¡Auxilio!

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Los meses pasaron y no había vuelto a escuchar noticias de Daniel o de sus padres. Yo continuaba escribiendo en mi roca, los sucesos recientes, entre los que se encontraban no sólo la muerte de nuestro cacique, sino también la muerte de Ailín, la única niña que quedaba de mi edad y a quien el hambre la llevó a tomar una mala, muy mala decisión.

Murió en manos de un minero.

Al ser niños nadie nos contaba los detalles, yo lo imaginaba sin embargo, en muchas ocasiones a mí también se me hizo esa propuesta, pero la inocencia de los demás, los llevaba a envidiarla porque al menos ella no murió de hambre, de sed o de infección.

Estábamos desprotegidos por completo, nuestros protectores buscaban quienes los protegieran a ellos y por desesperación muchos terminaron acabando con sus vidas. Sólo

quedamos quince, entre ellos, solamente tres niños. Así que he recurrido a escribir una nota de auxilio, esperando poder ser escuchados.

Morimos y nadie en el mundo parece notarlo. Desaparecemos y a nadie en el mundo parece importarle. Pedimos ayuda y nadie nos extiende la mano. Creo que hemos caído víctimas de la trampa de la muerte, nos ha atrapado y no parece haber escapatoria.

No pude seguir escribiendo más, he estado utilizando tinta de las flores, pero ya no tengo aliento para levantar mis manos. Hace días que no he comido o bebido algo, el aire cada vez es más espeso y mis ojos se cierran solos.

Yima: Una mirada de esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora