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La libertad se nos quería salir como sudor, como exhalaciones. Oprimía desde adentro, más que nuestros padres pidiendo recato porque "las señoritas no se comportan así", y nosotras enfundadas en minifaldas, nos sentíamos tan poderosas que les contestábamos "amor y paz, rucos" y salíamos de casa; dejando a las señoritas que debíamos ser encerradas entre las cejas enfurruñadas de nuestros padres.

Escuchábamos vinilos en las casas de los compañeros, bailando en medio de la sala, dizque para hacer tarea, pero en cuanto los discos comenzaban a girar, nosotros lo hacíamos con ellos. Junto a las bandas pronunciadas a la mexicana: Los Bitles, Los Dors, Deivid Bagüi, Let sepelin, Yimi Jendrix. Viviendo como queríamos, porque ninguno quería estar empapelado en almidón como nuestros padres. Queríamos vivir la juventud que la sociedad se empeñaba en arrancarnos a mordidas, querían quemar nuestros jeans y meternos en vestidos largos de señora. Huíamos de las construcciones a la mexicana, nada de eso nos pertenecía, teníamos como más nuestra a la Yanis Yoplin, que a la Chavela Vargas. Creíamos en lo que venía de afuera, lo que llegaba por la tele y la radio, en lo que los vecinos nos decían. Varias veces me gané un grito de mi mamá cuando escuchaba mis discos de rock "¡bájale a eso, malinchista!" y luego en la cena un "eres un candil de la calle, Lauren" y yo me reía, porque nombre más gringo no podía tener; pero la hipocresía es algo que se engendra cuando eres adulto... Y hasta el día de hoy, me encabrona lo que causó.

En ese momento, no pude vislumbrar el peso de una frase que me dijo mi papá, una madrugada que llegué de una discoteq. Él estaba esperándome en la sala, yo pasé de largo apestando a cerveza y sin voltearme a ver dijo "ejercer tu libertad tiene consecuencias". Esa fue la única frase que me atronaba en el cerebro, haciéndole coro a las metralletas que bañaban de casquillos la plaza, mientras Camila y yo nos refugiábamos entre nuestros brazos, ingenuas, como si la carne fuera blindada, como si sus ojos mirándome nos fueran a salvar.

Todo empezó con una excusa, como todas las guerras. Recuerdo en la primaria las clases de Historia mexicana y esa curiosa batalla "La guerra de los pasteles", que empezó con una revuelta que se llevó entre las patas a una pastelería francesa y en ese estira y afloja, el gobierno francés se decide y manda tropas a México para conquistarlo. Justo así empezó esto, con los animales, mal llamados granaderos, que se putearon a puro chiquillo de 16 a 18 y luego invadieron escuelas, soltando porrazos a cualquier cosa que se moviera. La verdad es que esos brutos nos traían ganas desde hacía bastante, al chango hocicón que teníamos por presidente no le gustaba la gente pensante. Y las prepas, las vocas y las universidades eran semilleros de gente así, de los que nos horrorizaba un futuro conformista y represor. Por eso salimos a las calles, porque no soportamos pensar que éramos rehenes de esos jijos de la chingada que golpeaban niños sin esperar ni una pedrada de regreso. Empezamos a salir a las calles de a poquito, sobre todo las facultades más pensantes, los de Filosofía y Letras, los de Ciencias Políticas. Todos nosotros inspirados por nuestros congéneres al otro lado del charco, los franceses, los ingleses y los vecinos gringos en su Primavera del 68'. Poco a poco la gente se nos comenzó a unir, hasta los niños pipiris nais de las escuelas de paga.

En una de esas marchas, mi contingente se quedó al final, porque la Mari llegó bien tarde y ella era la de la manta gigante para identificarnos; pa' no hacer el cuento largo, nos tocó enfrente del contingente de la Ibero. Puro muchacho guapetón con camisa y pantalón de vestir y las muchachas con pura ropa del Palacio. Al principio les hicimos cara de fuchi, ya saben, lucha de clases, pero ya avanzando en las calles, hasta gritaban más que nosotros, luchaban bien, hombro con hombro. Y hasta resultó que nosotros fuimos los clasistas por maljuzgarlos. 

Como tenían dinero podían costearse sonido y toda la cosa. Al final, nuestro contingente terminó unido al suyo y ahí fue donde la vi. Iba vestida como la modelo inglesa Twiggy, con un vestido cortito que apenas le llegaba al muslo, con el cuello alto y manga larga. Me embobé tanto que casi me caí, mi mejor amiga, la Nacha, me alcanzó a agarrar del brazo. Oí algunas risas, pero gracias a todo lo bueno la Twiggy mexicana no se dio cuenta.

—Órale, Lorem, te enseño a caminar o te paso la bolsita para la baba —rió desde el estómago y me hizo ponerme colorada de puritita pena.

—¿Te diste cuenta? —dije en voz baja.

—¿Cómo no? Si casi tiras a todo el contingente, pinche lencha.

—No soy eso, Nacha, no más veía su vestido.

—¿Ah sí? ¿De qué color es? —dijo mientras tapaba mi campo de visión.

—Negro.

—¡Ay, mi amor! No defraudes a la Yanis que ella bien que defiende, como credo, la sexualidad libre.

—Ya estuvo bueno, ¿no? Mejor a gritar las consignas —dio otra risotada y siguió coreando los gritos.

La Twiggy mexicana estaba al otro extremo del contingente, ya casi nos acercábamos a nuestro destino y por seguridad nos debíamos agarrar de los brazos para que no hubiera infiltrados. Era mi oportunidad. Fui con la Lulis que andaba pidiendo dinero, le quité el bote y le sonreí con todos los dientes, corrí al otro extremo de la marcha, dizque para botear de ese lado. Me mantuve cerquita de ella, no más esperando la señal para replegarnos. Pasó el muchacho de seguridad y patitas pa' que las quiero, me arrejunté a la Twiggy mexicana. Me sonrió y me extendió el brazo flexionado para que entrecruzara el mío. La Nacha, del otro lado del contingente, me estaba buscando, vi su cabeza torciéndose para verme, pero llegó un muchachón bien fornido, y de todo se olvidó la Ignacia para agarrarle con ganas el brazote al chavo. Por andar de mirona, ni me fijé que la Twiggy tenía los ojos clavados en mi boca, cuando la descubrí las dos nos pusimos como jitomate. Para quitar el nervio le pregunté su nombre.

—Camila —respondió con una sonrisa.

—Camila —respondió con una sonrisa

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(La Twiggy inglesa)

Todo es culpa de las minifaldas [Minific - Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora