La muerte está de visita

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No es fácil contarle al mundo nuestra vida o por todos los momentos difíciles que hemos vivido, pero lo veo necesario. Alguna vez escuché decir que aquello que está escrito vivirá por siempre.

Yo no quiero que nuestra precariedad exista en la eternidad, por el contrario, quiero ayudar a que acabe. Pero la historia de mi pueblo no debe ser olvidada, ya quedamos pocos, sin embargo, hemos existido por muchos siglos. Hemos estado aquí tratando de sobrevivir y no permitiré que seamos echados al abismo del desconocimiento.

Un día cualquiera, después de pasar la revisión diaria, corrí hacia mi roca, aquel lugar que me da la tranquilidad necesaria para escribir mi anhelo por un tiempo diferente. Como todos los días hay uno menos, hoy fue el turno de Ayelén, un niño de dos años de edad, que estaba bajo la protección primaria. Generalmente son ellos los más vulnerables.

Cada vez que falta uno se reanuda mis ganas de escribir, es como si tuviese un interruptor que me obliga a desconectarme por horas.

Ayelén murió por una infección respiratoria, su cuerpo no tenía defensas para contrarrestarla ¿pero cómo tenerlas si no consumía alimentos regularmente? Es la tercera persona que muere por esta causa. La verdad es que yo creo que es por la minera nueva que llegó recientemente a nuestra tierra. Nuestros soldados dicen que son gigantes y que no podemos hacerles frente, pero pienso que los ven grandes porque ellos son muy pequeños. Dependiendo de quién ve y desde dónde ve, se pueden tomar decisiones. Mi Tata dice que no se puede hacer mucho, que no tenemos fuerzas, pero espero que desde mis letras mi pueblo pueda encontrar las fuerzas que necesita para que nadie más muera. Tal vez alguien más fuerte que nosotros decida ayudarnos; por el momento el dios sol está haciendo su trabajo.

Los gigantes trabajan poco, porque no soportan las altas temperaturas ¡Bien hecho!

¿Sabías que Ayelén significa cascadas de alegría? Los nombres pueden definir nuestra personalidad. Ayelén sólo tenía dos años, era de los menores, pero aun así, siempre nos hacía reír porque corría de un lado para el otro, tropezándolo todo y causando desorden, era un gran niño, a su corta edad nunca decía que tenía hambre. Aprendió pronto, como todos nosotros.

Un ruido me sacó de mi nube, cuando escribo no pienso en nada más, pero mis sentidos siempre están alerta, así que sé cuándo alguna amenaza está cerca.

Yima: Una mirada de esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora