Los días pasaron y Daniel y yo cada vez nos hacíamos más amigos. Incluso me invitó a conocer a sus padres, él también venía a la tribu. Todos lo querían mucho y nos hicimos inseparables.
Los padres de Daniel querían leer lo que yo escribía. Se llamaban a sí mismos antropólogos, pero yo no quería que lo leyeran, no estaba bien que ellos lo vieran primero que nuestro cacique. Así que sin demora, fui donde él.
-Señor, me permite un momento-
-Oh, claro Yima ¿cómo has estado?-
Nuestro cacique era un hombre viejo, pero muy sabio. Siempre ha estado presto a ayudarnos y aunque hacía lo que podía, le era imposible evitar que el hambre, la falta de agua y la contaminación nos atacaran. Su semblante cansado lo delataba, ya no podía hacer nada más.
-Bien Tato ¿te gustaría leer lo que he escrito?-
Su rostro resplandeció y una gran sonrisa se adueñó de él. Reconocía su emoción, nunca le he permitido a nadie acercarse lo suficiente como para saber de qué trata tanta dedicación, él sería el primero, como debe ser.
-Nada me haría más feliz mi niña-
Estuve horas, sentada frente a él, analizando cada uno de sus gestos. Tristeza y sus respectivas lágrimas. Alegría y sus respectivas sonrisas. Asombro y sus respectivos ojos y finalmente un gran suspiro de entendimiento.
-Es increíble Yima, jamás imaginé que podrías hacerlo tan bien. Es fascinante como se puede ver nuestra historia a través de tus ojos, pero sobre todo, admiro tu sueño mi niña, porque es mi mismo sueño- No pude contener mis lágrimas.
-Yo... no sé qué decir...- El cacique me abrazó fuertemente, permitiendo que llorara. –No quiero que más niños mueran Tato, de verdad que quiero que esto termine. Todos los días despierto con miedo de que Ailín ya no pueda estar con nosotros al igual que los otros niños; cada vez somos menos... no quiero morir-
-Shhh- Me acarició la cabeza. –No vas a morir Yima, eres una niña fabulosa, tienes todas las aptitudes necesarias para ser la líder de la tribu. No eres común y esto- alzó mi cuaderno –Lo comprueba... Pero necesito preguntarte algo- Asentí mientras limpiaba mis lágrimas, él me sonrió con ternura- ¿por qué has decido mostrármelo hoy?-
-Porque los padres de Daniel quieren leerlo también ¿puedo mostrárselos Tato?-
-Creo que es una muy buena idea Yami, a ellos también les encantará leerlo- Brinqué de felicidad.
-¡Gracias, Gracias!-
-No puedo creer que tengamos una historiadora en la tribu- Esa frase me paró en seco, nunca había oído escuchar de los historiadores.
-¿Qué es un historiador?- La curiosidad me tenía atenta a cualquier cosa que el cacique dijera.
-Veamos, un historiador es aquella persona que escribe o describe la historia de un lugar, como su pasado ¿te parece conocido?-
-Oh Tato, pero yo no he escrito nada del pasado- Respondí abriendo mis ojos.
-Bueno mi niña, en algún momento esto que has escrito será el pasado. No seremos eternamente así. Tú no serás por siempre esta talentosa e inteligente niña de diez años. Tú crecerás y todo lo que está en este cuaderno pasará a formar parte de la historia de nuestra tribu-
-¿Quieres decir que desapareceremos?-
-No sé Yima, pero sí sé que nunca seremos olvidados, gracias a lo que has escrito. Hemos dejado una huella en el mundo- Besó mi mejilla –Ahora ve y muéstrales lo que eres capaz de hacer-
Eso hice, Daniel y sus padres lo leyeron también y a diferencia del cacique ellos reaccionaron con cólera.
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Yima: Una mirada de esperanza
Short StoryYima es una niña indígena que pasa por momentos muy duros en su comunidad y con su comunidad, a su corta edad se ve en un aprieto peligroso y ve necesario tomar cartas en el asunto. Es una historia intrigante y emocional, que nos hace cuestionarnos...