieres que lo lea? —Sirius no pudo evitar enrojecerse.

—Porque no —Andrómeda se quitó de un solo jalón y Sirius, que había logrado agarrar una esquina del pergamino, se quedó con una parte y Drómeda con otra.

El dorado de tus ojos... —Andrómeda comenzó a leer por lo bajo lo que decía en su parte del pergamino — ...una criatura que no merece sufrimiento —siguio leyendo cada vez más asombranda por la prosa tan bien hecha —¿Sirius, tu...?

Sirius estaba blanco como la leche. No sabía si llorar o huir. Estaba hecho, Andrómeda había leído su carta, la carta de Remus, para ser específicos. Su salida del closet, su entrada al infierno.

«Es muy claro, ahora Andrómeda piensa que soy un marica. ¿Cómo puedo salir de esta cosa? Si salto me puedo matar, aunque esa no sería una mala opción» pensaba Sirius

—¿Sirius? —Sirius salió de la profundidad de sus pensamientos y miro a Andrómeda y suspiro —¿Entonces?

—No soy gay, solo me gusta mi amigo.

—Eso ya lo sabía, Sirius. Te pregunté que si tú habías escrito esto.

Andrómeda nunca supo si en ese momento Sirius se puso tan palido, por lo que ella le había dicho o por el gran freno que el Autobús Noctámbulo había dado.

—Ya llegamos— dijo la chica encargada del autobús.

—Vamos Sirius, ya llegamos— dijo Andrómeda sacando a su primo del trance mental.

Cuando bajaron Sirius noto que el sol estaba a punto de ocultarse, noto como el cielo se tornaba rosa, luego lila y por último azul, y luego la luna resaltó sobre todo.

Lobo Solitario • WolfstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora