La dinastía Joseon gozaba de economía y política estable. El gran rey Yi Hwo llevó a su nación a su máximo esplendor. Había conquistado muchas tierras, siguiendo el ejemplo de su antecesor. Bajo las leyes del gran Confucio, gobernó a su pueblo permitiendo la armonía entre las clases sociales.
En el palacio de Joseon.
Los príncipes se adiestraban con sus espadas en el campo de entrenamiento, custodiado por guardias reales, decenas de eunucos y damas. Era un perfecto día para entrenar. El frío clima de invierno no les deja ganar suficiente calor y cansarlos demás. Pronto se aproximaba la primera nevada; el palacio estaría cubierto de enormes capas de hielo y nieve por doquier.
El obstinado Yi Moon no dejaba descansar a su hermano. Se había ensimismado en ganarle esa batalla sin pérdidas, ni ganancias.
—¡Vamos! ¿Es lo que aprendiste? Creo que puedes dar más —retaba Yi Moon a su hermano menor.
—Estoy cansado hermano, ¿por qué no dejamos esto ya? —El príncipe Seung Jo se inclinó descansando sus manos sobre las rodillas.
El mayor se rio al verlo tan cansado. Haciendo señas, pidió a sus criados que le proporcionen agua. Dos criadas se acercaron con la cabeza gacha y, sin levantarlas, acudieron rápidamente a cumplir el pedido de su príncipe.
—Alteza. —Le extendieron dos cántaros.
Él tomó ambos, y con una seña de manos les indicó que se retiraran. Presurosas cumplieron su orden sin levantar la cabeza, tampoco tenían permitido darle la espalda, así que retrocedieron con cautela para no caerse, aunque estaban ya acostumbradas a caminar de espaldas.
—Hermano, ¿me das un cántaro? —pidió el príncipe menor, Seung Jo.
—Sí, tómalo. —Le lanzó suavemente.
Los dos bebieron y se detuvieron al mismo tiempo al escuchar el anuncio de un eunuco.
—¡Su alteza real, la reina Jung Hui!
La reina Jung Hui, madre de los príncipes se dirigió a ellos escoltada por guardias y sirvientes. Se detuvo al llegar a la cerca esperando que sus dos hijos se acerquen. Luego de una reverencia por parte de los príncipes, habló el mayor.
—Madre real, ¿a qué se debe el honor de su visita? Ciertamente, no es lugar apropiado para su distinguida persona.
—Príncipe, ¿acaso no extraña mi presencia? No puedo ver siquiera un momento a mis queridos hijos y eso me hace sentir fatal —expresó llevándose la mano al pecho—. Solo por un momento he tenido la osadía de visitarlos en su entrenamiento.
—¡Madre! ¡Qué bueno! Porque pensé que solo yo la extrañaba —dijo el hijo menor, el príncipe Seung Jo fingiendo sufrimiento.
Todos rieron, incluso los sirvientes que los acompañaban, que rápidamente volvieron en sí al notar la mirada fulminante de la reina. La mujer soltó un largo suspiro y pasó la mirada entre ambos.
—Espero que sigan con sus deberes en lo que queda del día. Manténgase firmes, y no olviden jamás las importantes enseñanzas.
—Por supuesto alteza —indicaron los dos príncipes al mismo tiempo.
Que altos y apuestos están mis hijos. —Pensó la reina—. Y pensar que hace poco jugaban y dormían en mi regazo.
Dándoles una última mirada, se volvió en pasos ligeramente apresurados, dificultando su paso las pesadas vestimenta que lucía de color rojo y azul.
En las afueras del palacio.
Han Yeon Woo, preciosa plebeya hija de un mercader, la más hermosa de todas sus hermanas. Ojos grandes y hermosos, su piel tan suave como los pétalos de una rosa, pequeña y respingada nariz, y su preciosa sonrisa, eran la causa de su armoniosa belleza, acompañada de su vital personalidad. Mucha propuesta de matrimonio había recibido, pero ninguna tan tentadora como abandonar su libertad de soltera. Sus padres no lograban encontrar a alguien digno de poseerla.

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UNA REINA©
Исторические романыLa historia se orienta en la pasada dinastía Joseon. Dos hermanos candidatos al trono se ven envueltos en diversos sucesos luego del nuevo decreto de su padre, el rey: sus dos hijos deberán casarse y el primero en concebir un hijo varón ascenderá...